viernes, 18 de julio de 2008

Nueva teoría económica: el regateo


Esta es una croniquilla estilo Groucho Marx, al ser imposible escribirla de otra forma. El inteligente humorista decía: "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados" . Escuchando la revolucionaria teoría del regateo expuesta sin mueca de risa por el ministro Elías Jaua, esas palabras son inequívocas. En los fundamentos de la economía, representados por nombres innovadores en esa materia – ejemplo Adam Smith, Joahn Stuart Mill o T. R Malthus -, la palabreja regateo no parece ser un neologismo útil para hincarle a la galopante inflación que nos tritura a dentelladas, pero esa evidencia no es causa ni razón para negar que tal terminología, nacida en los zocos árabes, contenga la esencia primogénita, el Alfa y Omega o la varita mágica de nuestros males al momento de ir al mercado en busca de las viandas de cada día. La idea no es tan descabellada al basarnos en las evidencias de que los 140 ministros recambiables que el presidente Hugo Chávez va sumando en esta década de su gobierno prodigioso, sean los más precarios seres que haya parido la patria en su larga historia republicana, y aún hay algo más asombroso: aparte de poseer todos y todas, un título Honoris Causa en la Universidad Bolivariana, han mamado a puro pulso erudiciones económicas efectuando teoremas con las canicas y barajitas en las calles de nuestras ciudades, es decir: a riñón partido con la vida. Jaua, el minpopo de los surcos agrarios, destaca cual celeste llama entre sus esclarecidos cofrades o cofradas del gabinete. Habiendo mamado la ciencia infusa, sus conocimientos sobre la papaya sembrada en canastillas al relente de la tarde en el equinoccio de invierno, ha recibido loas de los cañicultores de Zimbabwe, adjudicándole por unanimidad diploma, medalla y melón ahumado. La reimplantació n del sabroso sistema de regateo en Venezuela ha sido un toque subliminal. Tanto, que desde los cuatro puntos cardinales del planeta, zarandeados a cuenta de la crisis brotada en las entrañas del Imperio, con miras a sofocar el empuje de nuestro Comandante Presidente (¿alguien sabe en qué país está hoy repartiendo morocotas?) empeñado con ahínco en instalar gallineros verticales y huertos en las azoteas hasta en la mismísima cúpula de San Pedro de Roma, ha creado tirria en Washington. Al final, volver a Groucho vs. Chávez: "Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros".

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