Por: Rafael
Grooscors Caballero)
El escollo principal que hay que
salvar, para que Venezuela entre, históricamente, en el futuro, es el que nos
plantea la actual “cultura política” del venezolano, afirmada en hechos
trascendentales, como la Independencia, la Guerra Federal, la “Restauradora”,
la “Revolución de Octubre”, el 23 de Enero de 1958, continuación y
perfeccionamiento del proceso anterior y la “Revolución Bolivariana”. Los tres
primeros, armaron al pueblo para la guerra. Los tres últimos, lo armaron con el
voto, sustitutivo de las “armas” propiamente dichas. La democracia y la
libertad, sin especificaciones, admitidas en su concepción genérica,
suplantaron la pólvora y el plomo de la guerra. Los “golpes de estado” fueron
siempre una travesura inminente, “inculta”. En todo caso, desde nuestro inicio
republicano hemos vivido dentro de una cultura “estándar”, característica,
típicamente venezolana, la cual propició, por lo menos en los últimos tiempos,
el surgimiento de muchas instituciones valiosas, tales como los “Partidos
Políticos”, sin profundizar en su verdadera significación.
Culturalmente, la “Independencia” fue
un fenómeno político, suficientemente justificado en cuanto a su oportunidad y
su “porqué”, pero que nunca explicó el “para qué” se daba, lo que muchos de sus
activistas confundieron a la hora de propiciar una “separación” posterior de la
“Gran Colombia”, “independizándose” al abandonar
la idea de ser súbditos de los “universitarios” de Bogotá. El complemento
histórico de la Independencia, en Suramérica, se hubiese dado con mayor
propiedad si las ideas de Bolívar y San Martín hubiesen girado en torno a una gran Federación de
Estados Soberanos, para dar sentido de realidad a lo que el “Precursor”,
Francisco de Miranda, llamó “Estados Unidos de Suramérica”, más o menos
interpretando el fenómeno político norteamericano, resuelto 50 años antes de
que se celebrara la frustrada entrevista de los dos grandes “Libertadores”, en
Guayaquil, en 1822. Pero, específicamente, para el caso de Venezuela, nuestra
separación territorial del conjuro gran-colombiano, resultó fatal. Sin buscarlo expresamente, estaban, en ese
instante, nuestros principales guías, abriendo
el camino a la formación de los “Caudillos”, naturalmente militares o, en el
peor de los casos, de título relativo a líderes civiles, pero armados. Años más tarde, la Guerra Federal
marcó el territorio específico de “pertenencia” de los “jefes” regionales
armados e incrementó la desviación cultural del venezolano, siempre “dispuesto”
a servir de “carne de cañón” para las apetencias de Poder de grupos locales o
“Caudillos” sacrosantos del lugar. Al concluir el Siglo XIX, surgió la
“Restauradora” de Castro y Gómez, auto-justificada, en primer lugar, como tarea
histórica indispensable, para completar la integración de Los Andes al “territorio
nacional”, y, en última instancia, para “acabar” con la presencia nociva de los
“Caudillos” regionales y solidificar la “Patria”. Sustituir los “muchos” por
“uno sólo”. ¡27 años continuos entregados al ejercicio dictatorial de un
“caudillo benemérito” y a la corrupción selectiva, pero creciente!
Por fin, en 1945, la “Revolución de
Octubre”, instaura la “democracia”, por
primera vez en toda nuestra historia y sustituye, aparentemente, con el voto
popular, el poder de las armas para sostener a los gobiernos. Aparentemente,
repetimos, a pesar de la sana intención de sus promotores
“revolucionarios”. Veamos lo positivo
del acontecimiento octubrino: nace, propiamente dicha, la “opinión pública” y
el debate de las ideas, dentro de un marco de democracia y libertad, con
perfiles de justicia social. Nace, pues, una verdadera “República” de
ciudadanos y se integra al “pueblo”, tras el voto universal, directo y secreto,
a la misión selectiva de “sus gobiernos”. No obstante, las Fuerzas Armadas
siguieron siendo el “Juez Tutelar” del proceso y, en las primeras de cambio,
agrieta a la República, la sepulta y vuelven los tiempos de la dictadura, ahora
definitivamente representada por hombres
de uniforme. A pesar de ello, la instauración democrática del 45 dejó una lección que la gente supo y pudo
interpretar con fidelidad, lo cual hizo que el venezolano, conocedor ya de sus
derechos, luchara, denodada, solapada y clandestinamente, por regresar al clima
de la “Revolución” dejada atrás, objetivo que se logra en enero del 58,
re-estableciendo el mandato de la “Democracia”, a través de dos importantes
Partidos Políticos, “Acción Democrática” y “Copei”, sin olvidar el valioso
aporte dado en este ciclo a la Nación, por dos fuerzas políticas de primer
orden: el Partido Comunista, en la lucha clandestina y Unión Republicana
Democrática, organización clave para la consecución del llamado “Pacto de Punto
Fijo”. No hay que dejar de reconocer que, pese a todo, se inicia en estas fechas
un proceso que, por una parte, consolida la tarea inédita de satisfacer las más
sentidas necesidades populares, en cuanto a la construcción del “capital social
básico de las comunidades” –agua potable, cloacas, electricidad, etc.— a la par
de abrirse hacia la construcción de las
principales infraestructuras que redundarían en un mejoramiento sustancial de
la calidad de vida de la población –hospitales, centros de salud, carreteras y
autopistas, aeropuertos, puertos, etc. – y la atención a fondo del problema
educativo, erradicando virtualmente el analfabetismo e incrementando la construcción
de escuelas, liceos y universidades, para elevar considerablemente el número de
estudiantes bajo protección del sistema educativo nacional. En el aspecto
económico se profundiza la participación del “Estado Monopólico” --¡gran error
devenido de la cultura colonial!-- y se va hacia la conformación de un frente
productivo, a través de las llamadas “empresas básicas”, a la vez que se
incrementa la promoción de una industria
endógena, capaz de “producir” lo que Venezuela “necesitaba”. En lo agropecuario,
Venezuela se organiza para adecuarse a las técnicas en boga para el momento y
en lo propiamente industrial, prospera y se multiplica el ensamblaje de bienes
básicos indispensables. No obstante, con todos sus defectos o deficiencias,
esta “obra” reveló que nunca se pensó en lo fundamental, para encaminar a
Venezuela hacia el mundo y hacia el futuro. ¿Por qué? ¿Qué era lo fundamental? ¿Qué había
que hacer? Resumamos: había que aprovechar el contagio exitoso de una población
motivada acertadamente, para enseñar al “pueblo”, a la gente, a la sociedad
civil, a cómo superarse, cada vez, para alcanzar el desarrollo y convertir a
Venezuela en una Nación del Primer Mundo, aprovechando las potencialidades, las
riquezas de su territorio, dejando de lado el “oportunismo”, el uso y abuso de
la “opinión”, para alcanzar el Poder tras el voto, para su ejercicio insólito,
fundamentado en un “Estado Monopólico”, dueño de todo. Es decir, se corregía lo
que en el pasado inmediato constituyó un error garrafal de las otras
incursiones históricas referidas al comienzo, pero sin plantearse una estrategia,
realista y moderna, que nos abriera las “puertas del futuro”. Poco a poco, la
“opinión” se fue destiñendo y no encontró más nada que extraer de “su
democracia”. A codazo limpio, esa
“opinión” fue arrinconando a las
instituciones y los “líderes” de los Partidos no supieron hacer otra cosa que
“alertar” a los “pobres” acerca de los riesgos de un regreso a la Dictadura. En
el fondo, los llamados “pobres”, generalmente ignorantes, sin educación, sin
formación para el empleo, para el uso racional de sus propios recursos humanos y sin vocación de grandeza,
fueron también usados, como los que en el pasado reciente habían constituido
las tropas anárquicas de los “Caudillos”, para, tras la luz de una nueva esperanza
que despertara sus energías, lograr que concurrieran, en el escenario público,
únicamente a votar para sostener la “libertad y la democracia”. Es muy duro
tener que decirlo y reconocerlo. Los principales Partidos Políticos de nuestra
historia democrática, jamás asumieron un
rol educativo, severamente educativo, para preparar a sus militantes
para el gran cambio hacia el desarrollo, con la vista puesta en el mundo y en
el futuro. Nunca les explicaron cómo y para qué, “salir de la pobreza”. Grave
debilidad, imputable a la “cultura de origen”. En fin, de una cultura “triple
A”: “anticuada”, “atascada”, definitivamente “atrasada” y de espaldas al propio
Siglo XX. Una cultura que si bien promovía el “Estado Monopólico” como supuesta
forma de superación socioeconómica de la colectividad, igualmente reforzaba la
idea centralista, del gobierno autoritario ubicado en un punto único del
inmenso territorio nacional, inmerso en un “presidencialismo” propicio para el
arrebato personal de caudillos egocéntricos, ajenos al sentir y al derecho de
los venezolanos de la “Venezuela de adentro”.
Luego vino el “socialismo” de la
“Revolución Bolivariana”. A despecho de lo ocurrido en el mundo a las puertas
del 2000, en Venezuela, con base al poder del “Estado Monopólico”, se regresa
al Siglo XIX, se revisan otras experiencias fracasadas y se propone, al
“pueblo”, que entienda cómo es que va a beneficiarse, día a día, con la
“transformación” del “Estado y la Sociedad Burguesa”, en un nuevo “Socialismo
del Siglo XXI”, constitutivo del “fin de la historia” y la consolidación del
“pueblo” como dueño soberano de su propio destino. ¡Un destino parroquial, de
aldea abandonada en el lodazal del subdesarrollo creciente! Muy distinto al
destino que previeron Carlos Marx y Federico Engels para el “proletariado” de
la Europa de 1850, en cuya formación para el trabajo se basaba su ideal de
colocar en sus manos, libremente, el control absoluto del proceso de la
producción industrial. Una filosofía, en todo caso, puesta a disposición del
“hombre productivo”, muy alejada, por lo demás, de las muy cuestionadas
“promociones sociales” de los famosos “Estados de Bienestar” del siglo pasado y
de las políticas de “misiones”, como las del régimen actual, las cuales alivian
sin remediar la congénita debilidad de los “pobres” en Latinoamérica. Pero el
supuesto “socialismo” de la “Revolución Bolivariana”, se formula cuando, desde
hacía mucho tiempo, el petróleo, “oro negro corruptor por excelencia”, había
tomado a Venezuela de sorpresa, la había secuestrado, la había hecho suya, transformando
la mentalidad de todos los venezolanos, convertidos en supuestos “ricos” con
sustrato de “pobres”. Recordemos: Gómez
aprovechó la incidencia petrolera, para enriquecer a los “doctores” y dar
sustento lujoso a sus “generales”. La “Democracia”, para abrirle camino a las
“empresas básicas” y sostener una “industrialización” a través del ensamblaje y
el “enlatado” de bienes básicos importados. La “Revolución Bolivariana” para
financiar la “destrucción” del “Estado Burgués” y su vínculo con el
“imperialismo” y montar un régimen de “misiones” para hacer cada vez más
“pobres” a los “pobres” y empobrecer a los “ricos”. A nadie se le ocurrió
colocar al petróleo como un producto generador de riqueza externa, no para su
consumo sin frenos, “puertas adentro”, sino, más bien, para alimentar el
desarrollo y dar lugar a la producción de múltiples productos competitivos,
igualmente generadores de renta externa, para transformar a “pobres” y “ricos”
en productores de un venero inagotable de riquezas, capaz de apuntalar a
Venezuela como uno de los grandes países competitivos en la carrera del futuro.
Diagnóstico tras diagnóstico, seguimos adoleciendo de una acertada prescripción
de medicamentos históricos que nos rediman de la fatalidad. Nuestra “cultura”
original, inculcada desde la Colonia, nos lo impide. Nos ciega. Nos ensordece.
Nos paraliza. Nos hunde en el atraso. Nos convence de los “beneficios” del
subdesarrollo y de que no debemos, ni podemos, aspirar a más.
Nación, país, Estado, República, todo
conjugado en un solo concepto: distribución de la Renta Petrolera, más o menos
siguiendo el patrón teórico de los regímenes “justicieros”: al pobre, lo que al
pobre le pertenece, con tal de que acepte, contento, seguir siendo pobre.
Gobierno y Oposición, enfrentados en la búsqueda de los votos de los pobres
para alcanzar el Poder. Se habla de una Venezuela “polarizada” y de cómo es que
hay que “salir” de esta situación. Pero nadie estudia o investiga, por ejemplo,
cómo es que podemos hacer de nuestra “Flor Nacional”, la Orquídea, la flor del
mundo entero; cómo es que podemos producir el gusano de seda y seda natural
para competir con los chinos y cómo es que podemos lograr una fórmula textil
propia, superior al “blue-jeans” –algodón y fibra sintética, derivada de los
hidrocarburos—para “reventar” los mercados de consumo en los cinco Continentes.
Nos quedamos “enredados”, interpretando los índices económicos, pero la cultura
política “triple A” nos obliga a desviarnos de los ejes básicos del pensamiento
correcto.
De allí la necesidad de formar una
corriente de opinión, con aval académico, que nos lleve a una “contra-cultura”,
una “nueva cultura política”, capaz de alentar propósito de cambio sustantivo
no sólo en los “líderes” del fenómeno político nacional, sino en las “masas”,
en los millones de venezolanos que no han entendido que sólo son ellos los
portadores de la fórmula “mágica” que los “saque” de la pobreza y los convierta
en activistas de la prosperidad, para bien de Venezuela. ¿Cómo hacerlo? No de un día para otro. Tendría que ser
llevando el mensaje, de “boca a oreja”, directamente, de mensajero a receptor,
con el brillo de las banderas que convencen a los que esperan la victoria. Demostrando
la fuerza de los conceptos, su viabilidad tangible, su realismo contundente.
Por eso hemos imaginado una táctica de lucha, que se explica por si sola: “La
Rebelión de las Regiones”.
De hecho y de derecho, somos una
“Federación” de Estados, que tienen que ser “soberanos” entre sí, autónomos,
capaces de auto-gestionar su gobierno y su destino, de auto-alimentarse, de
auto-mantenerse para crecer e independizarse económicamente, compitiendo tanto
adentro como afuera; tanto en los límites de nuestro propio territorio
nacional, como en el exterior. Compitiendo en base a una producción
independiente, que no se subyugue a las conveniencias y los intereses de un
productor básico en el exterior. Tenemos tierra; tenemos agua; tenemos clima.
Debajo de la superficie de nuestro territorio, en cada uno de los 23 Estados
soberanos de la “Federación” venezolana, vibran, pugnan por salir casi todos
los minerales conocidos en el mundo. Y los llamados “minerales raros”, como el
Coltán, fundamento de los nuevos desarrollos tecnológicos. La tierra, el agua,
el clima, los minerales nuestros, tenemos que aprender a usarlos para engrandecernos.
El Orinoco es uno de los ríos más largos del mundo y el tercero en caudal, en
profundidad, como para que se acabe, para siempre, la sed de las tierras
polvorientas del abandono venezolano. Pero del cuadrilátero ferroso “Bolívar”,
en la frontera con Brasil y de los empinados “Andes” de occidente, fluye
continuamente un agua, a raudales, estrepitosamente, como para que entendamos
qué siempre se puede transformar este opulento fenómeno natural, en energía de
valor incalculable. Hay que reubicar los centros del desarrollo y reordenar,
industrialmente, al país. Una Federación de Estados Soberanos lo puede lograr. E
imponer en Venezuela una “Democracia Parlamentaria” que iguale el derecho de
los Estados a participar en las gestiones del gobierno federal. En acabar con
el abandono del “país adentro”, del que se agita en el interior del vientre de
Venezuela. ¿Alguno de Uds. ha pensado en lo que podría ser, sólo como escenario
propicio al turismo, el Delta del Orinoco, --en lo que llamamos “Amacuro”-- que
involucra múltiples torrentes fluviales, susceptibles de aplacar, para ser navegados
con hermosura? Hoteles flotantes que
podrían alojar a millones de turistas provenientes de las más lejanas
fronteras, animados por el espectáculo exótico que ofrece nuestra naturaleza. Y
un turista, uno sólo, garantiza, como mínimo, diez empleos, diez fuentes de
ocupación, bien “pagadas”, directa o indirectamente, para ayudar a los “pobres” a sepultar su pobreza. Ni
hablar de la “Gran Sabana”, de los Tepuyes, del Salto “Ángel”, de las soberbias
caídas, unas tras otras, de aguas en curso violento, en los alrededores de la
amazonia venezolana. Y, a propósito, definitivamente, que no nos olvidemos de
“sembrar el petróleo”. Explicando cómo es que tenemos que sembrarlo. Compitiendo
con él. Poniéndolo a trabajar.
Transformándolo en los miles de miles de
productos que provienen de su derivación tecnológica. Y en cómo hacer de
Venezuela, la primera potencia mundial del aluminio. Construir doscientos
puentes que crucen el Orinoco y montar grandes centros fabriles a sus lados,
para imitar al Mississippi, al Danubio, al Mekong, al Yang Tse Kiang, el “río
azul” de los chinos. Nada nos falta. Nada. Sólo, voluntad. Definición
estratégica. Certeza científica. Conocimientos. Capacidad para convencer a unos
asociados posibles a quienes su antiguo mundo de riquezas se les agota. Pero
siempre con nosotros adelante; probándonos; convencidos de que sabemos pensar,
que podemos crear e inventar, innovar y expandir nuestros nuevos conocimientos
adquiridos. ¡Podemos ser cada vez más dueños de nuestras riquezas, como para
comprarnos el mundo! Podemos lograrlo.
Pero tenemos que cambiar de cultura; tenemos que olvidarnos de la cultura
antigua, atrasada, atascada, la vieja cultura del subdesarrollo. Entrar de
lleno a la “contra-cultura”, a través de la “Rebelión de las Regiones”.
La idea es apartarnos de la sombra
obscura de la Renta Petrolera y abrirle las vías no de acceso, sino de salida a
Caracas, para que los venezolanos regresen a Venezuela. De salida de Caracas y
no hacia afuera, sino hacia adentro. Hacer de los 23 Estados que contiene
nuestra Federación, 23 intensas unidades de producción, generadoras de Renta
Externa competitiva, superior a la propia del petróleo. Hacer que la vista de
los venezolanos se vuelva hacia Venezuela y piense en invertir en su propio
“gran hogar”, en trabajar en lo más hondo de su piel, en poner a valer en el
mundo el suelo que los vio nacer. Desde San Carlos de Río Negro, Macuro, San
Juan de las Galdonas, Isla de Las Aves, Adícora, el Sur del Lago, Mucuchíes,
Ureña, el cajón del Arauca, vivir la historia que no vivió una Venezuela que se
quedó atrás y que tenemos, ahora, por esta vía, que empujar hacia el futuro.
Podremos lograrlo.
La contra cultura es una acción
revolucionaria, en su mejor acepción y propone un cambio sustancial en el
objetivo que precisa. Sócrates promovió la contra cultura en Atenas, en cuanto
a todo lo relativo a la organización política de los helenos, alcanzando una
victoria que la inteligencia humana no puede obviar. Los “Enciplopedistas de la
Ilustración” –Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Diderot, etc.— fueron promotores
de una contra cultura para sanear la sociedad europea y le dieron a la historia
la grandeza de la “Revolución Francesa”. No hay duda de fenómenos de contra
cultura que, siendo “revolucionarios”, acabaron en un fracaso, como es el caso
de los Soviets de Lenin. Pero para el caso que nos ocupa, Venezuela, la contra
cultura que perfilamos puede darse, en su orden revolucionario, sin necesidad
de “cortar cabezas” ni incendiar el territorio nacional.
Podríamos organizar un Foro Permanente
de Promoción de la Democracia Parlamentaria, para la creación de los Estados
Autónomos, dividido en 23 Capítulos, ubicados en cada una de las ciudades
capitales de cada uno de los 23 Estados de la Federación Venezolana. Rectores y
Decanos de las Universidades y sus respectivas Escuelas; Académicos y Profesionales
en general; Investigadores químicos, físicos, biólogos; Maestros;
Sindicalistas; Empresarios; comerciantes; Dirigentes de Partidos Políticos y de
organizaciones sociales; periodistas y comunicadores en general; propietarios
de medios de comunicación; intelectuales; hombres y mujeres con definido
sentimiento de amor por su terruño, capaces de comprender la necesidad del
desarrollo independiente de cada región a la que pertenecen, ocuparían los
primeros lugares de este Foro, en cada uno de sus Capítulos. Su misión:
descubrir hasta las más pequeñas oportunidades de desarrollo de cada región,
siempre pensando en la generación de renta externa, sustitutiva a la del petróleo
y para cambiar, para siempre, la anquilosada cultura tradicional del político
venezolano. Enterrar la polarización que nos divide; abandonar las ideologías
que nos distraen; acerar nuestras voluntades y crear el clima que se exige para
la “Rebelión de las Regiones” y encontrar la salida hacia el futuro. Detalle
interesante y para el final, constituye la extensión de los Capítulos
regionales a tantos sub-capítulos como municipios, barrios y aldeas de
importancia social haya en cada región. Hay que despertarlos a todos. Hacerles
ver, a muchos, que el centralismo autócrata les ha robado lo que les pertenece.
La gente de Guayana no debería seguir viendo cómo es que Caracas se ocupa de
implantar políticas erradas en sus
grandes centros de desarrollo industrial. Sidor, Ferrominera, Alcasa, Venalum,
Bauxiven, Interalúmina, etc., son empresas que deberían, soberanamente,
pertenecer a los guayaneses y ser administradas por ellos, en las formas en que
su perspicacia lo aconseje. En estos momentos en Escocia y Cataluña, en la Gran
Bretaña y en España, se está poniendo a prueba la integridad territorial, en
Autonomías que se sienten ahogadas por la invasión atributiva de los regímenes
centrales, a través de “Referendums” que harán decir al “pueblo”, a la gente, lo
que piensan al respecto. Y todo ello, actuando con sus propios medios,
asumiendo sus propios riesgos.
¿Podemos o no podemos intentar nosotros la
convocatoria regional de nuestras soberanías estatales, a decir un Sí o un No a
su derecho a ser autónomas y decidir por sí mismas su inmediato destino? Sin
intromisiones de los llamados “poderes nacionales”. Sin un CNE parcializado
hacia una negación de sus derechos. Las regiones tienen que rebelarse. Tienen
por qué hacerlo. También tienen cómo hacerlo. Decisión y voluntad. Venezuela
tiene derecho a ser gobernada, desde adentro, para ser cada más la Venezuela
que Venezuela quiere ser.