martes, 13 de marzo de 2018

Educación en Valores mientras cocinamos

Autora. Beatriz de las Heras García


La educación en valores es un concepto que se ha puesto de moda en los últimos tiempos pero que lleva con nosotros desde siempre y no debemos permitir que el respeto y el compromiso, entre otros valores, caigan en el olvido. 

Cuando yo era niña, me encantaba meterme en la cocina con mi madre y con mi abuela. Ellas fueron, y son, mis mejores maestras.
Entonces, y estoy hablando de hace ya unos cuantos años, nuestras madres y nuestros padres no tenían tanta información sobre pedagogía. No asistían, como ocurre hoy  en día, a innumerables charlas en la que los docentes explican lo que los alumnos han de aprender y cómo lo van a aprender.
Tampoco eran sometidos a un bombardeo de información acerca de cómo educar a los hijos. ¡Nada de eso! Ellos se limitaban a educarnos de una manera más sencilla y vivencial.
En el colegio, los profesores me enseñaban prácticamente los mismos contenidos que mis hijos estudian hoy, pero mis padres se limitaban, en el mejor de los casos, a preguntarme la lección y, eso sí, esperaban que mis notas fuesen buenas.
Los padres de hoy sabemos mucho más sobre cómo educar a nuestros hijos.  Nos metemos mucho más en la metodología que utilizan los profesores, somos más críticos, cuestionamos más y, en ocasiones, abrumamos a nuestros hijos para conseguir los mejores resultados.
Aunque no lo parezca, este artículo no pretende criticar a los padres de hoy, entre los que me encuentro, ni a los profesores, entre los que me he encontrado durante muchos años de mi vida. Tampoco pretendo ensalzar los métodos educativos de nuestros padres y abuelos. ¡Nada de eso!, porque sé que lo mejor es quedarse con las cosas buenas de cada época y aprender tanto de los errores pasados, como de los presentes.
En este artículo, quiero resaltar que en los actos más sencillos podemos enseñar a nuestros hijos mucho más que con todas las aplicaciones del mercado. Las vivencias, al margen de la tecnología, les ayudarán a estar más en la realidad que les rodea y menos en el escenario virtual que se han creado.
He aquí mis 10 propuestas de educación, basadas en mi experiencia presente y en el aprendizaje que recibí en mi infancia y en mi adolescencia.

10 CONSEJOS DE EDUCACIÓN EN VALORES MIENTRAS COCINAMOS.

Cuando terminaba de estudiar, me encantaba meterme entre fogones. En el momento en que me acercaba a la cocina, mi madre o mi abuela ponían en marcha su metodología propia de comprensión lectora, fomento de la lectoescritura, lógica matemática, organización y otras muchas herramientas que me han servido a lo largo de toda mi vida.
  1. La higiene. Mi madre no me dejaba acercarme a la cocina sin antes haberme lavado las manos, las uñas y haberme recogido el pelo en una coleta.
  2. Cuidado del medio ambiente. Aunque entonces no era tan fácil reciclar, hoy tenemos la obligación de responsabilizar a nuestros hijos en el cuidado del medio ambiente, enseñándoles a reciclar.
  3. Respeto a los que más saben y trabajo cooperativo. Mi abuela siempre dejaba alguna labor para que yo pudiera hacer de manera autónoma: batir los huevos, preparar moldes, fregar los cacharros para despejar la encimera. Labores que me enseñaron a respetar la cadena de mando. La abuela mandaba y yo obedecía, pues la experiencia es un grado. También aprendí que antes de ser jefe de cocina, había que ser pinche.
  4. Escritura y organización. En ocasiones mi madre sacaba un cuaderno viejo de recetas que estaba pasando a limpio y me ponía a copiarlas, con buena letra, en una nueva libreta.
  5. Elección con los recursos disponibles. Solíamos elegir la receta que más nos apetecía cocinar, teniendo en cuenta que los ingredientes necesarios estuviesen en casa.
  6. Organización, previsión y paciencia. Si no teníamos los ingredientes, me hacía preparar una lista para hacer la compra al día siguiente. (No todo se puede conseguir cuando uno quiere)
  7. Lectura comprensiva. Leía los pasos a seguir, los interpretaba y los ejecutaba.
  8. Matemáticas. Preparaba las medidas y los pesos de los ingredientes que íbamos a utilizar (1/2 kg de harina, ¼ de la barra de mantequilla, etc.
  9. Tolerancia a la frustración. A veces, el resultado no era el esperado. Cuando esto ocurría, intentábamos solucionarlo (un poco de sal, un poco de nata para tapar ese pastel…), pero no siempre lo conseguíamos. Si había tiempo, lo repetíamos, pero no solíamos disponer de mucho tiempo. Así que, asumíamos el error y otro día volvíamos a intentarlo.
  10. Largas charlas. Tan importante como la educación en valores, las matemáticas y la lectura fueron las charlas existenciales en las que casi, casi, se resolvían los problemas. Charlas exentas de reprimendas por las notas o por algún mal comportamiento. Y es que hay que dejar tiempo para hablar con nuestros hijos o nietos, sin que los estudios o la vida del colegio sean el centro de la conversación.
Todo esto, me hizo aprender desde la experiencia y es que, las lecciones mejor aprendidas son aquellas que permiten a los niños experimentar, ver y tocar el conocimiento.


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