Por: Sergio Daniel Bote - El pequeño pájaro azul de Twitter ha
crecido de manera espectacular en sus seis años de vida, ante la mirada
atónita de la mayoría de los analistas. Pero en ese tiempo, y en
algunas ocasiones, el pajarito se ha convertido en ave de presa. Lanzar
140 caracteres al
mundo podría parecer más propio de los mensajes cifrados de la Segunda
Guerra Mundial que de los tiempos 2.0, pero lo cierto es que cada día se
envían 340 millones de tuits desde las cuentas de más de 140 millones
de usuarios activos, según las últimas estadísticas oficiales de la
propia red social. Grandes cifras. Sin embargo, la cuestión es ¿puede la burbuja seguir creciendo sin estallar?
Twitter rompió muchas barreras e hizo de la horizontalidad su seña de identidad: teóricamente, cualquiera puede interactuar con el Dalai Lama (@dalailama), con el presidente de Estados Unidos (@barackobama), con su cantante favorito, con la nueva primera dama francesa (@valtrier) o con los periodistas de La Vanguardia. Pero esta característica, a la vez de ser su mejor ventaja, esconde también un doble filo: Twitter puede provocar frustración, estrés, nerviosismo tanto por exceso como por defecto. Y es en esos casos que algunas personas deciden cerrar su cuenta. Hola y adiós. Es un fenómeno relativamente en auge, y los estadounidenses ya han acuñado un nombre para los tuiteros que tiran la toalla: son los Twitter Quitters (quit en inglés significa abandonar, dejar). Algunos quitters son famosos con varios millones de seguidores que se han visto obligados a cerrar sus cuentas para no soportar la humillación tras continuas meteduras de pata. Otros, como Ashton Kutcher (@aplusk), gran estrella durante los primeros años de vida de la red de microblogging junto a su entonces compañera Demi Moore (@justdemi, antes conocida como @mrskutcher), ha dejado su cuenta en manos de especialistas en comunicación.
Claro que no sólo es cosa de famosos, también es algo que afecta a los usuarios que no lo son. ¿Por qué? “El problema principal son las expectativas erróneas o irreales entorno a Twitter”, explica Dolors Reig, psicóloga social, docente de la Universitat Oberta de Catalunya y ESIC y especialista en web 2.0 y redes sociales. Esas expectativas pasan por conseguir rápidamente miles de seguidores, obtener decenas de retuits o poder hablar de tú a tú con personajes notorios. “El problema muchas veces en internet es saber si hay alguien ahí –prosigue Reig–. Si tienes un círculo de seguidores que te dé cancha, como compañeros de trabajo o profesionales de tu ámbito a los que has ido siguiendo, posiblemente poco a poco puedes crear una buena red de intereses. Pero si sólo tienes a famosos, ya sabes que una gran mayoría no te va a contestar, porque sólo usan Twitter como plataforma de promoción, aunque no todos”.
“Twitter es un acelerador social, pero si quieres acelerar mucho, te puedes estrellar”, asegura Miguel del Fresno, especialista en sociedad de la información y reputación en línea, además de doctor en Sociología y profesor en la UNED. Es muy complicado conseguir mucho tráfico en poco tiempo y desde la nada. “Cuando uno se crea una cuenta en Twitter, vale la pena pasar un tiempo observando y adecuando las expectativas a la realidad del sitio”, subraya Reig. Del Fresno comparte esta opinión: “La disonancia entre la experiencia personal deseada y la lógica del medio puede llevarte a dejarlo”.
Otra causa habitual de abandono puede tener que ver con dominar las lógicas del medio. Twitter es como una pequeña república: tiene una serie de protocolos, leyes tácitas y rutinas que exigen un mínimo periodo de aprendizaje para interiorizarlos (por ejemplo, agradecer los retuits). Y también códigos que pueden despistar al principio (palabrejos como #FF o MT). Para Del Fresno, “el abandono tiene que ver muchas veces con el control del medio: cuando no puedes controlarlo es una fuente de potencial frustración. En Twitter hay una ética implícita que hay que asumir”.
La red de microblogging también se caracteriza por su extrema inmediatez. Las entradas se suceden rápidamente en el llamado timeline y los temas del momento (conocidos como trending topics) no suelen alcanzar ni una hora de vida. “La vida de un tuit es cortísima, apenas 10 ó 20 segundos”, explica Del Fresno. Podemos creer que estamos compartiendo una idea genial, pero es que en el mismo minuto en que estamos tuitéandola hay otros 200.000 nuevos tuits recién salidos del horno que la pueden eclipsar.
