Por: Rafael Muci-Mendoza
¿Es que el orgullo de ser venezolanos está irremisiblemente perdido?
El término fallido tiene diversos sinónimos aceptados: errado, marrado, frustrado, abortado, malogrado o fracasado.
La denominación de Estado Fallido, si a ver vamos, parece haber sido enunciada exclusivamente para definir a la Venezuela de hoy; sí, esa misma que la mayoría de los conciudadanos que nos oponemos democráticamente al régimen y sus maneras de ser y hacer, y que los líderes opositores no aciertan a combatir en los mismos términos, a los fallidos que nos maltratan... Para comenzar podríamos decir que la dirigencia roja en medio de una gran indiferencia, ha fallado en garantizarnos los servicios básicos (salud, alimentación, protección, vivienda, seguridad, justicia y un largo etcétera). Desde inicios de la
década 2000, el Centro de Estudio The Fund for Peace
http://www.fundforpeace.org/web/index.php?option=com_content&task=view&id=1.
The Fund for Peace. Consultado el 19.11-2014), define paladinamente la situación fallida: ha fracasado en proveer garantía del control físico del territorio, cediendo la soberanía territorial, judicial y política a Cuba, Rusia y China entre otros, sin haber informado para nada a la población sobre condiciones de pactos y endeudamientos, al punto de ser llamados ¨cubazuela¨, término por demás despectivo, repugnante y lacerante. Hemos dado por perdida la exigencia patriótica de la reclamación del Esequibo, y la prohibición de hacerlo proviene de los Castro, pues según expresan ¨El reclamo venezolano es prueba de expansionismo y Guyana tiene pleno derecho a gozar de su entero territorio con plena libertad¨. Este es un hecho manifiesto y flagrante que conlleva a la erosión de la legítima autoridad para la toma de decisiones de Estado. Vea usted los viajes del entredicho presidente Maduro a Cuba -tanto por legitimidad de origen y desempeño-, desde donde nos fue impuesto y a más que pedir consejos, acude a recibir vergonzosas directrices, siempre en contra de los más elevados intereses de la nación.
Aún se pretende desconocer cuál fue su país de nacimiento y si realmente ganó o no las elecciones por ¨estrecho margen¨. La compra indigna del llamado Poder Moral le ha mantenido muy a pesar del fracaso en lo social, político y la degradación económica, llevando el ignominioso blasón de su debilidad e ineficacia y su poco control sobre vastas regiones del territorio nacional donde cunde la guerrilla, los alzados y los paramilitares. El enorme nivel de corrupción a todo nivel promocionado, propiciado y mantenido desde altos niveles del gobierno, la criminalidad, los colectivos delictivos: grupos armados que desafían directamente y sin ambages la autoridad del Estado y las policías ineficaces también corruptas y aupadas desde arriba, son innegables realidades. Todo configura un Estado Fallido que es ineficaz, pues sólo tiene control nominal de su territorio, amenazado por grupos armados que desafían directamente su autoridad, que muestra una total inhabilidad para hacer cumplir las leyes, con elevadas tasas de criminalidad, con dirigentes del oficialismo que más que currículum ostentan un prontuario delictivo, con extrema corrupción, con un extenso y caótico mercado informal que impone reglas y precios injustos, con una creciente burocracia impenetrable, con una injusta e ineficacia judicial total y una interferencia intencional de militares en la política jugando con asuntos que no conocen...
Para más colmo, la dirigencia opositora también fallida, aparece fragmentada, acomodada en el reducido espacio que le ha dejado la intolerancia sólo para guardar las apariencias, con líderes con propuestas envejecidas e inocuas sin metas compartidas, incapaces de movilizar el creciente descontento ciudadano, creyendo que con edulcoradas palabras que invocan una democracia inexistente pueden oponerse a un proyecto que nunca ha estado ni estará dispuesto a dejar el poder menospreciando de forma tácita el Artículo 350 de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, donde se lee: ¨El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos¨. ¿Pudo acaso pedirse mayor claridad al legislador? ¿Puede acaso ignorarse este mandato?, ¿Es que debemos resignarnos a mendrugos y limosnas?, ¿Es que el orgullo de ser venezolanos está irremisiblemente perdido...? Mi llamado, que es mi esperanza, invoca a un despertar de todos los sentimientos libertarios que alberga el gentilicio venezolano.
No podemos ni tenemos porqué ser un Estado Fallido...
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