martes, 1 de marzo de 2022

Permanencia en lo fugaz


“No hay un momento en que podamos decirle al tiempo: “Detente. ¡Eres tan hermoso!”, como quería Goethe. 
 
El presente no se detiene. 
 
No podríamos imaginar un presente puro: sería nulo. 
 
El presente tiene siempre una partícula de pasado, una partícula de futuro. Y parece que eso es necesario al tiempo. 
 
En nuestra experiencia, el tiempo corresponde siempre al río de Heráclito, siempre seguimos con esa antigua parábola. Es como si no se hubiera adelantado en tantos siglos. Somos siempre Heráclito viéndose reflejado en el río, y pensando que el río no es el río porque han cambiado las aguas, y pensando que él no es Heráclito porque él ha sido otras personas entre la última vez que vio el río y ésta. 
 
Es decir, somos algo cambiante y algo permanente. Somos algo esencialmente misterioso. 
 
¿Qué sería cada uno de nosotros sin su memoria? Es una memoria que, en buena parte, está hecha del ruido pero que es esencial. 
 
No es necesario que yo recuerde, por ejemplo, para ser quien soy, que he vivido en Palermo, en Adrogué, en Ginebra, en España. Al mismo tiempo, yo tengo que sentir que no soy el que fui en esos lugares, que soy otro. Ése es el problema que nunca podremos resolver: el problema de la identidad cambiante. 
 
Y quizá la misma palabra cambio sea suficiente. Porque si hablamos del cambio de algo, no decimos que algo sea reemplazado por otra cosa. Decimos: “La planta crece”. No queremos decir con esto que una planta chica deba ser reemplazada por una más grande. Queremos decir que esa planta se convierte en otra cosa. Es decir, la idea de la permanencia en lo fugaz.”
 
Jorge Luis Borges
1979

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario