Por: Juan Pablo Vitali
No me fue dada la posesión de la espada
Sin embargo conservo su memoria
La atávica memoria que en la sangre viaja
En el afán de acercarse los navíos
A buscar la herencia brumosa de la raza.
Sostuvimos un sitio en el exilio
Hasta que los muros de barro
Se derrumbaron silentes
Sobre los cuchillos.
No nos fue dado el dominio
Ni el imperio
Llevamos en la carne todavía
Las esquirlas azules
Del frío acero.
No me fue dado
Más que el exilio de la espada
Y una Cruz de estrellas al Sur
Centinela, astrolabio, vínculo del alma
Con su origen.
No nos fue dado más que la frontera
El más allá del sol y de la luna
La brutal desazón, la crueldad del olvido.
Hombres de ceniza volcánica y de viento
Navegantes de la soledad desierta
Jinetes solares, errantes como tigres.
Los faroles oscilan
En las casas perdidas.
Los centauros
Murieron de navegación
Con los corazones atados al cielo
Y los recuerdos perdidos en el viento.
Ardieron uno a uno
En la memoria del dolor.
Era ese su destino
No fundar un imperio
Sino desangrarse en los espacios
Dejar testimonio del final
en la última frontera conocida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario