Por: Pedro Raúl Villasmil Soulés - Observando y oyendo las quejas y denuncias de los diversos voceros de la MUD; pero sobre todo contemplando, yo mismo, con estupor y asombro el desuello descarado, cínico, impúdico y procaz de las rectoras del CNE y el modo fullero, tramposo, timador y aranero para inclinarse a favorecer las conveniencias e intereses de Chávez en la campaña electoral, me vino a la mente aquel mito famoso de Las Harpías. Esa suerte de humanoides aladas con rostro de mujer, cuerpo de buitre y afiladas garras que Virgilio, por cierto, ubicó en el vestíbulo de los Infiernos dispuestas a hollar la tierra para cumplir cualquier encargo que causara a los mortales: infortunios, maltratos, daños o vicios.
Estos seres, tocados por el hechizo del céfiro del Mar Egeo, son tres cuyos nombres revelan bien sus naturalezas: Aelo (viento tempestuoso), Ocípete (vuelo rápido), Celeno (la oscura).
Su perniciosa tarea les fue encomendada por Zeus quien, conociéndoles bien su índole, les ordenó descargar su abuso contra Fineo, gobernante de Tracia quien tenía, además, el don de la profesía a la que este poderoso soberano de hombres y dioses temía no fuera a confesar, un vendaval de hechos secretos que hincharan las velas de la verdad sobre todo cuanto pasaba en el Olimpo. Para evitarlo, convocó a Las Harpías para que valiéndose del rapto -su medio de intimidación- la causaran a Fineo (a quién ya tenía confinado en una isla) todos los daños posibles que le incomodaran la existencia.
Su perniciosa tarea les fue encomendada por Zeus quien, conociéndoles bien su índole, les ordenó descargar su abuso contra Fineo, gobernante de Tracia quien tenía, además, el don de la profesía a la que este poderoso soberano de hombres y dioses temía no fuera a confesar, un vendaval de hechos secretos que hincharan las velas de la verdad sobre todo cuanto pasaba en el Olimpo. Para evitarlo, convocó a Las Harpías para que valiéndose del rapto -su medio de intimidación- la causaran a Fineo (a quién ya tenía confinado en una isla) todos los daños posibles que le incomodaran la existencia.
Sin aprensión ni escrúpulo y maltratando e irrespetando su condición humana, le arrebataban sus proventos cada vez que los tenía consigo, hambreándolo y, como si fuera poco, le corrompían el ambiente con toda suerte de argucias coprológicas.
No muy lejos los hechos que ocurren en este mito han estado, por su parecido, presentes en las andanzas de estas singulares rectoras quienes, por sus ejecutorias, han sido más "madrastras de vicios" que "madres de virtudes".
Como Las Harpías, ellas se han ofrecido a proporcionarle al inescrupuloso Zeus barinés sus buenos oficios para ayudarlo a menguar su temor sobre cualquier imponderable electoral. Es así, como resuelven anularse ellas su individualidad conviniendo, a la vez, que el CNE enajenara al autócrata su poder autónomo para que lo hiciera parte integrante de su feudo zalamero. De este modo, valiéndose de todos los ardides tramados, seguramente, por él y si no con su consentimiento, se prestaron, como Las Harpías, a raptar normas, violar principios, atropellar preceptos, desconocer leyes y pisotear conductas; a enrarecer el ambiente permitiendo toda suerte de transgresiones, atropellos, corruptelas e ilegalidades con los cuales han irrespetado, ofendido y burlado a ese Fineo que es el pueblo venezolano.
Con la mas descarada inmoralidad, han mancillado la integridad y la autonomía de un poder vital e indispensable para apuntalar, soberanamente, la democracia, transformándolo en un apéndice del brazo ejecutor del Mandón, mientras estas señoras rectoras ganan, individualmente, en "seguridad y en "orgullo" al contar con un poder cautivo pero bien tazado con un botín de recompensas.
Como Las Harpías, ellas se han ofrecido a proporcionarle al inescrupuloso Zeus barinés sus buenos oficios para ayudarlo a menguar su temor sobre cualquier imponderable electoral. Es así, como resuelven anularse ellas su individualidad conviniendo, a la vez, que el CNE enajenara al autócrata su poder autónomo para que lo hiciera parte integrante de su feudo zalamero. De este modo, valiéndose de todos los ardides tramados, seguramente, por él y si no con su consentimiento, se prestaron, como Las Harpías, a raptar normas, violar principios, atropellar preceptos, desconocer leyes y pisotear conductas; a enrarecer el ambiente permitiendo toda suerte de transgresiones, atropellos, corruptelas e ilegalidades con los cuales han irrespetado, ofendido y burlado a ese Fineo que es el pueblo venezolano.
Con la mas descarada inmoralidad, han mancillado la integridad y la autonomía de un poder vital e indispensable para apuntalar, soberanamente, la democracia, transformándolo en un apéndice del brazo ejecutor del Mandón, mientras estas señoras rectoras ganan, individualmente, en "seguridad y en "orgullo" al contar con un poder cautivo pero bien tazado con un botín de recompensas.
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