Como si de
una especie de orgasmo sideral de tratara, entre meteoritos y estrellas que parecen
hervir allá en el infinito mientras que aquí en lo que estamos es en el
padecimiento de la realidad que nos agobia, Nicolás Maduro, Presidente de la
República si usted prefiere, se ha inventado potestades de las que no goza
constitucionalmente, al establecer los límites del territorio, vía decreto,
creando y activando las llamadas, de forma inevitable, Zonas Operativas de
Defensa Integral Marítima e Insular (ZODIMAIN) ¿Quién pudiera decirle al ungido
que no?
Para mayor ternura se dice en la Gaceta,
oficial por supuesto, de fecha tal número cual, que esta decisión, cita
textual, se toma con el objeto de garantizar la independencia, soberanía,
seguridad e integridad del espacio geográfico sobre la base de la concepción estratégica
defensiva nacional, etc., etc., etc., a la luz de los lineamientos filosóficos
establecidos por el Comandante Supremo Eterno de la Revolución Bolivariana, entre
otras exuberantes y detallistas precisiones de
latitudes y longitudes cósmicas.
No sin
reimpresiones y parches posteriores, errare humanum est en todo caso, remiendos que subrayan y abultan deslices u
omisiones y muestran sobre todo las huellas dactilares de impericias, apuros y
opinión a destiempo y ya tarde de terceros, el fulano decreto publicado con
quién sabe qué emergencia de falta de popularidad electoral digamos, ha
provocado reacciones esperadas en Estados vecinos, Guayana y Colombia y
contando, que han reaccionado frente a lo que ellos consideran al menos, están
en su derecho, una pretensión literaria pero en todo caso invasiva de soberanía
por parte de un vecino conocido como “mi
nuevo mejor amigo” en uno de los casos o “nuestro socio Petrocaribe”, por el
otro. Habría que ver. Maduro que
responda, que eso es asunto de él y demás militares redactores.
Aunque la
verdad sea dicha, estas ambiciones solladas, desmedidas, no son nada nuevas ni
monopolio de ninguno de los tres países. Cada uno en su momento y tiempo ha
elaborado un texto, planificado un hecho, provocado un evento, no me vengan con
cuentos, dentro de un contexto histriónico, sí, y con un pretexto o
justificación detrás de la cual siempre
se esconde, en agendas reales o fingidas, un motivo, y se persigue al menos algún
fin, que aquí estamos para eso, para desentrañarlo.
Tanto el uno,
como el otro y también el tercero, Colombia, Guyana y Venezuela, se han rasgado
cada uno en su momento las vestiduras y victimizado cuando de límites se trata y ya está demostrado que a mayor escándalo
político, vagabundería económica y griterío social, mayores son las
probabilidades de que aparezcan, se cocinen y capitalicen conflictos y roces fronterizos
que al fin y al cabo distraen a la ciudadanía de las reales razones y causas de
los males que la abruman y empobrecen.
El objetivo es siempre y en todos los
casos el de desnaturalizar el malestar,
inducir a evadir la realidad, crear un fuego allá en el horizonte anónimo de
los límites que nos distraiga del hoy, del ahora y aquí, para falsificarnos el
desengaño cotidiano e inventarnos en la figura de algún héroe, que pudiera hasta
adquirir el nombre anónimo de patria, un motivo pomposo de reencuentro
colectivo, una farsa, un negocio sin riesgos en lo inmediato.
En suma, no
caigamos en la trampa de la tardía y
fingida defensa de la soberanía y menos en la manipulada culpa de la traición a
la patria, que son ambas artimañas de las más torvas y primitivas que lo que
buscan es tapar el rotundo fracaso del régimen actual. Lo que toca es salir del
gobierno de Nicolás Maduro por vía electoral.
Lo demás es aguaje.
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