Repetir hasta la saciedad tampoco es buena idea. El experto cita un caso de mala estrategia que se convirtió incluso en spam. “Unos chicos que habían hecho un peli se dedicaron a enviar 500 veces el mismo tuit a todo el mundo. Cuando les advertí que no era una buena idea, ni siquiera aceptaron la crítica”. Las críticas suponen una parte fundamental del ecosistema tuitero. Estar sujetos al juicio público no siempre agrada. “Se rompe el esquema de los medios clásicos y la gente te puede criticar. Y esto no siempre nos gusta. Cuando tienes un perfil público, y lanzas una reflexión personal, tienes que tener en cuenta que alguien te puede contestar de manera desagradable. Yo he hecho estudios para algunas marcas, y está claro que si procesamos las críticas y las ponemos en positivos, los resultados suelen ser buenos”.
Dolors Reig explica que Twitter es una buena herramienta de “creación de identidad personal y pública. Te enseña que te pueden criticar y que debes escucharlo. Hay personas –relata– a las que meter la pata les ha costado incluso el puesto de trabajo. Pero todos metemos la pata dentro y fuera de Twitter. Pero, como en la vida real, lo mejor es no borrar la equivocación, sino disculparse en el tuit siguiente”. Es un error pretender ser perfecto. “Twitter es bidireccional y horizontal. Por tanto, una idea de nosotros mismos idílica y que no se corresponde con la realidad es difícilmente sostenible en el tiempo. Y eso provoca abandono”, asegura Del Fresno.
Todo por mis seguidores “Muchas veces sucede que el número de followers (seguidores) no es real. Y te estás engañando. Si empiezas a hacer follows, al menos un 20% te lo devuelve por cortesía. Pero no siempre estás creando audiencia, porque son sólo vínculos sin valor añadido. Conozco personas que tienen 50.000 seguidores y que siguen 50.000 cuentas. No es manejable. Yo sólo sigo a 200 y pico. Creo que Twitter requiere más habilidades sociales que Facebook, hay que trabajárselo más”. Miguel del Fresno, cuya cuenta en Twitter se llama, irónicamente, @yo_Antitwitter, tiene más de 5.000 seguidores. “He conocido a gente muy interesante. Por ejemplo, el otro día tuitée que estaba buscando un hotel en Amsterdam. En 10 minutos tenía cuatro respuestas y dos minutos después hice la reserva. Es un grupo que he ido cuidando mucho, no he hecho listas, y conozco personalmente al 90%. Pero son seguidores que no he conseguido de forma anticipada. La precipitación por querer ser notorio puede causar ansiedad”.
Según un estudio de Semantic Hacker, mucha gente utiliza Twitter como un simple chat. De hecho, el 27% de los tuits son replies, respuestas a menciones, o lo que es lo mismo, conversaciones con otros usuarios. Y más del 30% de los tuits son sobre uno mismo. “Si todas las entradas de tu timeline están precedidas por una @ y no hay aportaciones personales, es muy difícil que vayas a crearte un hueco”, asegura Dolors Reig.
Twitter exige un equilibrio en lo que publicamos que a veces puede resultar delicado. Entre las principales razones para el unfollow, según el consultor on line Whitefireseo.com, figurantuitear demasiado (66%), demasiados mensajes automáticos o programados (58%), compartir el mismo enlace demasiadas veces (47%), no tuitear nada (38%) o tuitear sólo sobre uno mismo (34%). “En Twitter nos convertimos en un micromedio y, por tanto, tendremos éxito sólo si tuiteamos con criterio, con un tono personal, y una ‘línea editorial’. Sólo puedes compartir bien si ayudas a los otros, intentas poner en contacto a personas con cosas en común…”, asegura Miguel del Fresno.
Un reciente estudio de la Universidad de Chicago comprobó que tuitear o usar el correo electrónico podía ser más adictivo que los cigarrillos y el alcohol. El estudio, llevado a cabo en la ciudad alemana de Würtzburg, consistía en medir cuánto podemos resistir nuestros deseos. Para ello seleccionaron unas 200 personas a las que equiparon con BlackBerry. Estas debían indicar cuándo experimentaban cualquier clase de deseo, la fuerza del mismo y si entraba en conflicto con otros. Así, el deseo de estar en la red social era difícil de resistir, según los responsables del estudio, por “su fácil accesibilidad y porque no implica esfuerzo implicarse en la actividad, y no cuesta dinero”. Dolors Reig opina que “lo que engancha de Twitter no es tanto la red sino las relaciones sociales que se producen en ella, la información, los intereses. Somos informívoros. Las adicciones siempre tienen algo detrás: la máquina tragaperras no engancha por sí sola, lo que atrae es el riesgo de perder".
