Por: Alfredo García Deffendini
“¡Ser o no ser, esa es la cuestión!” o “To
be or not to be, that is the question!” es la primera línea de un
soliloquio del personaje principal de Hamlet, la obra escrita por
William Shakespeare alrededor de 1600. En uno de sus actos Hamlet expresa: "Ser
o no ser, todo el problema es ese, ¿qué es más noble al espíritu, sufrir golpes
y dardos de la airada suerte, o tomar armas contra un mar de angustias y
darles fin luchando"?
“…tomar armas contra
un mar de angustias y darles fin luchando”, es hora de que la gente tome
conciencia de que el país está nadando en el estiércol del diablo y que el
tiempo se nos está acabando. Que los tiempos de los partidos y de los líderes
de la oposición tienen lapsos distintos al de la gente, por ello es que
conociendo el fraude electoral se empeñan en salir del régimen contando que en
algún momento, 20, 30, 40 o más años –pensando que los procesos naturales de
erosión de los partidos gobernantes provocan su desmoronamiento– se producirá
el cambio deseado. Hay otros motivos, más perversos, como por ejemplo que toda
campaña electoral por lógica produce a los partidos y dirigentes una mayor
penetración en las masas y por supuesto, a lo que nadie se refiere, a un
financiamiento nacional e internacional que de alguna forma engorda a todos los
participantes.
Si viviéramos en
democracia y no hubiese un proyecto perverso para construir al “hombre nuevo”,
con la instalación del socialismo-comunismo a través de un régimen totalitario,
con características fascistas y comunistas –recuerden que los extremos se
tocan–, el juego electoral sería perfectamente válido. Pero viviendo bajo un
régimen que ha violado todas las normas constitucionales y legales, cuya política
de Estado ha sido el secuestro de los demás poderes públicos para evitar su
separación y equilibrio entre estos –reglas fundamentales y básicas para un
Estado de Derecho–, con el objetivo de sustituir el Estado republicano y
nuestros valores judeocristianos por un sistema socialista-comunista, nos
obliga por sentido de sobrevivencia a concluir que no tenemos tiempo para
esperar que por erosión del sistema político que tratan de instaurar, este se
desplome o que en algún momento la vía electoral produzca el milagro
pretendido.
Nuestra oposición
electoralista continuará utilizando la vía electoral, sin importarle la
dimensión del fraude ni las consecuencias de legitimación que esta produzca,
por secula seculorum, por los siglos de los siglos, no importándole
la dimensión de la tragedia política, social y económica en que se encuentra
subsumido el país.
Pregúntense: ¿podemos
continuar con una política de convivencia con el régimen, cohabitación ejercida
cada vez que la gente va a votar, alargándole su permanencia en el poder? ¿Por
qué? Si el régimen a través de la vía electoral, de elección en elección, no
pretende ganar tiempo para poder continuar desmantelando la institucionalidad y
en particular destruir a la Fuerza Armada institucionalista, transformándola en
una réplica del ejército cubano, ¿qué debemos hacer? Allí es donde entra el
escenario de la abstención activa.
Tenemos entonces que
preguntarnos qué lograríamos con una abstención activa y masiva. Ustedes, hagan
un ejercicio de sentido común. Si actualmente, después de tantos años –casi
19–, la comunidad internacional cerró filas con la oposición radical, cercando
al régimen internacional y económicamente, y calificándolo –como la oposición
radical desde un principio lo había denunciado– de dictadura totalitaria
socialista comunista, con las características de un narcoestado bañado por una
corrupción nunca vista; cómo sería la presión internacional si el status quo de
la llamada oposición electoralista desconociera al régimen y se negara a
participar en fraudulentas elecciones convocando una “abstención activa”, y se
preparara con todo el dinero que recauda y la organización que tiene a nivel
nacional para demostrar la multiplicación fraudulenta de los votantes del
régimen a través de medios audiovisuales, por ejemplo a través de los teléfonos
celulares, que sería muy operativo para ese fin, así el cazador sería cazado.
Solamente saboreen esta posibilidad y extrapólenla al mensaje internacional que
se daría a los gobiernos extranjeros, que por fin tomaron conciencia del
carácter criminal del sistema que se nos quiere implantar. ¿No lo
deslegitimaríamos aún más?
También es
conveniente preguntarse qué perderíamos si no concurrimos. Con el chantaje de
la MUD de que el mapa de Venezuela se pintaría de rojo y que no se pueden
perder los espacios que se puedan ganar –bien por méritos propios o bien porque
al gobierno le interese ceder algunas gobernaciones para poder legitimarse en
la búsqueda de que las medidas internacionales que se están tomando se reduzcan
o se suspendan–, tenemos entonces que realizar un ejercicio obligante y
preguntarnos: ¿qué beneficio nos traerían esas gobernaciones?
Ambas preguntas
las respondo: a la gente, ningún beneficio; pero a los partidos políticos y a
la dirigencia participante, por supuesto, se le darían oportunidades de
espacios para ejercer la política y el financiamiento que obtendrían a través
de esas gobernaciones, siempre y cuando practiquen el apaciguamiento y la
contemporización con el régimen. Pero a la gente, cuáles beneficios, ninguno.
Ningún beneficio,
pues esas caricaturas de gobernaciones en manos de la oposición no servirían
para nada en vista de que la autoridad superior a esas gobernaciones la tiene
el comandante militar de cada una de las siete Regiones Estratégicas de Defensa
Integral, aunado con lo que ha venido, por ejemplo, ejecutando el régimen
contra los alcaldes opositores, que cuando se salen de su contemporización y
apaciguamiento les quitan el financiamiento, entorpecen sus actividades y, si
ello no es suficiente, tienen al Tribunal Supremo de Justicia para cercarlos
con decisiones presuntamente legales pero ilegales de toda ilegalidad,
suspenderlos y, si no obedecen, procesarlos y detenerlos. Pero mientras transcurre
ese interregno, con el voto el régimen se legitima ante la comunidad
internacional, ¡qué contradicción!
Es necesario sopesar
qué se gana y qué se pierde, yo por mi parte ya lo hice y me abstendré de
votar. Y para que mi voto sea activo, votaré no votando. Es un “no voto
activo”, porque lo haré contra el régimen y contra la oposición electoralista,
per se. Con la abstención activa demostraré que la dictadura venezolana cojea,
porque no solamente le falta oposición que le sirva de utilería sino también le
falta pueblo de verdad y su sistema electoral ya no la encubre, más bien la
pone de manifiesta; y a la oposición participante, que no se les acompañará en
sus mezquindades y falta de grandeza histórica.
De esta forma dejamos desnudos
a ambos actores de la farsa electoral y en particular le decimos a esa
oposición que tiene que rectificar y ponerse del lado de la gente, pues si no
se le apartará también. ¿Por dónde andará
Lucio Quincio Cincinato?
Tomado: recibido vía correo.