viernes, 28 de junio de 2013

Si nos ahogamos comiendo es porque el bolo deglutivo quiso entrar por la laringe en vez de hacerlo por el esófago.















Los órganos que constituyen la garganta y sus conexiones posteriores aparecen de perfil en este dibujo

Seguir a: @lacienciaamena

Por: Arístides Bastidas
Diciembre 11, 1981

En la garganta están las vías que comunican al cuerpo con el exterior para hacer el intercambio de oxígeno por gas carbónico y de recibir el agua que cumplirá funciones disolventes y de termorregulador junto con los alimentos que hacen posibles la vida y el trabajo.

En tal zona hay unos túneles oscuros que conducen a esa ventana iluminada que es la boca cuando se abre y a las fosas nasales que son como los caminos oficiales que cruzan el aire cuando entra y cuando sale.

Los órganos que allí se hospedan no tienen el gran prestigio de vísceras como el cerebro, el corazón y los riñones, pero si se obstruyeran durante más de cinco minutos nos quedaríamos para siempre en la inconciencia más absoluta e irremediable.

En la garganta está la faringe, que en su parte superior, se denomina nasofaringe. Es un tubo que al poco trecho, se bifurca en dos canales: uno llevará por la tráquea hasta los bronquios el aire inhalado y devolverá al exterior el despojado de oxígeno; el otro, será el viaducto por el que la comida deglutida irá al estómago impulsada por los movimientos peristálticos. Me refiero al esófago.

La faringe está, como se ve, en el comienzo de la garganta y es un portón abierto para todas las cosas que hayan de ingresar en nuestro organismo.

Ahora bien, en el funcionamiento de esta área abundan las sutilezas, si bien es de una marcada y aparente sencillez.

El virus que aquí observamos se multiplica por millones y millones en la faringe causando muchas molestias, entre ellas el dolor de garganta.

En las cabeceras de este sector están instalados vigías del cerebro representado por innumerables terminaciones nerviosas que constantemente informan a su amo y señor de cuánta novedad es puesta a su alcance. Con esos datos se originan diversas órdenes que los músculos de la región atenderán con prontitud relampagueante.

Si es aire lo que va a pasar, la laringe se mantiene abierta para darle una cordial bienvenida; si es un líquido o un sólido el que pide paso, automáticamente se cierra el orificio de la laringe con un cartílago que tiene forma de raqueta y que los científicos denominan el título Epiglotis. Si cometemos la imprudencia de hablar en el momento de la deglución, la Epiglotis se aparta para darle salida al aire libre que viene de los pulmones.
En ese instante nos atragantamos porque el alimento se ha ido parcialmente por el camino viejo, es decir se ha metido por la laringe.

Este accidente benigno puede ocurrir también cuando tragamos con saliva, dando lugar a las frases usual de que nos hemos ahogado con ella. Por cierto, que en la parte superior de la faringe están las amígdalas, nombre técnico y las agallas. Son dos protuberancias con el aspecto de caramelos rosados. Dentro de ellas se almacenan los llamados tejidos de linfoides que en este caso fabrican células que reemplazarán, junto con las elaboradas en otros departamentos del cuerpo, los 8 millones de células que mueren por segundo en la sangre de las personas adultas.


Tiene una misión antitóxica pero a veces deben ser extirpadas porque se han dejado invadir por millones de agresivos estreptococos. Más abajo, en la parte delantera de la garganta está la laringe, cilindros de cinco centímetros de longitud que poseen en su interior unos despliegues en forma "V". Según las instrucciones que reciban del cerebro, se acerca o se aleja, se engruesa o angosta. El aire que la atraviesa nos proporcionará los diferentes tonos de voz que posteriormente modularán la lengua, los clientes, los labios, el paladar. Ustedes saben que estoy aludiendo a las cuerdas vocales.

La laringe sería muy vulnerable desde fuera sino contara una protección que le dan cinco cartílagos. El más grande de ellos, es el que forma la supuesta manzana de Adán. Por ella cruzan las violentas emisiones de aire que originan la tos y los estornudos, procedimientos que aplicamos para limpiar las vías respiratorias.

Por cierto que estas emisiones de aire salen a una velocidad que puede llegar, aunque parezca increíble, a 112 km/h. La garganta es el centro de acción de los virus del resfriado y de los catarros. Las mucosidades excesivas que ellas segregan tienen el fin de aislar a los ultra microscópicos intrusos.


Tomado de:
http://lacienciaamena.blogspot.com/2004/12/si-nos-ahogamos-comiendo-es-porque-el.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su Comentario