Por: Juan A. Müller, Columnistas, Internacional - Lecciones de civismo pueden sacarse al contrastar los acontecimientos acaecidos en Colombia el 2/7 y en Venezuela el 24/6. En la hermana república, unas fuerzas armadas unidas y comprometidas con la democracia, asestan un duro golpe al terrorismo rescatando quince rehenes en una operación incruenta. Los rescatados, no esconden sus emociones pero no muestran resentimiento ni odio. En esos largos años de cautiverio, no dejaron de ser libres porque no sometieron su espíritu a la voluntad de sus carcelarios. Ese es el ejemplo de dignidad que nos brindan los rescatados. En contraste con Uribe nuestro presidente, que se vende como el adalid de la liberación de colombianos en manos de las FARC, no ha mostrado la menor preocupación por las docenas de compatriotas en idéntica situación de cautiverio. Prueba más que fehaciente, que su objetivo es publicitario y no humanitario. La celebración de la batalla de Carabobo y el desfile militar mostraron un comandante en jefe, un alto mando y una parte de las fuerzas armadas altamente sesgadas al servicio de intereses partidistas. Al grito de Patria, Socialismo y Muerte miles de efectivos brindaron una penosa imagen de como la voluntad personalista se impone sobre la institucionalidad del cuerpo. Los miembros de nuestras fuerzas armadas se encuentran divididos entre institucionalistas y actores políticos, situación en extremo grave dado que las fuerzas armadas de un país, para cumplir con sus objetivos, tienen que actuar institucionalmente. Las armas que la nación entrega a los uniformados son para que las utilicen en defensa de la soberanía y la integridad territorial, no para intimidar a la ciudadanía. El ejército colombiano actúa contra las FARC que matan, extorsionan y secuestran en nombre del marxismo-guevarista . Qué contraste con el nuestro, que se ha prestado para hacer, de la batalla que nos dio la independencia, una comedia que los denigra.
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