miércoles, 27 de agosto de 2008

Los Amigos


Por: Alirio Pérez Lo Presti - Creo que uno de los principios con los cuales soy más consecuente en lo que llevo de vida es con el concepto y alcances de lo que significa cultivar la amistad. Con alguna frecuencia suelo preguntarles a las personas ¿Cuántos amigos tienen? Rara vez alguien usa los cinco dedos de la mano. Para mi sorpresa, agradecimiento y felicidad, tengo más amigos que dedos en la mano. Los cuido, los cultivo como si fueran flores delicadas, trato de estar pendiente de ellos y cada vez que nos encontramos, así vivan al otro lado del mundo y pasemos años sin vernos, retomamos la conversación como si nos hubiésemos visto el día antes.
Soy muy afortunado por haber vivido la experiencia de haber cosechado y ver los frutos de tantos amigos que tanto han hecho por mí. Una de las experiencias más hermosas del cultivar la amistad es descubrir que en realidad se trata de un proceso que requiere paciencia, tolerancia, respeto y una lealtad que se va creando a la par del tiempo. Tengo amigos tan disímiles que sería imposible hacer que coincidieran entre ellos. Simplemente no se tolerarían. Por esta razón, tengo que reunirme con mis amigos luego de haber realizado un proceso de selección en el cual debo tener el tino de saber quiénes son más cercanos al aceite y cuáles se asemejan más al vinagre. Este proceso me ha enseñado mucho sobre los múltiples rostros del ser humano y sus múltiples caretas. Con mis amigos he aprendido, he crecido y he amado. Esas tres instancias me permiten afirmar que si algo vale la pena en esta vida azarosa e intensa es la extraordinaria experiencia de cultivar la amistad. Dice Nietzsche que los amigos son también enemigos. En realidad mucho de eso hay. Si no se tiene claro el auténtico alcance de la amistad, podríamos pedirles, a los otros, cosas que injustamente estaríamos exigiendo. Es por eso que en toda amistad existe un alto grado de compasión que permite en el marco de la más insoslayable de las diferencias, colocarse en el lugar del otro, aceptarlo como es y entender por qué hace lo que hace. A mis amigos les debo una enorme tajada de lo que soy. Particularmente esa tajada que está relacionada con los elementos potencialmente loables de mi existencia. Sin amigos nos perdemos de la compañía del otro y de la nuestra. Sin los amigos los placeres son sólo placeres, pues bien es sabido que un placer compartido es doblemente placentero. Sin los amigos jamás llegaríamos a comprendernos nosotros mismos… si es que se puede. A fin de cuentas… ¿Qué sería de la vida sin los amigos?

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