viernes, 22 de agosto de 2014

Un árbol sin raíces









 

Por: Fernando Ravsberg

No fueron los romanos quienes inventaron los municipios como institución pero ellos sí comprendieron la necesidad de desarrollarlos para crear un entramado político capaz mantener la unidad del Imperio.Las catedráticas argentinas de Derecho, Natalia Stringini y Mariana Sconda llegan a asegurar que "el Imperio Romano debió la prolongación de su vida y conservación de fuerzas a la buena organización de los municipios".
 
En pocas palabras, para poder gobernar se vieron obligados a descentralizar el poder, creando una estructura político-administrativa capaz de armonizar las necesidades de la comunidad local con los intereses y la unidad del Imperio.
 
Pero las catedráticas van más allá afirmando que "los municipios tuvieron un rol preponderante en la historia política del mundo" y aún hoy implican una "dualidad social y política", que sirve de contrapeso al gobierno. Por el contrario el modelo cubano es tan centralizado que casi nada se hace en la isla sin la autorización de La Habana. Así se uniformó el país al grado de perder incluso muchas de las tradiciones culturales de cada región.
 
Los intentos de crear un sistema de gobierno municipal basado en el Poder Popular nunca cuajaron. Es posible que su composición tenga una base muy "popular" pero es evidente que no tiene prácticamente ningún "poder". Hace unos meses supe que una ONG europea no podía iniciar su proyecto porque al municipio beneficiado no lo autorizaban, desde La Habana, para abrir una cuenta en un banco cubano ni a recibir un vehículo donado. La frase más repetida por los delegados municipales a sus votantes es que "no hemos recibido respuesta a nuestra solicitud" porque en general los empresarios y políticos no contestan sus reclamos, a veces ni siquiera los reciben. Sucede porque esas estructuras locales son la "cola" del poder estatal en vez de ser la "cabeza" de la comunidad. Algo que en la provincia de Artemisa intentan rectificar en una experiencia piloto realizada con la mayor discreción...por si sale mal.
 
Tal y como previeron los romanos hace siglos, la centralización no trajo en Cuba un mayor control sino todo lo contrario. La capital fue incapaz de gobernar cada rincón del país y la gente empezó a tomar decisiones "por cuenta propia". Las soluciones se establecieron a nivel local y al margen de las "leyes romanas". En Camagüey fabrican el queso clandestinamente y en Matanzas se disparan los matrimonios de conveniencia para residir cerca de los turistas. A las familias que recibieron tierras de labranza gratuitas el gobierno les prohibió construir una casa en la finca, así que levantan un "galpón" para guardar enseres y de forma imperceptible lo van transformando en vivienda. El socialismo cubano funcionó como si todos los ciudadanos defendiesen siempre los mismos intereses. Así los sindicatos, las organizaciones civiles y las estructuras políticas terminaron perdiendo su esencia particular, su razón de ser. Pero algunas leyes son implacables y las contradicciones legítimas y dialécticas de la sociedad no desaparecen porque un gobierno las niegue, simplemente pasan a la clandestinidad y siguen incubándose ocultas a la vista. Y a veces esas contradicciones son tragos amargos para la comunidad local. Durante el cierre de los centrales azucareros vi llorar a hombres y mujeres en los bateyes hablándome de "su" locomotora, del olor a "melao" y de la sirena del ingenio.
 
Alguien debe defender esos intereses y servir de contrapeso al poder central. Por eso cuando los municipios funcionan bien el país avanza hacia una mayor democracia, aumentando la participación de la gente en la toma de las decisiones. La sociedad cubana parece empezar a comprender el asunto y surgen iniciativas interesantes como la de la doctora en Ciencias Económicas María Elena Betancourt, quien propone que el turismo sea motor del desarrollo local. Afirma que la "sostenibilidad solo puede alcanzarse desde el territorio que asume la inversión, cuando éste es capaz de producir, en su mayoría, los insumos y recursos que demanda esta actividad, y garantizar incluso hasta la fuerza de trabajo". Si a eso se agregan impuestos municipales y salarios acordes a las ganancias del sector, significaría una elevación de la calidad de vida en las comunidades y también de los ingresos de sus habitantes... sin necesidad de violar la ley. Es verdad que habrá un desarrollo regional desigual y que unos cubanos vivirán mejor que otros pero lo cierto es que los habitantes del balneario de Varadero siempre tuvieron un mayor nivel de vida que el resto de sus compatriotas. Con autonomía financiera, administrativa y política, los municipios podrían resolver muchos de los problemas locales. Pero la clave está en la participación de la población, de lo contrario solo servirían para ampliar aún más la burocracia. Esta instancia es el espacio institucional más cercano a la gente y su buen funcionamiento es capaz de liberar mucha energía social, en la medida que defiendan sus derechos y los transformen en herramienta para el desarrollo. No es extraño que la ponencia de las catedráticas argentinas Stringini y Sconda se inicie sentenciando que: "es tan difícil un buen gobierno sin municipalidades libres, como una casa sin cimientos, y un árbol sin raíces".
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