Por: Carlos Arosemena: En el cementerio donde yacen las reputaciones del funcionariado universal, y de este Gobierno en particular, destaca la lápida reservada a Aristóbulo Istúriz, tallada durante cinco años de nefasto ejercicio al frente del Ministerio de Educación y Deportes. Muy simple: era demasiado para él. No sólo para Istúriz. La educación es, de tantas, la materia más urgente para todas las sociedades; y esto se evidencia, principal y paradójicamente, en aquellas que han alcanzado mayores cuotas de desarrollo, puesto que para mantenerlo y acrecentarlo precisan de masas cada vez mejor preparadas y especializadas. Un vistazo diario a la prensa de los países más avanzados nos deja ver que la educación es un asunto de debate cotidiano y que siempre quieren ir más allá en sus logros. Desde luego, en esos países hay una clara conciencia del valor del recurso humano para la conquista de sus metas; y ninguno pierde tiempo en fraseos ideológicos, ni mucho menos en fingir que los presidentes o primeros ministros están personalmente al frente de los despachos que definen los lineamientos educativos, porque parten de que la educación es un imperativo muy serio y crucial para echarlo en la hoguera de la propaganda, la adulación o la ficción revolucionaria.DÍAS DESPUÉS DE TOPAR EN SU ESCRITORIO CON UNA CARTA DE DESPIDO, Istúriz concedió una entrevista a Elizabeth Araujo, reportera de TalCual, en la que aquel juega al elusivo negándose a responder las preguntas de la reportera. Lo hace, sin embargo, en una especie de danza de los velos, en la que va mostrando trozos de la anatomía del defenestrado. El texto de la entrevista comienza con la constatación de que el ex ministro vive en el mismo apartamento donde lo ha hecho por dos décadas. Un dato aparentemente inocente que el lector recibe como toda una revelación por la excepción que constituye en la jerarquía chavista, protagonista de una migración masiva de sus antiguos y modestos pisitos a grandes residencias pertrechadas con complejos sistemas de seguridad. Istúriz no se ha mudado de su emplazamiento físico pero sí del mental, puesto que de aquel deslenguado que en alguna oportunidad afirmó que el Presidente se había fumado una lumpia (cuando éste quiso imponer candidatos a los diferentes cargos electivos en los comicios del 2000 para legitimar la nueva constitución) pasó a subalterno desechado, que advierte que no quiere declarar. Pero declara. Y lo hace para dejar claro que sigue comprometido con la "revolución" y que defenderá, en el seno del PPT, la opción del partido único impuesto por Chávez. NO HAY SORPRESA EN EL AUTOMÁTICO ACATAMIENTO. NADA DE LO QUE DICE ISTÚRIZ LLAMA AL ASOMBRO. Lo que nos deja perplejos es lo que no dice. No hay, en toda la entrevista, una sola, mínima, escueta, tangencial, referencia a la educación. Y no hay, que no es menos grave, una sola, sencilla, decente, expresión verbal que nos indique que el entrevistado es un educador y ha dirigido por un lustro la suerte de la educación en un país no del todo salvaje. Como si hubiera hecho la tarea con alguna solvencia, el ex ministro afirma que, una vez sacado del Gabinete, sólo quiere un mes para no saber nada. "...que no sepa de nada, que no me interese nada. Un mes de abstracción". Como si estuviera la situación para vacaciones. Como si se mereciera un asueto. Como si hubiera un solo venezolano que pudiera darse el lujo de desentenderse del zanjón en que su jefe, él mismo y otros tantos como él nos han metido.
Y cuando la periodista sugiere que si ese mes de holganza se lo va a mandar promocionando el partido único, Istúriz responde que lo empleará para reunirse "con la gente", ¿para evaluar su desempeño de la víspera?, ¿para ver cómo remienda el roto que le ha causado a la Nación?, ¿para presentar cuentas a la República que cuando era constituyente se comprometió a refundar?, ¿para poner al día las lecturas atrasadas? Qué va. "Para poder echarme un palo, comer carne, ver el amanecer". Más deforme no puede ser el autorretrato. PERO ESO NO ES LO PEOR. Cuando Elizabeth lo encara con un delicado asunto, como el de los suspicaces rumores que apuntan a una supuesta gestión corrupta, el ex ministro le recuerda que cuando fue alcalde (del Municipio Libertador, entre 1993 y 1996) vivía en ese apartamento, lo mismo que cuando fue constituyente (en 1999) y ministro; y concluye: "¿para qué coño necesito yo cargos?". Cualquier alumno de tercer grado le habría respondido que los cargos no se necesitan para forrarse y acceder a un pent house sino que se asumen para cumplir con el deber, para estar a la altura de la responsabilidad que se ha aceptado acometer y para demostrar una elemental probidad, porque también la ineficiencia y la piratería son atajos de corrupción. El estilo escogido por Aristóbulo para contestar la interrogante está, asimismo, en las antípodas de lo que cuadra a un educador, profesional que se caracteriza por el hecho de que todo lo que hace y deja de hacer forma parte de su oficio y misión. ¿Qué le hace pensar a Istúriz que puede expresarse de esa manera en una conversación que tendrá un fin ulterior, el de ser publicada? El taco –llamemos así a la palabra ruda– no tiene por qué ser desalojado del lenguaje. Ni del cotidiano ni del público. Pero hay que tener mucho dominio de la lengua y sus matices para saber cuándo su empleo enriquece el acto de comunicación y cuándo lo envilece. Esto basta para cualquier hablante pero para un servidor público las normas se hacen más estrechas y exigentes, porque el uso del taco podría revelar una altanería, una insolencia y una altivez que no se corresponden con una individualidad que se debe a un colectivo. Por eso es, precisamente, que se lo está entrevistando.Y no es una bobada lo que se le está planteando. UNA VEZ EMBALADO, EL EX MINISTRO DE EDUCACIÓN SE INSTALA EN SUS MODALES DE GALLERA y, cuando es requerido para que reflexione con respecto al peligro que corre el PPT de diluirse en una estructura autoritaria (que se vuelva rojo rojito, dice Elizabeth), afirma que: "En este proceso tan importante debe haber una única dirección, no puede ser una atomización de vainas". ¿Qué es eso? ¿A qué se refiere? ¿Es, acaso, que este hombre carece de herramientas expresivas para nombrar las nociones a las que alude? ¿Hay alguna conexión entre los conceptos que maneja y la forma en que los balbucea? ¿Es posible que semejante patán haya sido ministro de Educación por cinco años? Los venezolanos no tenemos por qué tolerar desplantes de esta naturaleza. El castellano de Venezuela es patrimonio de todos nosotros; y no es que la palabra vaina escape de ese valioso torrente, que no, que está muy bien, pero es que en este caso está proferida con la intención de no dar explicaciones, de dar por visto el debate con respecto a la pluralidad, a la disensión, al derecho a organizarse en instituciones legales y democráticas. Pero, sobre todo, para desestimar todo aquello que contraríe los dictámenes del monarca. Eso es lo que encubre el vainazo de Istúriz. Y no tiene derecho. Ni como miembro –o ex miembro, que para el caso es lo mismo– del Gobierno ni mucho menos como maestro y ministro de Educación que ha sido. Como tampoco tiene derecho a negarse a presentar cuentas por la Misión Robinson, cuyo balance está más que en entredicho, ni por el desastre de la educación en Venezuela, un estropicio que en buena parte se le acredita y que mucho nos costará enmendar.
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