Por: Virginia Contreras
El tema del referéndum revocatorio (RR) en Venezuela sigue más latente que nunca. Cierto sector de la oposición venezolana, liderado por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), y muy especialmente por el Gobernador del Estado Miranda Henrique Capriles, han llamado a una marcha para el próximo 1 de septiembre a fin de protestar y presionar al Consejo Nacional Electoral (CNE) para que fije la fecha en que se realizaría la consulta popular.
Del RR es mucho lo que se ha dicho, más aun cuando existe la sospecha fundada de que este no vaya a realizarse, debido a las descaradas e ilegales tácticas dilatorias del organismo electoral.
Una de las críticas que comúnmente se escuchan en relación con dicha consulta es la interrogante sobre el porqué la MUD, en vez de iniciar los trámites para la consulta al inicio del año 2016, espero hasta 4 meses después para hacerlo, dándole así al Gobierno Nacional la mejor excusa para colocar todas estas piedras en el camino que estamos viendo. La razón de tal dilación es algo que permanecerá en el misterio, y que a la hora de la verdad en estos momentos carece de relevancia. No obstante hay un aspecto en relación con esto que merece nuestra atención, porque ha marcado la actuación de la sociedad venezolana por lo que va de todos estos años de gobierno bolivariano, y que podría explicar el porqué, a pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho para salir de esta pesadilla que representa el llamado “Socialismo del Siglo XXI”, no ha podido ser.
Todas las sociedades del mundo, y la venezolana no es una excepción, están conformadas por personas de diferentes creencias e ideologías, incluso dentro de las mismas organizaciones políticas. Un ejemplo gráfico fuera de nuestras fronteras, es el caso del candidato presidencial del Partido Republicano de los Estados Unidos, Donald Trump, el cual después de infinidad de críticas y hasta desplantes de los propios miembros del partido, termino imponiéndose con una candidatura anti partido por encima de sus rivales verdaderamente republicanos. A pesar de la situación política venezolana, en la cual la mayoría de los derechos constitucionales están conculcados por el Gobierno, cada ciudadano posee el libre albedrio para dar a conocer sus ideas frente a sus semejantes, o por lo menos para intentar hacerlo. En el caso particular del RR, es cierto que un sector representado por la MUD probablemente se tomó más tiempo que el requerido para interponer la solicitud de su realización, creando con esto una serie de críticas sobre la efectividad de la agrupación.
Ahora bien, la pregunta que muchos deberían hacerse es ¿en dónde estaban los otros sectores de la sociedad venezolana, que en vez de esperar a que la referida organización actuara, no lo hicieron antes, y permitieron que transcurriera irremediablemente el tiempo hasta llegar a la situación actual?
Esta pregunta que muchos nos han planteado dentro y fuera del país, nos lleva a entender la verdadera realidad de Venezuela. En esta, a pesar de que la crisis arremete contra todo el mundo, todavía permanecen intactas las corrientes individualistas que caracterizan al liderazgo tradicional, dejando a un lado las bondades del liderazgo colectivo que se han venido destapando en estos últimos tiempos en el mundo, y que han logrado derrocar gobiernos, desarrollar empresas y hasta servir como áreas de estudio en las más importantes universidades e instituciones académicas internacionales.
En el caso de Venezuela, aun cuando la mayoría de los ciudadanos manifiesta su rechazo al Gobierno Nacional, a la hora de actuar se sienten impedidos de hacerlo porque existen otras organizaciones, o personalidades que tal vez hasta sin proponérselo, impiden la ejecución de cualquier otra iniciativa que no sea la suya, o por lo menos la realización de estas sin la autorización tacita o expresa de la agrupación. Esto es tan cierto, que a pesar de escucharse algunas otras propuestas para intentar lograr salir de la crisis, dichas propuestas son consideradas prácticamente como una afrenta al liderazgo de la MUD, o de alguno de sus más notorios miembros, y sus propulsores son vistos casi como enemigos de la misma, e incluso hasta son acusados de ser afectos al oficialismo.
El problema no es solo que se impida la disidencia dentro de una sociedad que se dice libre, y que paralelamente está luchando por retomar la senda de la democracia. El drama radica en que con esta actitud se condena a toda esa sociedad a asumir los errores y las consecuencias de las estrategias que un sector- que aun con la mayor buena fe del mundo, pero sin consultarle a nadie- pudieran cometer.
