viernes, 27 de mayo de 2016

¿Cuáles son los 10 ladrones de tu energía?

Dalai Lama

1- Deja ir a personas que sólo llegan para compartir quejas, problemas, historias desastrosas, miedo y juicio de los demás. Si alguien busca un bote para echar su basura, procura que no sea en tu mente.

2- Paga tus cuentas a tiempo. Al mismo tiempo cobra a quién te debe o elige dejarlo ir, si ya es imposible cobrarle.

3- Cumple tus promesas. Si no has cumplido, pregúntate por qué tienes resistencia. Siempre tienes derecho a cambiar de opinión, a disculparte, a compensar, a re-negociar y a ofrecer otra alternativa hacia una promesa no cumplida; aunque no como costumbre. La forma más fácil de evitar el no cumplir con algo que no quieres hacer, es decir NO desde el principio.

4- Elimina en lo posible y delega aquellas tareas que no prefieres hacer y dedica tu tiempo a hacer las que sí disfrutas.

5- Date permiso para descansar si estás en un momento que lo necesitas y date permiso para actuar si estás en un momento
de oportunidad.

6- Tira, levanta y organiza, nada te toma más energía que un espacio desordenado y lleno de cosas del pasado que ya no necesitas.

7- Da prioridad a tu salud, sin la maquinaria de tu cuerpo trabajando al máximo, no puedes hacer mucho. Tómate algunos descansos.

8- Enfrenta las situaciones tóxicas que estás tolerando, desde rescatar a un amigo o a un familiar, hasta tolerar acciones negativas de una pareja o un grupo; toma la acción necesaria.

9- Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar.

10-Perdona, deja ir una situación que te esté causando dolor, siempre puedes elegir dejar el dolor del recuerdo.


