1.
“Nunca ha querido Armando Durán a la Mesa de la Unidad Democrática…”.
Así comienza Ramón Guillermo Aveledo,
jefe administrativo de la MUD, el ofensivo ataque que me lanzó el pasado
martes en esta misma página web de El Nacional. Una afirmación
categórica, en el mejor estilo de Rafael Caldera, cuya arrogancia lo
llevaba a dividir a lo demás en dos grupos. Quienes lo querían, o sea,
los buenos, que merecían ir al paraíso, y los que no, los malos,
condenados de antemano al fuego que quema, pero no consume del infierno
medieval. Grave manifestación de intolerancia que repite ahora Aveledo y
que, por supuesto, nada tiene que ver con el serio ejercicio de la
política.
El llamado en primera página de este
diario anunciando su artículo, titulado “Mentir por mezquindad”, me
llamó de inmediato la atención. Pensé: ¿Al fin ha decidido Aveledo
enfrentar públicamente a Maduro y desmentir los rumores que lo
colocaban, bien en Nueva York o Washington, bien enfrascado en la tarea
de promover una inexplicable reunión privada de Henrique Capriles con
Maduro en Miraflores? Tremendo error el mío, porque el destinatario de
este catálogo de infames insultos (me llama mentiroso, mezquino,
ignorante) no era Maduro, sino yo. Y tremenda sorpresa al descubrir que a
pesar de los 40 días de crisis sin precedentes en Venezuela, de
represión masiva y arbitraria, de decenas de estudiantes muertos,
heridos y torturados,; a pesar, en fin, de la sistemática violación de
los derechos humanos y la progresiva militarización del país, a Aveledo,
cabeza visible de la alianza de partidos opositores llamada MUD, le
sobra tiempo libre suficiente para permitirse el lujo de apartarse por
unas horas de su misión de dirigir la maquinaria opositora y perderlo,
sin ningún escrúpulo, en atacar a un relativamente insignificante
escribidor de crónicas políticas. ¿De estas naderías se ocupa el jefe
administrativo de la alianza opositora en esta encrucijada de la
historia nacional?
Lo nunca visto. Quizá por eso, porque
responder su artículo me parecía una ociosidad idéntica a la suya, en un
primer momento decidí no responder a su infeliz sarta de agravios.
Después, sin embargo, algunos amigos me hicieron comprender que pasar
por alto sus ofensas equivalía a darlas por buenas, de modo que aquí
estoy, para poner las cosas en su justo sitio.
2.
En primer lugar, deseo insistir en mi
repudio a la primera y anacrónica afirmación de Aveledo, pues no es nada
sano contaminar los juicios políticos con los ingredientes del amor o
del odio. Esas debilidades del alma, por ser irracionales, lo arrastran a
uno al abismo. Sobre todo, como en el caso de Aveledo, si esas
aserciones son tramposamente pasionales y falsas del todo. La verdad es
que nunca he dejado de promover la unidad de todos los factores no
chavistas como requisito imprescindible para derrotar al régimen, y
desde esta perspectiva me pareció que la MUD podría ser la herramienta
más acabada para armar ese dichoso andamiaje unitario. De ningún modo
podía ni puedo identificar la unidad con la MUD. Lo que pasa, Aveledo,
es que durante sus cinco años y tantos de existencia, la MUD se perdió
en el laberinto del oportunismo y la politiquería. Nunca ha dejado de
usar su excluyente y reducida interpretación de la unidad para acosar,
chantajear y perseguir cualquier disidencia. Tal como advertía Fidel
Castro sobre el desarrollo de su revolución, también dentro de la MUD,
controlada por ellos, todo; fuera de esa MUD maniquea, nada.
Esta visión arrogante del mundo provocó
la primera desviación de la alianza, al negarse sus dirigentes, desde el
mismo instante de su creación, a caracterizar la naturaleza
antidemocrática del régimen. Henrique Capriles, por ejemplo, durante sus
dos campañas como candidato presidencial, siempre sostuvo que él no iba
a caer en la trampa del debate político e ideológico con Chávez ni con
el régimen. Que lo que de veras les importaba a los venezolanos eran las
diferencias de políticas públicas, como si esas políticas no tuvieran a
la fuerza un fundamento esencialmente ideológico. En la situación
generada por la revolución chavista, entre capitalismo y socialismo. En
definitiva, el problema del país no ha sido ni es de políticas públicas
acertadas o no, sino del frenesí socializante del dúo Chávez-Castro para
convertir a Venezuela en otra Cuba lo antes posible, proyecto que por
otra parte fue repudiado por los electores en el referéndum de diciembre
de 2007.
De eso debía haberse ocupado la MUD. Y de
solidarizarse de verdad-verdad con la defensa a fondo de los valores
democráticos (no, por favor, con los intereses de este o aquel candidato
presidencial para las elecciones de 2019). Desconocer desde el primer
momento el carácter totalitario del proyecto político de Chávez fue un
lamentable recurso para no meterse en camisas de once varas y surfear
las dificultades de la situación al menor costo posible, hasta arribar,
sanos y salvos políticamente, a las próximas elecciones. Cuando quiera
que sean. Como si en lugar de oponerse a una poderosa maquinaria
ideológica y militar alimentada de petróleo y más petróleo, estuviéramos
jugando al escondite en el marco de procedimientos institucionales
normales.
3.
Equivocar intencionalmente el ser con el
deber ser para no arriesgar en lo más mínimo su franquicia en el ámbito
político nacional ha impulsado a la MUD a eludir por todos los medios su
supuesto papel opositor. Lo que les importa a los jefes de la MUD es
ceder todo lo que haya que ceder para sobrevivir. Y apartar
continuamente la vista de la realidad, para potenciar la característica
que yo señalo en mi artículo del lunes, “Vía crucis de Venezuela”,
semilla de esta ridícula reacción de Aveledo: la MUD es una “simple
alianza de partidos con fines exclusivamente electorales”.
Pecado de todos los pecados. ¿Se trataba
de una grosera mentira de este escribidor, fruto podrido de la
mezquindad de su espíritu? Claro que no. Entonces, ¿por qué me acusa
Aveledo de mentir mezquinamente, cuando lo único que hago es plantear
una posición contraria a los objetivos de la MUD pero sin ofender a
nadie y haciendo uso de mi derecho democrático de opinar? ¿Acaso tampoco
sus dirigentes están dispuestos a reconocer el derecho de los otros a
la crítica? ¿Esa es la democracia que esta MUD de Aveledo nos ofrece
para cuando despertemos de la pesadilla chavista? ¿Más de lo mismo? ¿O
esa es más bien la razón de las protestas multitudinarias al margen por
completo de la MUD y de que dirigentes de la talla de Leopoldo López,
María Corina Machado y Antonio Ledezma, por discrepar del pensamiento
único de la MUD, se hayan visto obligados a montar tienda aparte y solo
así poder comprometerse, sin la menor vacilación, como les corresponde
hacer a los demócratas cabales, con la justificada protesta de los
estudiantes? ¿O será que también es mentira el llamado a la
desmovilización de los manifestantes que hizo el propio Aveledo en la
plaza Brión el 18 de febrero, tras la detención de Leopoldo López?
¿Acaso no fue Aveledo quien exhortó a la multitud a salir de las calles,
regresar a sus hogares para luego (¿el 22 de febrero?), recuperado el
buen juicio, relanzar a la dirigencia de la MUD, desdibujada por la
fuerza del movimiento estudiantil, y reemprender el verdadero y único
camino “correcto” de la oposición, es decir, la construcción de esa
mayoría que nunca llega con la finalidad de ganarle la partida al
régimen de manera pacífica en las elecciones, y dale con las elecciones,
de 2019?
Aveledo, esta no es una pugna por la
presidencia de la liga nacional de beisbol, ni tampoco una forma de
seleccionar a la reina de unos juegos florales. Aquí y ahora nos jugamos
el destino de Venezuela como nación. Una Venezuela que hoy, estremecida
por las protestas y el sacrificio de la juventud venezolana,
sencillamente ya no está para comiquitas ni pendejadas.
Por favor, seamos serios.
Armando Durán