Al alcanzar cierta notoriedad, Twitter se vuelve más vibrante y exige más tiempo para atender a todos. “Hay gente que está muy pendiente de su relación con los demás, si contestan en tiempo real. Eso crea una especie de ansiedad social –explica Del Fresno–. No tienes por qué atender a todo el mundo. Si uno de tus mensajes consigue 90 retuits, no puedes dar las gracias uno por uno”.
Dolors Reig (@dreig), con cerca de 36.000 seguidores, explica que no puede contestar a todo el mundo. “Sólo contesto a preguntas interesantes si tengo tiempo. Cuando recibes 150 menciones diarias es imposible. Además, la gente ve el número de seguidores que tienes, y pueden imaginar que no hay tiempo para todos si es un número muy elevado. Hay quien contrata un community manager para gestionar todo esto; pero yo creo que hace perder espontaneidad, y en Twitter lo más importante es ser uno mismo”.
Los trolls Aunque al hablar de trolls todos tenemos en mente a los desagradables y malolientes seres de la mitología escandinava, el origen de la palabra se sitúa en el inglés trolling, una técnica de pesca. Sin embargo, la metáfora nórdica se adapta mejor al tipo de personas que sólo están en Twitter (y en otras redes sociales) para crear controversias, insultar o, incluso, amenazar. Recientemente, la periodista de TVE María Escario (@mariaescariotve) recibió amenazas de muerte, al igual que sus colegas (también periodistas deportivos) Juanma Castaño (@juanmacastano) y Santiago Segurola (@S_Segurola), que borró su cuenta.
La Policía Nacional suele recordar de manera periódica a través de su cuenta (@policia) que “las amenazas graves, como otras formas de ciber acoso demostrado, suponen un delito perseguido por la ley”, por lo que se pueden denunciar. Para insultos y demás menciones molestas, basta con bloquear al usuario que las realice. Dolors Reig recuerda la frase “si no tienes un troll, no eres nadie”, y subraya que “es muy fácil no recibir esas cosas, simplemente bloqueando. Cuando mucha gente ha bloqueado al personaje, Twitter le cerrará la cuenta por spammer. Ojalá en la vida real fuese igual de fácil perder de vista a quien te molesta”.
Miguel del Fresno cree que “no hay que sobredimensionar el fenómeno troll. Hay un movimiento de simpatía en internet, y es que si algún personaje se permite romper los códigos de manera ofensiva, la gente se le echará encima. Se les puede debatir, y si tienes habilidad, puedes desactivar a los trolls con elegancia. Internet siempre ha sido así, los trolls ya estaban ahí en 1995 en los famosos newsroom”. Los dos expertos coinciden en que puede que Twitter no sea para todo el mundo. En opinión de Del Fresno, “definitivamente no podemos estar en todos lados, a pesar del efecto llamada. Hay que hacer una criba, reflexionar sobre la función y la utilidad que tiene cada plataforma para nosotros, y tender a la eficacia. Personalmente creo que el binomio Twitter más blog es el más eficaz en mi caso, pero soy consciente de que quizá no es exportable a otras personas”. Para Reig, “nos imponemos cosas que no son reales. No hay que exigirse tanto. No hace falta que todo el mundo esté en Twitter. Es una buena herramienta para selección de personal y en determinadas profesiones, pero quizá no para todas. Lo importante es la compensación. Si no te compensa ¿para qué vas a estar?”.
Los famosos
Los músicos Andrés Calamaro o Courtney Love o los actores James Franco y Ashton Kutcher son algunos de los twitter quitters que
han levantado polvareda antes y después de cerrar sus cuentas o
delegarlas en algún asistente o una empresa de comunicación, como el
caso de Kutcher (@aplusk). Por su parte, Courtney Love (@Courtney) ha
dejado la red tras
numerosas salidas de tono (incluso contra su hija) y ha vuelto también
en numerosas ocasiones. Su cuenta ahora le llevan sus publicistas. James
Franco (@jamesfranco) mantuvo su cuenta unas pocas semanas después de
que sus patrocinadores le presionaron para
dejarlo por sus comentarios acerados. Calamaro (@andres_calamaro) juzgó
a Twitter de “coro de subnormales” tras un rifirrafe sobre tauromaquia.
Una agencia le lleva la promoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario