martes, 16 de noviembre de 2010

Una mirada al lago vital


La intensidad de la sensación de no ser más que una nimiedad en este mundo que experimenté la primera vez que vi el Lago de Maracaibo y del vértigo que sentí al contemplar esa enorme masa de agua desde el imponente puente Rafael Urdaneta llegando hace muchos años desde Mérida a Maracaibo, no ha disminuido ni un poco luego de tener más de 15 años viviendo en el Zulia. Por el contrario, todo este tiempo transcurrido ha hecho que ese hermoso e inmenso cuerpo de agua que es el Lago de Maracaibo haya pasado a formar parte de mi historia personal como lo son la Sierra Nevada o la Plaza Bolívar de La Parroquia en Mérida, la ciudad donde nací y donde transcurrió mi niñez y adolescencia, o la Plaza de Los Mangos en San Cristóbal, ciudad del Táchira donde viví mis años universitarios. Como a todas las personas, los recuerdos de las diferentes etapas de mi vida están estrechamente vinculados con los espacios físicos de las ciudades en las que he vivido y al volver a recorrerlos es como si le dieran play back a una película y las memorias comienzan a agolparse en el cerebro como si todo hubiera pasado apenas ayer. A Maracaibo llegué por unos meses a realizar un trabajo y esos meses se convirtieron en años sin apenas darme cuenta. Ese trabajo que vine a realizar me obligó a recorrer por diversas vías el Lago. Algunas veces surqué sus aguas en lancha o en ferry, recorrí sus orillas conociendo los pueblos de agua, lo sobrevolé en avioneta asombrado siempre por su tamaño, caminé por sus islas y me bañé en las costas de San Carlos, viví la maravillosa experiencia de asistir en bongo a la procesión lacustre de San Benito desde Punta de Palma hasta los Puertos de Altagracia y, cada vez que podía, caminaba por la vereda del Paseo del Lago para ejercitarme y desestresarme. Es decir que en pocos meses pude tener una visión del Lago de Maracaibo como tal vez muy poca gente pueda tener. No podía entender (y aún hoy no logro entenderlo) por qué no se había desarrollado una gran industria del turismo alrededor del Lago si su potencial era más que evidente. Les comentaba a mis amigos que sería maravilloso que los habitantes de Maracaibo y de las ciudades costeras pudieran bañarse en sus aguas. Siempre he pensado que sería estupendo que una ciudad con temperaturas tan elevadas como las de Maracaibo que pueden alcanzar con facilidad los 40 grados a la sombra, pudiera ofrecer a sus ciudadanos la posibilidad de partir su horario laboral en dos tandas: Comenzar a trabajar muy temprano en la mañana, hasta cerca de las 10 y media, cuando el calor empieza a apretar, aprovechar las horas más calurosas para darse un chapuzón en el Lago, almorzar y descansar, para reanudar la jornada a partir de las 4 de la tarde cuando ya el sol comienza a ser más gentil. Por supuesto, al comentar esto a mis amigos maracuchos, se burlaban y con su voseo particular, entre carcajadas, me decían: “¡Pero vos, ¿dónde creéis que estáis? ¿En Europa?!” Quince años después, no pierdo la esperanza de que algún día en Maracaibo se pueda disfrutar del hermoso Lago a plenitud. Esta esperanza la mantengo a pesar de la amenazante lemna que tiene sentenciadas a las especies acuáticas y a pesar de que en todos estos años es muy poco –casi nada, en realidad- lo que se ha hecho para recuperar y sanear sus aguas y para estimular una pujante industria turística lacustre. El mayor avance que he notado en estos años es la aparición de unas sillas y unos toldos de alquiler a la orilla de la playa y la existencia de algunos restorancitos en San Carlos que hacen más placentera la permanencia en la isla, pero, lamentablemente, hasta el Ferry que iba desde Maracaibo a San Carlos tiene años de no funcionar, lo que obliga a quienes quieren visitar la isla a recorrer algo más de media hora de vías en mal estado hasta El Moján para tomar allí una lancha que los lleve a su destino turístico. Mis delirios y lucubraciones sobre las posibilidades que ofrece el gigantesco espejo de agua que es el Lago de Maracaibo se volvieron a apoderar de mi al recorrer las cuatro salas del Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, CAMLB, que destinaron para albergar la exposición “Una mirada al lago vital”, una muestra colectiva que recoge la mirada de artistas plásticos y fotógrafos en torno a lo que para ellos es el Lago de Maracaibo. La exposición reúne más de 40 obras de arte, entre pinturas, fotografías, ensamblajes, instalaciones, multimedias, con miradas críticas en unas ocasiones, que resaltan la belleza del lago, en otras, diversas ópticas y visiones sobre un mismo tema: El Lago, que nos invitan a reflexionar sobre el cuerpo de agua, a recorrer sus aguas a través de la historia, la antropología la biodiversidad, la arqueología