Turmero (Venezuela), 20 de marzo 2017
Excelentísimo señor:
Luis Almagro Lemes
Secretario General de la Organización de Estados Americanos.
Washington, D.C.
Estimado señor:
Cuando oí por vez primera su nombre como candidato al cargo que ahora ocupa, sentí una profunda desazón, pues en Venezuela se comentaba que usted era visto con simpatía por el Foro de Sao Paulo y, por ende, era cercano a los regímenes que en las últimas décadas han asolado la libertad y la democracia en Latinoamérica.
Esa congoja era mitigada por el criterio, mil veces afincado en hechos, de que esa Secretaría General era un órgano ineficaz e insustancial, propio para los bon vivant de la política regional, de esos que manejan con destreza la compleja cubertería en las cenas de Estado y en nada se ocupan de los pueblos que dicen representar.
Por mera curiosidad abordé la antroponimia de su apellido, poco conocido en estos lares; durante esa somera investigación, me enteré de la existencia de una ciudad castellana –Almagro– que fuera capital de la provincia de La Mancha, donde Miguel de Cervantes situara a don Alonso Quijano, alocado caballero al que se le oyera decir: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.» Quizás de los polvos de esos caminos y de los decires del Caballero de La Mancha se nutra su conducta como Secretario General que, renunciando a posiciones insulsas, escogió el azaroso sendero de la verdad y de la defensa del derecho a la felicidad de los pueblos de esta parte del mundo.
Pero nada más lejos de mi intención que ser panegirista del señor Secretario General. Esta carta fue determinada por mi deseo de comentarle ciertas características de la política venezolana que, siendo difíciles de entender para los que aquí vivimos, deben confundir en extremo a quienes nos observan de lejos, tal cual es su caso.
En mi reciente artículo «Chávez» afirmo que «Con su muerte, Chávez pasó de ser un líder carismático y populista a un negocio redondo para tirios y troyanos. Por un lado, para los que se consideran sus herederos con el único objeto de conservar el poder y, por el otro, quienes han hecho del antichavismo una manera de ganar adeptos y una razón para copar buena parte de la escena política.» Triste es tener que admitir que buena parte de los partidos que conforman la Mesa de la Unidad Democrática empujan la carreta en el mismo sentido que el régimen de Maduro, pues su principal motivación es electoralista y les resulta soñada una elección presidencial en 2018, como opositores del chavismo, que mostró su extrema debilidad en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015.
Espero que su experiencia política lo haya protegido del natural desconcierto que a un novato causaría saber que partidos de la oposición venezolana, se oponen a la aplicación de la Carta Democrática Interamericana y que prefieren diálogos sin sentido y acuerdos sin futuro.
Resulta inexplicable que los autodenominados opositores no hayan explicado a la ciudadanía los verdaderos alcances de la Carta Democrática Interamericana, como condena política a un régimen antidemocrático, dejando que tome cuerpo la conseja de que es el avieso preámbulo a la invasión de los marines, que vienen a apropiarse de nuestro petróleo.
Venezuela está anegada de políticos de medio pelo y ayuna de estadistas; salvo muy honrosas excepciones, los que hacen política en nuestro País están más pendientes de sus intereses particulares que de los problemas colectivos. A sabiendas de esto, el chavismo los ha manejado a su antojo y construido una oposición Prêt-à-porter, dócil a sus deseos y sumisa a sus imposiciones.
La inmensa mayoría de los venezolanos -entre la cual me cuento- esa que era llamada por Arturo Uslar Pietri «amigos invisibles», esa que no produce reseñas de prensa, ni es nombrada en la radio ni vista en la televisión, no se siente representada por la falsa oposición contenida en la MUD, pero si por ese uruguayo de apellido inédito que, al parecer, tiene su origen más remoto en las mismas tierras que recorrieron en su atropellada aventura el dignísimo don Quijote y su famélica cabalgadura.
Reciba el señor Secretario General las seguridades de mi más alta consideración y estima.
Dulce María Tosta.
@DulceMTostaR
http://www.dulcemariatosta.com