MENSAJE DE DIEGO ARRIA A LOS VENEZOLANOS
Y llegamos al 5 de Julio de 2011. Venezuela conmemora el Bicentenario de su Independencia de la Corona de España, concebida y liderada por nuestros patriotas civiles. Lo que no nos imaginamos es que nuestro país no estaría hoy “absuelto de toda sumisión y dependencia”, como declararon al mundo los padres de la Patria en el Acta de nuestra Independencia.
Este evento exigiría de un Jefe de Estado democrático un pronunciamiento sobre su significado en nuestra historia, sobre nuestra situación actual y sus consecuencias, con el animo de aprovecharlo para unir a los venezolanos en torno a una causa común. Nuestra participación, la de todos como venezolanos, es indispensable para recuperar la soberanía de nuestra nación, hoy entregada a Cuba y ocupada por sus mercenarios y por nuestra propia fuerza armada, secuestrada por una secta militar que, lejos de comportarse como heredera de nuestro Libertador, se ha convertido en una organización de perseguidores de sus compatriotas, bajo el perverso y anti nacional lema de: “Patria, Socialismo o Muerte”.
La cruenta guerra que cercenó nuestros vínculos políticos con la Corona de España fue un episodio trágico que arruinó y despobló a Venezuela. Ese fue el precio de nuestra libertad. Por estas circunstancias, resulta un gravísimo error la exaltación guerrerista de aquellos sucesos y el ocultamiento de la preponderancia cívica de nuestra emancipación, por quien hoy promueve la criminal división entre los venezolanos, sin importarles cuánto dolor significaron aquellos hechos de violencia, que no debemos repetir.
Hoy en día sufrimos aún las consecuencias de 200 años de tendencias caudillistas, guerreristas y anti democráticas, que han subordinado nuestros derechos ciudadanos al capricho de oportunistas y de ambiciosos de poder. No en vano, de estos dos siglos de republicanismo, las dos terceras partes del tiempo hemos estado sometidos a regímenes militares. Y lo seguimos estando. Pero tan grave como la exaltación de la violencia como forma de conducta, resulta el intento por parte de quien dirige la Nación, de destruir nuestra esperanza en un mundo mejor, bajo un nuevo gobierno de libertades, propio de las democracias, con el máximo de potencialidades humanas y materiales. No debemos permitírselo.
La Venezuela a la cual tenemos derecho los venezolanos no es la de un país sometido a un gobierno extranjero y dictatorial que viene aprovechandose de la incapacidad y complicidad de nuestras sautoridades, lo cual conforma un delito de traición a la patria por el que deberán responder. La Venezuela de la cual formamos parte nos corresponde a todos por igual. Sin distinciones de ninguna naturaleza. Sin amenazas a nuestra integridad física, con la cárcel, el destierro y hasta la muerte, simplemente por pensar diferente. , ni donde se utilicen los recursos públicos en detrimento de los que nada tienen para satisfacer la ambición de poder desenfrenada de un individuo, de sus pretorianos y de sus cortesanos, ni donde el Estado se conciba como un usurpador de las libertades individuales y sociales. Ni donde los poderes públicos estén al servicio de un hombre.
En Venezuela, nuestra Venezuela, no puede haber más cabida a causas que no estén dirigidas al beneficio de los desposeídos, de los desasistidos, de aquellos a quienes se les han negado oportunidades de educación, salud, trabajo, vivienda digna y del acceso a la justicia.Todos ellos estafados por los inescrupulosos jerarcas de la llamada revolución. Una Venezuela donde los ciudadanos cuenten con un árbitro electoral independiente, capaz de garantizar el respeto a la soberanía popular, y no un ministerio de elecciones, subordinado a la voluntad de un hombre. Una Venezuela en donde su fuerza armada esté al servicio de la Nación, y no subordinado a ese mismo hombre. Donde las oportunidades sean iguales para todos. Donde los trabajadores tengan buenos empleos sin ser rehenes de nadie. Donde el respeto y la dignidad sean las normas para la igualdad. Donde no se sobreviva, sino que se disfrute de una vida con calidad. Donde la seguridad prevalezca. Donde la calidad de la educación asegure un futuro mejor para todos nuestros hijos. Donde la salud sea de primera. Donde nuestros talentos no tengan que emigrar por falta de oportunidades, por la inseguridad o por acosamiento de las autoridades.
De allí que al conmemorar estos doscientos años, recordemos algunos de esos principios que rezan en nuestra Acta de Independencia, la cual señala:
“Nosotros, los representantes de las Provincias, que forman la Confederación americana de Venezuela … declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia..”
Por estos ideales, nuestros antepasados lucharon. Hoy nos corresponde a todos lo venezolanos hacerlo de nuevo para restablecer la paz social y la democracia, rescatar nuestra soberanía y reunificar a los venezolanos. Un país dividido, sin libertades y entregado a un gobierno extranjero, no podrá jamás progresar. Menos aún un país perversamente dividido por un apartheid del odio y la violencia promovido por el primer racista social y politico de la nación: el propio Jefe de Estado.
A este desafío invito a todos los ciudadanos, sin distinciones, y en especial a nuestra juventud que como me consta no se dejará arrebatar su futuro.
Venezolanos,
¡No debemos esperar 200 años más!
Venezolanos,
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