Por: Asdrúbal Aguiar - La libertad es tarea cotidiana, sin desmayos, animada por la fe inquebrantable en Venezuela. Chávez se irá del poder por la fuerza de los votos, no me cabe la menor duda. Y por la fuerza de la ley rendirá cuenta de sus tropelías", dije hace algunas semanas en este espacio quincenal. Era natural que luego de la derrota que sufrió en su orgullo de "petit caporal" durante los comicios de este domingo -y digo él por cuanto fue él quien se montó sobre los hombros la campaña de sus candidatos a gobernadores y alcaldes- afirmase luego que lo poco ganado por la oposición lo obtuvo por un tris, por una "ñinguita" se diría. Y de zorro astuto que es, y mucho, vino a decirle cuanto les dijo a sus seguidores: "tranquilos, soldados y milicianos, ganamos la mayoría de las gobernaciones y aumentamos de votación luego de la derrota que sufriéramos en el último diciembre". Pero el argumento, lo sabe bien Chávez, vale para su galería. Curtido como está por la lucha política -lleva 27 años de brega si se cuentan desde su juramento en el Samán de Güere- es consciente de que su barco tiene plomo grueso en la línea de flotación. El PSUV, lo observo coloquialmente como él lo haría en mi caso: se queda con diecisiete botellas, todas chicas y vacías. Sus opositores, oligarcas al servicio de Bush como nos llama, tendrán pocas botellas, pero llenas y de tamaño familiar. Zulia, Carabobo, Miranda, Táchira, Nueva Esparta, la Alcaldía Mayor, y otra fila de botellas muy llenitas, nada menos que en Barquisimeto y Maracay, se arrancaron las etiquetas de rojo rojito y las han hecho trizas. A Chávez, en todo caso, cabe admirarlo. Dio la cara por su gente. Sin él no sabría el país qué destino o qué cosa o qué fuerza real tiene su Partido Socialista Unido. Ayer nomás, sin anunciarlo, se hizo presente en el abandonado comando de campaña del PSUV para decirnos desde allí, y en cadena nacional a los venezolanos, cuanto nos dijo y sabemos; pues las insignias de su ejército revolucionario votaban bilis por la boca y no se recuperaban de la depresión. Aristóbulo y Müller Rojas, quien es "académico" y no general de varios soles y tampoco político ni revolucionario como se vendía, se mostraron en sus pequeñeces. Pero, ¿qué decir de Diosdado Cabello o de Jesse Chacón, las ausentes joyas de la corona del socialismo del siglo XXI, los dos delfines amados del inquilino de Miraflores y sus fieles ordenanzas; esos quienes en el curso de esta última década ominosa ejecutaron en nombre de éste todas las tropelías y arbitrariedades que hicieran de nuestra democracia una grotesca caricatura? Y es que el propio Chávez, me atrevo a pensarlo, en el fondo de su corazón rebosa de alegre: se quitó de encima a quienes le hacían sombra y ruido desde hace algún tiempo, y hasta debatían con audacia sobre una posible sucesión en los predios de la revolución. Nada que decir de "papi papito", pues es historia anodina, inodora e incolora. Pues bien, la cuenta real de las elecciones de gobernadores y de alcaldes no cabe compararla, como repite como loro eunuco el sobreviviente y mutante Jorge Rodríguez, con el referéndum de 2007, cuando el país mayoritario derrotara el proyecto de Constitución comunista del hijo de Sabaneta. Ello equivale a comparar zapatos con alpargatas. En este diciembre último a la oposición se le sumó una parte gruesa de los militantes revolucionarios, asustados con la idea de la reelección del Presidente a perpetuidad. No dudo que hasta Aristóbulo, Diosdado y Jesse hayan votado NO en esa oportunidad. La cuenta real, pues, es la que resulta de comparar elecciones iguales. La de ayer con las elecciones regionales de 2004. Los resultados hablan por sí solos. Los votos democráticos u opositores subieron desde 2.846.103 votos hasta 5.246.291 votos, es decir, crecieron en 84,3%; en tanto que, los votos de Chávez, que fueron del 54% en 2004 caen a 44%. Así de simple. Y es que olvida el discípulo de Fidel lo esencial dentro de sus cuentas a conveniencia. La población bajo mando de sus gobernadores era de 22.158.512 habitantes hasta hoy y en lo adelante se les reduce a 15.201.334 habitantes. Más la población que queda bajo el liderazgo de los "escuálidos" antichavistas creció desde 3.836.343 habitantes hasta 12.585.623 habitantes; quienes serán destinatarios de la obra de recuperación de la concordia y del espíritu de tolerancia democrática que se esfumaran desde aquel día en que el mismísimo Chávez decidió hacer de su verbo y de su hacer todo escatología. Una lección debe quedar clara para quienes a lo largo de una década, con altos y bajos, han sostenido y hemos sostenido los valores de la democracia a pie juntillas. La libertad no es la obra de sobresaltos ni se gana a fuerza de trapisondas o al giro de las ruletas. Es tarea cotidiana, dura, sin desmayos, animada por la fe inquebrantable en Venezuela.
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