jueves, 26 de mayo de 2016

Nido de avispas

Por: Agatha Christie





John Harrison salió de la casa y se quedó un momento en la terraza de cara al jardín. Era un hombre alto de rostro delgado y cadavérico. No obstante, su aspecto lúgubre se suavizaba al sonreír, mostrando entonces algo muy atractivo.
Harrison amaba su jardín, cuya visión era inmejorable en aquel atardecer de agosto, soleado y lánguido. Las rosas lucían toda su belleza y los guisantes dulces perfumaban el aire.
Un familiar chirrido hizo que Harrison volviese la cabeza a un lado. El asombro se reflejó en su semblante, pues la pulcra figura que avanzaba por el sendero era la que menos esperaba.
-¡Qué alegría! -exclamó Harrison-. ¡Si es monsieur Poirot!
En efecto, allí estaba Hércules Poirot, el sagaz detective.
-¡Yo en persona. En cierta ocasión me dijo: "Si alguna vez se pierde en aquella parte del mundo, venga a verme." Acepté su invitación, ¿lo recuerda?
-¡Me siento encantado -aseguró Harrison sinceramente-. Siéntese y beba algo.
Su mano hospitalaria le señaló una mesa en el pórtico, donde había diversas botellas.
-Gracias -repuso Poirot dejándose caer en un sillón de mimbre-. ¿Por casualidad no tiene jarabe? No, ya veo que no. Bien, sírvame un poco de soda, por favor whisky no -su voz se hizo plañidera mientras le servían-. ¡Cáspita, mis bigotes están lacios! Debe de ser el calor.
-¿Qué le trae a este tranquilo lugar? -preguntó Harrison mientras se acomodaba en otro sillón-. ¿Es un viaje de placer?
-No, mon ami; negocios.
-¿Negocios? ¿En este apartado rincón?
Poirot asintió gravemente.
-Sí, amigo mío; no todos los delitos tienen por marco las grandes aglomeraciones urbanas.
Harrison se rió.
-Imagino que fui algo simple. ¿Qué clase de delito investiga usted por aquí? Bueno, si puedo preguntar.
-Claro que sí. No sólo me gusta, sino que también le agradezco sus preguntas.
Los ojos de Harrison reflejaban curiosidad. La actitud de su visitante denotaba que le traía allí un asunto de importancia.
-¿Dice que se trata de un delito? ¿Un delito grave?
-Uno de los más graves delitos.
-¿Acaso un ...?
-Asesinato -completó Poirot.
Tanto énfasis puso en la palabra que Harrison se sintió sobrecogido. Y por si esto fuera poco las pupilas del detective permanecían tan fijamente clavadas en él, que el aturdimiento lo invadió. Al fin pudo articular:
-No sé que haya ocurrido ningún asesinato aquí.
-No -dijo Poirot-. No es posible que lo sepa.
-¿Quién es?
-De momento, nadie.
-¿Qué?
-Ya le he dicho que no es posible que lo sepa. Investigo un crimen aún no ejecutado.
-Veamos, eso suena a tontería.
-En absoluto. Investigar un asesinato antes de consumarse es mucho mejor que después. Incluso, con un poco de imaginación, podría evitarse.
Harrison lo miró incrédulo.
-¿Habla usted en serio, monsieur Poirot?
-Sí, hablo en serio.
-¿Cree de verdad que va a cometerse un crimen? ¡Eso es absurdo!
Hércules Poirot, sin hacer caso de la observación, dijo:
-A menos que usted y yo podamos evitarlo. Sí, mon ami.
-¿Usted y yo?
-Usted y yo. Necesitaré su cooperación.
-¿Esa es la razón de su visita?
Los ojos de Poirot le transmitieron inquietud.
-Vine, monsieur Harrison, porque ... me agrada usted -y con voz más despreocupada añadió-: Veo que hay un nido de avispas en su jardín. ¿Por qué no lo destruye?
El cambio de tema hizo que Harrison frunciera el ceño. Siguió la mirada de Poirot y dijo:
-Pensaba hacerlo. Mejor dicho, lo hará el joven Langton. ¿Recuerda a Claude Langton? Asistió a la cena en que nos conocimos usted y yo. Viene esta noche expresamente a destruir el nido.
-¡Ah! -exclamó Poirot-. ¿Y cómo piensa hacerlo?
-Con petróleo rociado con un inyector de jardín. Traerá el suyo que es más adecuado que el mío.
-Hay otro sistema, ¿no? -preguntó Poirot-. Por ejemplo, cianuro de potasio.
Harrison alzó la vista sorprendido.
-¡Es peligroso! Se corre el riesgo de su fijación en la plantas.
Poirot asintió.
-Sí; es un veneno mortal -guardó silencio un minuto y repitió-: Un veneno mortal.
-Útil para desembarazarse de la suegra, ¿verdad? -se rió Harrison. Hércules Poirot permaneció serio.
-¿Está completamente seguro, monsieur Harrison, de que Langton destruirá el avispero con petróleo?
-¡Segurísimo. ¿Por qué?
-¡Simple curiosidad. Estuve en la farmacia de Bachester esta tarde, y mi compra exigió que firmase en el libro de venenos. La última venta era cianuro de potasio, adquirido por Claude Langton.
Harrison enarcó las cejas.
-¡Qué raro! Langton se opuso el otro día a que empleásemos esa sustancia. Según su parecer, no debería venderse para este fin.
Poirot miró por encima de las rosas. Su voz fue muy queda al preguntar:
-¿Le gusta Langton?
La pregunta cogió por sorpresa a Harrison, que acusó su efecto.
-¡Qué quiere que le diga! Pues sí, me gusta ¿Por qué no ha de gustarme?
-Mera divagación -repuso Poirot-. ¿Y usted es de su gusto?
Ante el silencio de su anfitrión, repitió la pregunta.
-¿Puede decirme si usted es de su gusto?
-¿Qué se propone, monsieur Poirot? No termino de comprender su pensamiento.
-Le seré franco. Tiene usted relaciones y piensa casarse, monsieur Harrison. Conozco a la señorita Moly Deane. Es una joven encantadora y muy bonita. Antes estuvo prometida a Claude Langton, a quien dejó por usted.
Harrison asintió con la cabeza.
-Yo no pregunto cuáles fueron las razones; quizás estén justificadas, pero ¿no le parece justificada también cualquier duda en cuanto a que Langton haya olvidado o perdonado?
-Se equivoca, monsieur Poirot. Le aseguro que está equivocado. Langton es un deportista y ha reaccionado como un caballero. Ha sido sorprendentemente honrado conmigo, y, no con mucho, no ha dejado de mostrarme aprecio.
-¿Y no le parece eso poco normal? Utiliza usted la palabra "sorprendente" y, sin embargo, no demuestra hallarse sorprendido.
-No lo comprendo, monsieur Poirot.
La voz del detective acusó un nuevo matiz al responder:
-Quiero decir que un hombre puede ocultar su odio hasta que llegue el momento adecuado.
-¿Odio? -Harrison sacudió la cabeza y se rió.
-Los ingleses son muy estúpidos -dijo Poirot-. Se consideran capaces de engañar a cualquiera y que nadie es capaz de engañarlos a ellos. El deportista, el caballero, es un Quijote del que nadie piensa mal. Pero, a veces, ese mismo deportista, cuyo valor le lleva al sacrificio, piensa lo mismo de sus semejantes y se equivoca.
-Me está usted advirtiendo en contra de Claude Langton -exclamó Harrison-. Ahora comprendo esa intención suya que me tenía intrigado.
Poirot asintió, y Harrison, bruscamente, se puso en pie.
-¿Está usted loco, monsieur Poirot? ¡Esto es Inglaterra! Aquí nadie reacciona así. Los pretendientes rechazados no apuñalan por la espalda o envenenan. ¡Se equivoca en cuanto a Langton! Ese muchacho no haría daño a una mosca.
-La vida de una mosca no es asunto mío -repuso Poirot plácidamente-. No obstante, usted dice que monsieur Langton no es capaz de matarlas, cuando en este momento debe prepararse para exterminar a miles de avispas.
Harrison no replicó, y el detective, puesto en pie a su vez, colocó una mano sobre el hombro de su amigo, y lo zarandeó como si quisiera despertarlo de un mal sueño.
-¡Espabílese, amigo, espabílese! Mire aquel hueco en el tronco del árbol. Las avispas regresan confiadas a su nido después de haber volado todo el día en busca de su alimento. Dentro de una hora habrán sido destruidas, y ellas lo ignoran, porque nadie les advierte. De hecho carecen de un Hércules Poirot. Monsieur Harrison, le repito que vine en plan de negocios. El crimen es mi negocio, y me incumbe antes de cometerse y después. ¿A qué hora vendrá monsieur Langton a eliminar el nido de avispas?
-Langton jamás...
-¿A qué hora? -lo atajó.
-A las nueve. Pero le repito que está equivocado. Langton jamás...
-¡Estos ingleses! -volvió a interrumpirlo Poirot.
Recogió su sombrero y su bastón y se encaminó al sendero, deteniéndose para decir por encima del hombro.
-No me quedo para no discutir con usted; sólo me enfurecería. Pero entérese bien: regresaré a las nueve.
Harrison abrió la boca y Poirot gritó antes de que dijese una sola palabra:
-Sé lo que va a decirme: "Langton jamás...", etcétera. ¡Me aburre su "Langton jamás"! No lo olvide, regresaré a las nueve. Estoy seguro de que me divertirá ver cómo destruye el nido de avispas. ¡Otro de los deportes ingleses!
No esperó la reacción de Harrison y se fue presuroso por el sendero hasta la verja. Ya en el exterior, caminó pausadamente, y su rostro se volvió grave y preocupado. Sacó el reloj del bolsillo y los consultó. Las manecillas marcaban las ocho y diez.
-Unos tres cuartos de hora -murmuró-. Quizá hubiera sido mejor aguardar en la casa.
Sus pasos se hicieron más lentos, como si una fuerza irresistible lo invitase a regresar. Era un extraño presentimiento, que, decidido, se sacudió antes de seguir hacia el pueblo. No obstante, la preocupación se reflejaba en su rostro y una o dos veces movió la cabeza, signo inequívoco de la escasa satisfacción que le producía su acto.

Minutos antes de las nueve, se encontraba de nuevo frente a la verja del jardín. Era una noche clara y la brisa apenas movía las ramas de los árboles. La quietud imperante rezumaba un algo siniestro, parecido a la calma que antecede a la tempestad.
Repentinamente alarmado, Poirot apresuró el paso, como si un sexto sentido lo pusiese sobre aviso. De pronto, se abrió la puerta de la verja y Claude Langton, presuroso, salió a la carretera. Su sobresalto fue grande al ver a Poirot.
-¡Ah...! ¡Oh...! Buenas noches.
-Buenas noches, monsieur Langton. ¿Ha terminado usted?
El joven lo miró inquisitivo.
-Ignoro a qué se refiere -dijo.
-¿Ha destruido ya el nido de avispas?
-No.
-¡Oh! -exclamó Poirot como si sufriera un desencanto-. ¿No lo ha destruido? ¿Qué hizo usted, pues?
-He charlado con mi amigo Harrison. Tengo prisa, monsieur Poirot. Ignoraba que vendría a este solitario rincón del mundo.
-Me traen asuntos profesionales.
-Hallará a Harrison en la terraza. Lamento no detenerme.
Langton se fue y Poirot lo siguió con la mirada. Era un joven nervioso, de labios finos y bien parecido.
-Dice que encontraré a Harrison en la terraza -murmuró Poirot-. ¡Veamos!
Penetró en el jardín y siguió por el sendero. Harrison se hallaba sentado en una silla junto a la mesa. Permanecía inmóvil, y no volvió la cabeza al oír a Poirot.
-¡Ah, mon ami! -exclamó éste-. ¿Cómo se encuentra?
Después de una larga pausa, Harrison, con voz extrañamente fría, inquirió:
-¿Qué ha dicho?
-Le he preguntado cómo se encuentra.
-Bien. Sí; estoy bien. ¿Por qué no?
-¿No siente ningún malestar? Eso es bueno.
-¿Malestar? ¿Por qué?
-Por el carbonato sódico.
Harrison alzó la cabeza.
-¿Carbonato sódico? ¿Qué significa eso?
Poirot se excusó.
-Siento mucho haber obrado sin su consentimiento, pero me vi obligado a ponerle un poco en uno de sus bolsillos.
-¿Que puso usted un poco en uno de mis bolsillos? ¿Por qué diablos hizo eso?
Poirot se expresó con esa cadencia impersonal de los conferenciantes que hablan a los niños.
-Una de las ventajas o desventajas del detective radica en su conocimiento de los bajos fondos de la sociedad. Allí se aprenden cosas muy interesantes y curiosas. Cierta vez me interesé por un simple ratero que no había cometido el hurto que se le imputaba, y logré demostrar su inocencia. El hombre, agradecido, me pagó enseñándome los viejos trucos de su profesión. Eso me permite ahora hurgar en el bolsillo de cualquiera con solo escoger el momento oportuno. Para ello basta poner una mano sobre su hombro y simular un estado de excitación. Así logré sacar el contenido de su bolsillo derecho y dejar a cambio un poco de carbonato sódico. Compréndalo. Si un hombre desea poner rápidamente un veneno en su propio vaso, sin ser visto, es natural que lo lleve en el bolsillo derecho de la americana.
Poirot se sacó de uno de sus bolsillos algunos cristales blancos y aterronados.
-Es muy peligroso -murmuró- llevarlos sueltos.
Curiosamente y sin precipitarse, extrajo de otro bolsillo un frasco de boca ancha. Deslizó en su interior los cristales, se acercó a la mesa y vertió agua en el frasco. Una vez tapado lo agitó hasta disolver los cristales. Harrison los miraba fascinado.
Poirot se encaminó al avispero, destapó el frasco y roció con la solución el nido. Retrocedió un par de pasos y se quedó allí a la expectativa. Algunas avispas se estremecieron un poco antes de quedarse quietas. Otras treparon por el tronco del árbol hasta caer muertas. Poirot sacudió la cabeza y regresó al pórtico.
-Una muerte muy rápida -dijo.
Harrison pareció encontrar su voz.
-¿Qué sabe usted?
-Como le dije, vi el nombre de Claude Langton en el registro. Pero no le conté lo que siguió inmediatamente después. Lo encontré al salir a la calle y me explicó que había comprado cianuro de potasio a petición de usted para destruir el nido de avispas. Eso me pareció algo raro, amigo mío, pues recuerdo que en aquella cena a que hice referencia antes, usted expuso su punto de vista sobre el mayor mérito de la gasolina para estas cosas, y denunció el empleo de cianuro como peligroso e innecesario.
-Siga.
-Sé algo más. Vi a Claude Langton y a Molly Deane cuando ellos se creían libres de ojos indiscretos. Ignoro la causa de la ruptura de enamorados que llegó a separarlos, poniendo a Molly en los brazos de usted, pero comprendí que los malos entendidos habían acabado entre la pareja y que la señorita Deane volvía a su antiguo amor.
-Siga.
-Nada más. Salvo que me encontraba en Harley el otro día y vi salir a usted del consultorio de cierto doctor, amigo mío. La expresión de usted me dijo la clase de enfermedad que padece y su gravedad. Es una expresión muy peculiar, que sólo he observado un par de veces en mi vida, pero inconfundible. Ella refleja el conocimiento de la propia sentencia de muerte. ¿Tengo razón o no?
-Sí. Sólo dos meses de vida. Eso me dijo.
-Usted no me vio, amigo mío, pues tenía otras cosas en qué pensar. Pero advertí algo más en su rostro; advertí esa cosa que los hombres tratan de ocultar, y de la cual le hablé antes. Odio, amigo mío. No se moleste en negarlo.
-Siga -apremió Harrison.
-No hay mucho más que decir. Por pura casualidad vi el nombre de Langton en el libro de registro de venenos. Lo demás ya lo sabe. Usted me negó que Langton fuera a emplear el cianuro, e incluso se mostró sorprendido de que lo hubiera adquirido. Mi visita no le fue particularmente grata al principio, si bien muy pronto la halló conveniente y alentó mis sospechas. Langton me dijo que vendría a las ocho y media. Usted que a las nueve. Sin duda pensó que a esa hora me encontraría con el hecho consumado.
-¿Por qué vino? -gritó Harrison-. ¡Ojalá no hubiera venido!
-Se lo dije. El asesinato es asunto de mi incumbencia.
-¿Asesinato? ¡Suicidio querrá decir!
-No -la voz de Poirot sonó claramente aguda-. Quiero decir asesinato. Su muerte seria rápida y fácil, pero la que planeaba para Langton era la peor muerte que un hombre puede sufrir. Él compra el veneno, viene a verlo y los dos permanecen solos. Usted muere de repente y se encuentra cianuro en su vaso. ¡A Claude Langton lo cuelgan! Ese era su plan.
Harrison gimió al repetir:
-¿Por qué vino? ¡Ojalá no hubiera venido!
-Ya se lo he dicho. No obstante, hay otro motivo. Lo aprecio monsieur Harrison. Escuche, mon ami; usted es un moribundo y ha perdido la joven que amaba; pero no es un asesino. Dígame la verdad: ¿Se alegra o lamenta ahora de que yo viniese?
Tras una larga pausa, Harrison se animó. Había dignidad en su rostro y la mirada del hombre que ha logrado salvar su propia alma. Tendió la mano por encima de la mesa y dijo:
-Fue una suerte que viniera usted.
FIN

Tomado de: http://ciudadseva.com/

martes, 24 de mayo de 2016

Artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela


El dilema venezolano: ¿Estrategia Política o Defensa de los Principios?


















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Desde 1999 existe en Venezuela un régimen dictatorial que ha arruinado al país, humillado a los venezolanos, expropiado empresas, impuesto controles absurdos a la vida ciudadana y encarcelado y perseguido a  opositores, obligando a más de un millón de venezolanos a emigrar en busca de libertad y trabajo.

En los primeros años de ese nuevo régimen casi no existió oposición y si mucha colaboración. Hasta los líderes políticos más institucionalistas, sobre todo los de corte izquierdista, aceptaron el nuevo régimen porque lo veían como una radical ruptura con un pasado en el cual la democracia bipartidista había ido mediocrizándose. 

Al cabo de poco tiempo, sin embargo, esos mismos entusiastas admiradores y colaboradores que le permitieron a Chávez consolidarse en el poder comenzaron a advertir que lo que se le venía encima a Venezuela era una atroz dictadura, un intento de convertir a Venezuela en una nueva Cuba, país sometido por décadas al  bestial régimen de los hermanos Castro. Sin embargo, la fuerza de la ideología era y es tal que, aún hoy en día, líderes de nuestra oposición se resisten a catalogar al régimen venezolano como una dictadura, oxigenándolo y reblandeciendo el espíritu de resistencia de los venezolanos.  

Cuando finalmente estos líderes políticos democráticos se dieron cuenta de la verdadera naturaleza del régimen su oposición fue ambigua porque entró en escena un factor que siempre ha estado latente en la política venezolana: el mito de la izquierda progresista combinado con el tradicional resentimiento del sector político venezolano, desde la izquierda hasta la derecha,  en contra de los Estados Unidos. Esta combinación de mito político y complejo de inferioridad de nuestro liderazgo político democrático hizo que el régimen dictatorial y arbitrario de Hugo Chávez no encontrara la oposición decidida que ha debido encontrar durante sus años de principal consolidación. 

El alza sostenida de los precios del petróleo ocurrida entre 2004 y 2008  inundó de dinero al país y creó un fértil caldo de cultivo a la corrupción más horrenda que ha sufrido Venezuela en toda su historia. El dinero que comenzó a correr por las calles venezolanas terminó de asfixiar todo intento digno y decente de oponerse a la dictadura populista de Hugo Chávez. Se enterraron los ideales, los sueños de verdadero progreso y los principios y el país se dedicó a la francachela populista, con la euforia de las clases que ahora si se sentían en el poder porque recibían limosnas y dádivas del gobierno paternalista. Asistimos a la creación de una nueva fauna de corruptos, una obscena “melange” de los llamados boliburgueses y bolichicos, gente de “buenas familias” chapoteando alborozados en el pantano con los nuevos ricos “revolucionarios”.   

Desde 1999 hasta 2012, cuando murió el sátrapa más dañino que ha conocido Venezuela en toda su historia, las absurdas políticas industriales, educativas y de salud, las acciones arbitrarias del régimen, el evidente empobrecimiento de la clase media, los controles asfixiantes, la conducta cada vez más imperial del sátrapa en Miraflores, todo ello dejó pocas dudas en los venezolanos de que Venezuela iba camino del desastre. Comenzó a emerger en Venezuela una oposición más joven, de gente no reblandecida por los mitos izquierdosos del pasado, que no parecía dispuesta a coexistir pacíficamente con el régimen.  La muerte de Chávez pareció coincidir con el final del régimen fascistoide.

Sin embargo, no fue así. Ya para ese momento se había consolidado en Venezuela un nuevo cuadro de poder político, con la Fuerza Armada como socio principal de la dictadura inepta y comunistoide del difunto. La Fuerza Armada venezolana se había constituido, silenciosamente, en parte integral del régimen dictatorial. Había descubierto dos fuentes  de riqueza adicionales a la petrolera que les permitía acceso al dinero fácil: el narcotráfico y el contrabando de extracción. Su nueva posición de poder los llevaba a ser tolerantes con las veleidades comuinistoides de Chávez, sobre todo en lo referente a su estrecha relación con las FARC. Venezuela se convirtió en santuario del terrorismo con la silente aceptación de los militares venezolanos.

La muerte de Chávez y su remplazo por Nicolás Maduro representó, si no la primera, la más evidente señal de una blanda postura de la oposición que parecía preferir el camino de la estrategia pragmática a la defensa de los principios. El proceso que llevó a Maduro al poder estuvo plagado de fraudes y abusos, desde la designación de Maduro como candidato hasta su elección presidencial. Y, sin embargo, ello fue aceptado en su momento por la oposición, invocándose el respetable deseo de hacer las cosas en paz, de acuerdo a la constitución. Deseo muy respetable si no fuera porque el otro bando había mandado esa constitución al diablo múltiples veces y bajo las narices de la oposición. 

En ese momento, creo, el deseo de paz a toda costa se acercó peligrosamente a la traición de los principios, porque no siempre la paz a toda costa puede ser más deseable que la defensa de la dignidad nacional. La imagen de Neville Chamberlain bajando del avión, trayendo de regreso a Inglaterra, lo que él llamaba “la paz permanente para Europa”, apareció con fuerza ante mis ojos.      

Mientras este drama de actitudes equívocas se desarrollaba en Venezuela el país se iba pudriendo de manera acelerada. El deterioro, la miseria, han llegado al punto de que se habla sin mucha exageración de una crisis humanitaria en el país. Las escenas que se ven en los videos y la prensa mundial sobre Venezuela son aterradoras. Mientras tanto, la oposición continúa deshojando la margarita sobre la mejor manera de salir de este oprobioso régimen. 

Las diversas alternativas existentes han dado paso al referendo revocatorio, una medida prevista en la constitución y totalmente encuadrada dentro de la ley, la cual presenta el problema de tardar meses y de presentar un alto riesgo de demora causada por las maniobras de un régimen que ya ha abandonado claramente, hace años, el camino de la constitución y de las leyes. Otras alternativas más relancinas, como la de exigir la prueba de nacionalidad a Maduro han sido desechadas porque se piensa que el régimen las desvirtuará a punta de fraudes y maniobras. Sin embargo, ese es exactamente el mismo riesgo que presenta el Referendo Revocatorio.

Más allá de las alternativas que pudieran implantarse está el asunto de fondo de la estrategia y los principios. Todas las estrategias consideradas por la oposición para acelerar el cambio de régimen están enmarcadas dentro de principios constitucionales pero todas corren el mismo riesgo de ser desvirtuadas por un régimen que depende del abuso de poder.  

Tengo pocas dudas de que no importa cuál sea la acción de la Asamblea nacional y del pueblo para acelerar la salida del régimen ella será enfrentada con el fraude por un régimen que ya se ha declarado abiertamente divorciado de la ley y que está integrado por ineptos, ladrones y narcotraficantes. Por ello estoy convencido de que el país tiene que ir a una movilización general, la cual también está enmarcada dentro de la constitución, a fin de enfrentarse a un régimen que no va a ceder nunca en el terreno de las leyes con las cuales  ellos alegremente se limpian el trasero.

La movilización general en contra del régimen es un asunto de principios y constitucional pero ha sido objetada por ser “estratégicamente errada”, porque la fuerza bruta, léase Néstor Reverol y Vladimir Padrino López, apoya al régimen. Pero aún desde el punto de vista estratégico esa premisa no es necesariamente correcta, porque nunca será puesta a prueba mientras no haya  movilización. La movilización promovida por Leopoldo López en 2014 estremeció las bases del régimen, el cual era mucho más fuerte hace dos años. Yo creo que hoy en día, en el caso de una protesta general del pueblo, integrantes de la Fuerza Armada se pondrán de parte del país decente. 

Más allá de lo puramente estratégico, sin embargo, la protesta general y generalizada, el ponerse de pie de un pueblo humillado y abusado, es la única alternativa que le permitirá a Venezuela recuperar su orgullo nacional, su sentido de dignidad. Hoy en día somos muchos los venezolanos quienes no nos sentimos orgullosos de ser venezolanos. Digo esto abiertamente, a sabiendas de que es un tema tabú, porque creo que debemos enfrentar la realidad. Somos un pueblo degradado que tiene que buscar la manera de recuperar su dignidad y ganarse, de nuevo, un lugar entre las comunidades civilizadas del planeta.  Y esa recuperación de la dignidad nacional no es un problema estratégico, es un asunto de principios.

lunes, 23 de mayo de 2016

Las voces del silencio










Por: Virginia Contreras
Cuando el general (Ret.) Colin Powell fue nombrado Secretario de Estado de los Estados Unidos, muchos se sorprendieron. ¿Cómo era posible que un General de Cuatro Estrellas, que llego a ocupar los más altos cargos dentro de las fuerzas militares de su país, fuera designado canciller de los EE.UU, en vez de  Secretario de Defensa? La respuesta resultaba más que obvia: solo quien ha vivido las experiencias de las guerras conoce de la necesidad de la paz. Lo interesante del caso es que esta designación provino de uno de los presidentes considerado como  guerrerista del país: George W. Bush.
Aquellos que han padecido cruentas guerras, o experimentado actos de violencia callejera de cierta intensidad, pueden entender lo que representa la violencia. A diferencia de las guerras, en las revueltas populares no existen enemigos definidos, ni objetivos concretos. Nada está previsto allí: todos contra todos.
En Venezuela no ha sido fácil evitar las provocaciones al uso de la violencia por parte de las autoridades.  No es poca la rabia, ni la indignación que produce el saber que hay gente que muere simplemente por falta de medicinas, ni la impotencia al ver que pudiendo el gobierno reconocer la crisis humanitaria que existe en el país, pretenda resolver la situación acusando a potencias extranjeras, opositores venezolanos y hasta al Secretario General de la OEA de ser agentes de la CIA. Solo con esto, sin contar con las agresiones de parte de la Policía y Guardia Nacional en contra de los manifestantes en las calles, es suficiente para tentar a cualquiera.
El uso de la violencia ha generado diferentes tendencias. Hay quienes la rechazan de plano, porque entienden las consecuencias que podrían producirse en contra de quien la ejecuta. Hay otros que la ven de manera romántica, y sueñan  con una Venezuela al mejor estilo de la “primavera árabe”, aquella en donde algunos países del Medio Oriente se alzaron en contra de sus gobiernos.  Quienes así piensan desconocen que el verdadero origen de esas acciones no fue la lucha planificada en pro de la democracia, sino la reacción en cadena  de un pueblo frente a la inmolación de un buhonero tunecino (Mohamed Bouazizi),  quien murió en protesta contra las autoridades que le decomisaron su mercancía y dinero.  
No es ni la sociedad pacifista, ni la soñadora la que debería preocuparnos, sino la ciega, aquella que piensa que el hambre, la sed, o la enfermedad se pueden posponer hasta que se ejecute un referéndum revocatorio, o alguien demuestre que el Presidente Maduro es colombiano.
Todos conocen la terrible situación que con el pasar de los días se agudiza en el país. Mientras el gobierno nacional se empeña en negar la crisis, sectores de la oposición tratan de presentar sus posiciones frente a la salida a esta, y repiten incesantemente que quieren evitar la violencia. Cada cual pretende defender sus propuestas. El caso es que no hay propuestas mejores sino unas más  factibles que otras, dado el poco tiempo que se tiene para maniobrar.   Por tanto, sería una tragedia más a sumar a las ya existentes, que convirtiéramos esas ganas de hacer algo por Venezuela en una competencia de egos.
Hace más de 10 años, el Banco Mundial presento un informe sobre la pobreza, titulado “La Voz de los pobres: ¿Hay alguien que nos escuche?”. Lo novedoso  de este informe es que por primera vez recoge directamente la opinión de los pobres, en vez de acudir a escuchar la de los tecnócratas. Allí se consulta a más de 40.000 personas  pobres,  de  50  países, sobre lo que ellos opinan acerca de la pobreza y el bienestar, así como sobre sus problemas y prioridades.
Nos limitaremos a destacar dos de las muchas opiniones de los consultados: “La pobreza duele, se siente como una enfermedad. Ataca a las personas no sólo en lo material sino también en lo moral. Carcome la dignidad y lleva a la desesperación”;  “Las autoridades parecen no ver a las personas pobres. Todo lo que se refiere a los pobres se desprecia, y sobre todo se desprecia la pobreza”.
En el caso de Venezuela vemos como los representantes de ambos sectores hacen mención constantemente sobre los pobres. No obstante, hasta el momento no hemos escuchado más que propuestas políticas, que si bien son importantes, contribuyen bien poco a satisfacer las necesidades de la población. No solo estamos hablando de las necesidades materiales, sino de las que no se ven, aquellas a las que hacen mención los encuestados referidos anteriormente, al respeto a su dignidad.
Al pueblo se le llama para participar en elecciones, referendos, enmiendas, mítines, marchas pro y contra. Se les toma fotos haciendo largas filas para que el mundo vea sus sacrificios para adquirir comida, o medicinas, o se les usa para inocular el odio en contra de los otros miembros de la sociedad. Al pueblo hasta se le llevan invitados internacionales para que sirvan como testigos sobre su situación. Pero al pueblo no se le llama para compartir un pedazo de pan, ni mucho menos para tenderle un abrazo, o para dársele alguna señal de afecto o solidaridad.
Mientras todo esto ocurre, existen sentimientos encontrados entre quienes son objeto de tales manipulaciones. Muchos piensan que todos entienden la realidad venezolana, pero no existe indicio alguno que así lo demuestre, ni siquiera lo recogen las encuestas presentadas a la opinión pública. Estas, suelen ser muy diligentes a la hora de consultar sobre los sectores a los que el pueblo rechaza, pero mucho menos para preguntarles acerca los que aprueban. La rabia y la impotencia van camino a ebullición. Cuando esta se produzca, entonces serán muchos los que continuaran hablando acerca de la sociedad ciega.
http://www.notiminuto.com/

martes, 17 de mayo de 2016

Los beneficios de la cáscara de la papa

Las patatas incluyen grandes beneficios para la salud, ya que posee altos contenidos de carbohidrato, vitamina B y C, antioxidantes, hierro, potasio, ácido fólico y magnesio
Generalmente cuando las consumimos tendemos a botar la cáscara, esta es de gran importancia ya que protege los nutrientes del tubérculo además cuenta con varias propiedades nutricionales que se pueden aprovechar para la salud.
Un 50% de la cáscara de patata está compuesta de polisacáridos, conocido por ser un tipo de fibra dietética. También es una fuente de hierro, calcio, manganeso, zinc y potasio, los cuales son beneficiosos para el bienestar general.
Las cáscaras de patatas tradicionalmente son utilizadas como remedios caseros para tratar ciertas enfermedades y diversos síntomas. Estas ofrecen una amplia variedad de beneficios medicinales que a continuación te mostramos:
Evita el estreñimiento
Al contener grandes cantidades de fibras dietéticas favorece el tracto gastrointestinal. Esto se debe a que ayudan a ralentizar la absorción de nutritentes otorgando la sensación de satisfacción. Además evita que se absorba material tóxico en el intestino e impide que se adhiera el colesterol malo. La protección que aporta las fibras ayuda a prevenir los cólicos y el cáncer gástrico.
Ayuda a curar heridas
Estudios han demostrado que utilizar las cáscaras de patatas en heridas o quemaduras ayudan a prevenir la pérdida de piel superficial. También evita que se desarrollen bacterias y hongos en las lesiones, todo gracias a la actividad antimicrobiana, ácido clorogénico, ácido cafeico y ácido gálico, los cuales son antioxidantes y bacteriostáticos naturales.
Previene el cáncer
Debido al alto contenido de fibras dietéticas que contiene, ayuda a bloquear la absorción de toxinas que pueden desarrollar cáncer en el intestino. La cáscara de patatas además tiene antioxidantes naturales que evitan la acción nociva de los radicales libres en el organismo.
Cuida el corazón
Gracias a las fibras dietéticas que posee ayuda a reducir los niveles de colesterol en la sangre, reduciendo así las enfermedades cardiovasculares. Además contiene antioxidantes naturales que protegen al corazón del estrés oxidativo de los radicales libres.
Evita los cálculos renales
Las cáscaras de patatas posee un alto contenido de potasio, fósforo, almidón, calcio, hierro, azufre, alcalinas, cobre y vitamina C, los cuales conforman un conjunto ideal para prevenir y tratar los cálculos renales, ya que los ayuda a disolverse. Para utilizarlas se puede hervir o asar, siempre y cuando se levan muy bien antes de prepararlas.
Disminuye la presión arterial alta
Investigaciones han revelado que debido al alto contenido de potasio que posee la cáscara de patata ayuda a tratar la hipertensión, el reumatismo y otro trastorno. La mejor forma para utilizarla es haciendo un té con ellas.
Trata la diabetes
Al ingerir la fibra dietética que posee la cáscara de patata ayuda a controlar el proceso de absorción de la glucosa en el estómago y ralentiza el aumento de los niveles del azúcar en la sangre.

Tomado de: http://us.emedemujer.com/

¿Sabe usted lo que significa Estado de Excepción?









Durante la noche de este viernes, el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Nicolás Maduro Moros, decretó un Estado de Excepción por 60 días en los Municipios que limitan con la frontera Colombiana. A continuación la explicación detallada de esta medida.
El Estado de Excepción puede ser definido como aquellas circunstancias extraordinarias que afecten gravemente la seguridad de las personas, de la Nación o de las instituciones, incluyendo estados de alarma, emergencia económica y conmoción interior o exterior. Una vez decretado, durante su vigencia pueden ser temporalmente restringidas algunas garantías constitucionales.
El debate suscitado por la pretendida instauración de un Estado Excepción y la discusión generada por la revisión del Proyecto de Ley sobre Estados Excepción conduce a la delimitación de los conceptos establecidos en la Constitución, sin que ello signifique adoptar una posición al respecto, como no sea la de aclarar las circunstancias que rodean el caso a luz de las previsiones constitucionales aplicables.
El Estado de Excepción puede ser definido como aquellas circunstancias extraordinarias que afecten gravemente la seguridad de las personas, de la Nación o de las instituciones, y que no puedan ser afrontadas mediante las facultades ordinarias de los órganos del Poder Público. LaConstitución de manera expresa refiere a situaciones de orden social, económico, político, natural o ecológico.
Al decretarse un Estado de Excepción pueden ser restringidas temporalmente las garantías constitucionales, salvo las referidas a los derechos a la vida, prohibición de incomunicación o tortura, el derecho al debido proceso, el derecho a la información y demás derechos humanos intangibles. Conforme a la Exposición de Motivos de la Constitución, tal enumeración es meramente enunciativa.
El Estado de Excepción es un género que, de acuerdo a la Constitución, tiene tres especies: (i) el estado de alarma, (ii) el de emergencia económica y (iii) el de conmoción interior o exterior.
El estado de alarma se produce por catástrofes, calamidades públicas u otros acontecimientos similares que pongan en peligro la seguridad de la Nación y la de sus ciudadanos; una vez decretado, podrá durar 30 días, y puede ser prorrogado por igual período.
La emergencia económica la suscitan circunstancias económicas extraordinarias que afecten gravemente la vida económica de la Nación; durará hasta 60 días luego de decretada y se podrá prorrogar por igual período.
El estado de conmoción interior o exterior, sucede en caso de conflicto interno o externo que ponga seriamente en peligro la seguridad de la Nación y sus ciudadanos, podrá durar hasta 90 días y puede ser prorrogado.
De lo anterior se deduce que los principios rectores básicos de los Estados de Excepción son (i) la estricta necesidad, gravedad o seriedad y (ii) la temporalidad.
En cuanto a la vigencia de las medidas, decretos y normas dictadas durante el Estado de Excepción es menester señalar que existen dos tendencias al respecto. La primera, considera que las medidas estarán en vigor hasta tanto el Ejecutivo Nacional o la Asamblea Nacional las deroguen por considerar que han cesado las causas que motivaron la declaratoria. Y la segunda, que les otorga una base estrictamente temporal limitada al período durante el cual seaplica la excepción constitucional.
Una Ley Orgánica regulará los Estados de Excepción y determinará las medidas que puedan adoptarse con base a los mismos.
Al decretar un Estado de Excepción, para preservar la seguridad jurídica, el Presidente de la República, en Consejo de Ministros, deberá señalar las medidas que podrán tomarse de acuerdo al mismo y, dada la trascendencia del acto, se prevé la intervención de la Asamblea Nacional a la cual se presentará el Decreto para su consideración y aprobación. La Asamblea podrá revocar el Decreto, si considera que no están dadas las circunstancias que justifiquen la declaratoria. Por último, existe el control judicial por parte de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.
La instauración de uno de los Estados de Excepción no interrumpe el funcionamiento de los órganos del Poder Público.

Tomado de: http://www.noticiasbarquisimeto.com/