Muy probablemente por mero populismo, el Presidente Chávez introdujo como elemento fundamental de su política lo que él se encargó en denominar “el poder del pueblo”. Con esto garantizaba Chávez la adhesión, casi hipnótica, de un gran sector de la sociedad venezolana. A este sector, compuesto por los más desposeídos, se les hizo ver que eran “ellos” y no Chávez quienes asumían el liderazgo del país, y que solo el Gobierno haría lo que aquellos decidieran, ya fuera mediante referendos, elecciones, o meras decisiones dictadas en los entornos de los Consejo Comunales. Lo que Chávez nunca les dijo a estas personas es que al final, quien tenía la última palabra era el propio Presidente de la Republica.
Lo importante de este poder del pueblo, es que con esto el gobierno revolucionario hacia ver a sus adeptos como “suyo” lo que en realidad era una mera política gubernamental. Así, cuando se votaba en el referéndum consultivo por la reelección indefinida, quienes apoyaron la propuesta sentían que esa reelección les garantizaría no la permanencia física de un caudillo, sino la extensión del poder popular que este les había entregado. Esto vino desarrollándose en todas las acciones que el gobierno venia ejecutando, incluso en aquellas medidas coercitivas como las expropiaciones, en donde los seguidores de aquel se veían reivindicados al apreciar que quienes poseían propiedades-que supuestamente les habían sido robadas al pueblo- ahora obtenían su castigo. El milagro de Chávez se basó en hacer sentir a su gente participes de las acciones que se tomaban, y dueños de un proyecto que les pertenecía por derecho propio.
Esto no necesariamente existe hoy en día en Venezuela, o por lo menos no con esa pasión con que la sociedad agrupada en los sectores más golpeados económicamente, sentía por los proyectos socialistas. Todos quieren salir de la crisis. No obstante, no todos sienten como suyas las propuestas que hacen los demás. Podrán salir a marchar mil veces, pero aun cuando las medidas a ejecutar los beneficien, no necesariamente las verán con sentido de pertenencia; y sin esto no hay quien de la vida por nada.
La dinámica política e incluso económica actual, ha venido caracterizándose por la asunción de una responsabilidad colectiva. El liderazgo colectivo no significa que desaparezcan los líderes individuales, sino que estos hagan una “causa común” capaz de integrar a todos, y de hacerlos entender que si alguien gana todos ganan, pero que igualmente si uno pierde, las consecuencias serán negativas para todos. El liderazgo colectivo implica la adhesión, no a la MUD, ni a un personaje de esta, sino a una causa, y esa causa no puede ser otra que Venezuela. El liderazgo colectivo no es visto como un mecanismo de control, sino de cooperación. El liderazgo colectivo implica compromiso, y no puede entenderse como un liderazgo tradicional, de modo jerárquico; y es que lo que lo caracteriza es su identificación con los valores de todos y no con los intereses de unos pocos.
Este liderazgo colectivo fue el que logro, aun con la ayuda de otros factores, los triunfos en las llamadas “revoluciones de colores”. Una de ellas fue la “Revolución Naranja”, desarrollada en Ucrania, y cuyo líder fue Víktor Yuschenko, (ex Presidente de la República de Ucrania entre 2005 y 2010). Casualmente, hace algún tiempo, el Sr. Yuschenko, le escribió una emotiva carta al hoy preso político, Leopoldo López, enviada a la cárcel en donde este se encuentra. Si hay alguien que sabe de la necesidad de asumir liderazgos colectivos, es precisamente Yuschenko, cuyos asesores hoy en día no entienden por qué si bien las agrupaciones políticas venezolanas les han consultado sobre la posibilidad de desarrollar estas estrategias en Venezuela, han asumido todo, menos cuando se trata de aplicar el liderazgo colectivo.
Faltan casi dos años para que Nicolás Maduro de por finalizado su mandato a la presidencia de Venezuela. Son muchas las situaciones que se producirán hasta entonces, así como habrá muchas posibilidades de establecer estrategias al respecto.
De no entenderse la realidad del país y la necesidad de incluir a toda la sociedad venezolana en un mismo proyecto, el riesgo no será la ausencia del liderazgo colectivo, sino eventualmente la producción de un suicidio colectivo.
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