Por: Luis Ugalde
El
mal gobierno es de Maduro, pero el mal modelo político es de Chávez.
Hace falta un nuevo gobierno decidido a salir de este desastroso modelo
político, antes de que se hunda el país. Operación urgente y riesgosa. Maduro se quemó con la fórmula cubana-dictatorial y perdió la oportunidad. Nada ayudan la creciente represión y la
invasión militar de la Asamblea Nacional, del Banco Central, de una
docena de gobernaciones y de decenas de institutos y ministerios, ni la
multiplicación de intrascendentes enroques ministeriales. La causa del
fracaso no está en ninguna conspiración, ni magnicidio, sino en el modelo político dictatorial.
Sacaron a Giordani y pueden cambiar a Maduro con la fórmula Emparan: no me quieren, pues “yo tampoco quiero mando”.
Este primer cambio no vendrá de la oposición, sino del instinto de
conservación, viveza y de cierta sensatez, de aquellos del gobierno
decididos a cambiar el reaccionario modelo cubano por el
“revolucionario” brasileño o uruguayo, para decirlo de alguna manera. Un
nuevo gobierno para evitar el estallido, desmontar ilusiones y
emprender la difícil recuperación económica y social, que arranque con
inequívocas señales de cambio y garantías constitucionales nacionales e
internacionales. Luego vendrán otros gobiernos con cambios más amplios
pactados para llegar a encauzar democráticamente el país. El nuevo
gobierno chavista arrancará aplausos de muchos, resistencia de algunos
“revolucionarios” y callado beneplácito de otros, por las medidas de
libertad para todos los estudiantes, alcaldes y demás presos políticos y
despenalización de la oposición.
Más
difícil será enfrentar la carestía, improductividad, inflación y
empobrecimiento, con decidida apertura de negociaciones que conduzcan a
la superación de la terrible crisis socioeconómica (todavía creciente) y
al rescate pleno de la democracia, con fortalecimiento de las banderas
sociales y programas efectivos que sustituyan a mentiras oficiales sobre la superación de la pobreza. Combate frontal de la ineficiencia, corrupción e incompetencia gubernamentales, que son monumentales y transformación del pobrísimo nivel de gestión pública, entendiendo que lo público no es sinónimo de estatal y estimulando y exigiendo más la dimensión pública de toda la sociedad. Rescate de la democracia con la separación de poderes públicos y
selección democrático-constitucional para los cargos, eliminando la
criminalización de la oposición y el uso del poder judicial para
perseguir a los opositores y absolver a los amigos. Combate integral contra la violencia y la inseguridad y cultivo del reencuentro nacional.
La oposición
tiene que bajarse de la nube que remite el cambio para 2019 y también
de los voluntarismos inmediatistas. Con su presión vendrán elecciones
adelantadas, pero antes hay que conquistar un CNE nuevo, constitucional y
creíble. Urge una oposición actualizada sincerada con la realidad a
julio 2014, unida con el sufrimiento del país con la única obsesión de
recuperar la democracia, con justicia social y productividad. No merecen
gobernar quienes no son capaces de tomar en
serio las necesidades de la inmensa mayoría. Alternativa democrática
unida, sin equívocos, dejando de lado las aspiraciones enanas de sus
parcialidades; que ahora no se mete en gobiernos de transición, pero los
exige y valora los pasos del gobierno para desmontar el disparate suicida del modelo.
Es la hora del pragmatismo en los pasos para salvar al país. La transición española
requirió que un falangista de toda la vida (Adolfo Suárez) se diera la
mano con el comunista que hizo la guerra (Santiago Carrillo) y que ambos
tuvieron el valor de aceptar ser tachados de traidores por los suyos.
La democracia venció pacíficamente a Pinochet con apoyo de militares
aliados del dictador que apostaron a la transición. En Venezuela no
habrá cambio democrático sin apoyo militar, pero la nación no va a aceptar pasar de un militarismo con envoltorio democrático a otro más descarado.
Conclusión: Estos son sueños y, como dice el poeta, los sueños sueños son. Pero hay diversas clases de sueños: unos son fugas ilusas, otros, premoniciones y otros como el de Martin Luther King (I Have a Dream) se convierten en una formidable fuerza interior que moviliza a millones para superar exclusiones y lograr esperanzas. Escoja usted.
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