y el arte. Desde el 10 de octubre de 2010 y durante nueve meses, quienes se acerquen al CAMLB, podrán disfrutar de la visión que sobre el Lago han tenido importantes artistas plásticos regionales y nacionales como Julio Arraga, Castor Almarza, Neptalí Rincón, Manuel Puchi Fonseca y Paco Hung, Ofelia Soto, Angel Peña, Pedro Morales, Carlos Anzola, Natividad Figueroa, Malú Fuenmayor, Valentina Álvarez, Rafael Rangel, Lourdes Peñaranda, Ramón Castillo, Federman Parra, Juan Mendoza, William Dondyk, Lorena Riga, Kuruvinda, entre otros. En algunas de las piezas se denuncia la contaminación y deterioro al que ha sido sometido el Lago a lo largo de los años, en especial por el desarrollo en sus aguas de la industria petrolera. En otras se le canta a la belleza natural del espejo de agua marabino. En todas queda evidenciada la preocupación y el amor que los artistas le profesan al Lago y que con su creatividad y compromiso han dejado plasmados en sus obras. Al decir del historiador de arte, Manuel Ortega Navarro: “A través de los diferentes medios de expresión, los artistas han tomado el lago como fuente temática, lo han representado, recreado, imitado o transformado. Se han acercado a él con sentimientos de admiración, nostalgia, alegría o tristeza”. La exposición dedicada al lago más grande de Suramérica nos pasea a lo largo del devenir del cuerpo de agua. Allí observamos una serie piezas arqueológicas encontradas en las excavaciones hechas en las poblaciones costeras del Lago así como obras de cestería realizadas por indígenas de las etnias que por siglos han habitado las orillas de la cuenca como la Barí, Yukpa y la Anú, para, a partir de allí seguir el impresionante recorrido por lo que constituye el Lago de Maracaibo, una puerta de entrada y salida de riquezas económicas, culturales y naturales. Un ecosistema único en el mundo con sus flora y fauna, su biodiversidad, su Relámpago del Catatumbo en vías de extinción y sus componentes humanos que, para bien o para mal, interactúan modificándose unos a otros en un incesante cambio. Penetrable con muletas - La instalación de Lourdes Peñaranda “Penetrable con muletas”, es sin duda una de las obras que más impacta a quienes se acercan a la exposición “Una mirada al lago vital”, sin desdecir, por supuesto, de las otras excelentes obras que conforman la muestra. Emplazada bajo una de las cúpulas del Centro de Arte, Peñaranda nos ofrece un guiño a Jesús Soto y a Dalí al presentar esta instalación en la que un grupo de muletas cuelgan de unas grandes fotografías de manglares del Lago de Maracaibo, permitiendo que el observador interactúe con su obra. Las muletas cobran múltiples significados al ser utilizadas en esta obra pues, al tiempo que representan la prolongación de las raíces de los manglares, denotan el estado de minusvalía al que ha sido sometida la masa de agua producto de la contaminación ambiental. Quien se adentra en la instalación puede llegar a sentirse como una de las especies animales que habitan la cuenca del Lago o un buzo que recorre el fondo lacustre entre raíces de mangles. Realmente, la instalación de Lourdes Peñaranda llega a convertirse en una fantástica experiencia. Pero, es que en verdad, toda la exposición que nos ofrece el CAMLB constituye una fabulosa experiencia que debe ser experimentada tanto por quienes viven en Maracaibo -en muchos casos completamente de espaldas al lago-, como por quienes vengan a la ciudad desde otros lugares del país y del mundo. El Lago de Maracaibo tiene una importancia tan arraigada en la vida del Zuliano, que hasta su mayor devoción, como lo es la fe a la Virgen Morena, a la venerada Chinita, llegó a la ciudad por vía lacustre, cuando una humilde lavandera consiguió la tablita con su imagen a la orilla del espejo de agua. Y, por supuesto, en esta exposición dedicada al Lago, la imagen de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, no podía faltar. Una mirada al lago es un compromiso con el espejo de agua y al mismo tiempo una promesa para quienes habitamos en sus orillas. El compromiso y la promesa de querer al Lago, de recuperarlo para el disfrute de todos. La exposición nos enseña la importancia que tiene el Lago de Maracaibo, no sólo para el Zulia sino para toda Venezuela y nos hace un alerta de que ya es tiempo de que a este hermoso cuerpo de agua se le devuelva algo de lo mucho que nos ha dado. En esto coincide conmigo el antropólogo Luis Adolfo Pérez, cuando en el catálogo de la exposición escribe: “Agua, alimento, aire, amistad, arte, el lago posibilita comulgar con nuestra propia naturaleza divina. Debe surgir la certeza de que es posible limpiar sus aguas desde la naciente, tenemos la responsabilidad de restaurar el edén concedido”.

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