lunes, 29 de diciembre de 2008

Maldito si haces


Por: Eugenio Montoro - montoroe@yahoo.es - Uno de esos refranes campeones del cinismo, pero que explica bastante bien el acontecer humano, es el de “Maldito si haces y maldito si no haces”. Si usted le compra un ramo de flores a su pareja (que mucho se quejaba de que no lo hacía) pensará que alguna falta tiene que ocultar. Si bien en casi todos los aspectos de las interrelaciones humanas se puede generar algo parecido es en el mundo gerencial, y en especial el de la gerencia pública, donde está la cúspide del asunto. Las recientes acusaciones contra Manuel Rosales son un poema a las maldiciones para el que hace o no hace. El Gobierno Nacional decidió que había que controlar las loterías y exigió una serie de cambios. Se hicieron los cambios en la Lotería del Zulia y ahora se acusa a Rosales de que los hizo muy rápido y con desorden (maldito si haces). Si no hubiese sido rápido la Lotería del Zulia se habría paralizado y entonces sería culpable de negligencia (maldito si no haces). La otra “falta” es haber donado a los policías unos vehículos viejos en lugar de repararlos. Si Rosales hubiese decidido reparar las camionetas habría sido acusado de gastar, irresponsablemente, los dineros públicos en unos carros destartalados que ya habían cumplido su vida útil. Las decisiones gerenciales tienen ese problema y las personas las pueden percibir de diferentes maneras. Por ejemplo el satélite que hace poco se puso en órbita es para algunos un símbolo del progreso tecnológico venezolano y para otros una payasada y un gasto absolutamente innecesario. Comprar unos bonos argentinos puede ser visto como un acto de apoyo a los necesitados sureños o como un pésimo negocio que perjudica el patrimonio nacional. Para Chávez Petrocaribe es una alianza de importancia geopolítica pero para muchos venezolanos es una pérdida de ingresos que buena falta nos hacen por estos días. A pesar de estas complicaciones, existen guías razonables para conocer si una decisión gerencial es buena o no. La guía no es la que se le ocurre al gerente sino lo que quiere su jefe. Por ejemplo si usted es el propietario de un terreno y contrata a alguien para que le construya una casita de dos cuartos y un baño y en lugar de eso el tipo le construye un galpón para criar cochinos, nadie le podría criticar que no construyó algo, pero no construyó lo que el dueño le pidió y, en consecuencia, lo hizo mal. Esta simpleza de comparar lo que quiere el dueño con lo que hace el gerente es la clave para determinar como están las cosas. Los venezolanos contrataron a Chávez para que gerenciara y le aprobamos un libro azul (la Constitución) como guía de lo que queremos. Después de diez años es fácil comparar. Lo primero que resalta es lo del socialismo, palabreja que el prócer de Sabaneta nos mete hasta en la sopa. En ningún sitio de la Constitución se menciona, así que Chávez no cumple nuestro mandato. La Constitución precisa que los funcionarios públicos hacen su carrera por méritos y no están al servicio de parcialidades políticas, lo cierto es que, ahora, el que no se ponga la franela roja está “botao”. Cosa parecida dice la Constitución sobre la imparcialidad de la Fuerza Armada y, hoy, hasta los muy serios oficiales de la Armada al tradicional y pulcro uniforme blanco le agregaron una espantosa cachucha colorada. La Constitución garantiza el derecho a la vida y somos el país campeón en asesinatos. Sobran los ejemplos. Chávez no es buen Presidente por cuanto no cumple nuestro mandato. Él y sus partidarios podrán creer que hacen cosas o que “se la están comiendo” pero, lamentablemente, no son las cosas que los propietarios queremos. Vamos a tener que enmendar pronto esa desobediencia.

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