Por: Gina Montaner - Hugo Chávez apareció en la televisión venezolana con el semblante pálido y desencajado. Ya no era el machazo vociferante, enamorado de su palabrería y retando a los enemigos con expresiones soeces. Con la voz quebrada, no lanzó un encendido “Patria o muerte, venceremos”. Y es que no era apropiado convocar a la de la guadaña, sino mantenerla lejos y espantar el olor a ceniza de la enfermedad que acecha. Con la boca encogida, el gobernante venezolano por fin escupió la verdad de un secreto que no se podía sostener por más tiempo: tiene cáncer y está recibiendo tratamiento para combatir el avance de las células malignas. Por una vez desde que llegara al poder en 1998, fue escueto y se comportó como todo hijo de vecino cuando se enfrenta a un revés de este calibre. Frente a millones de televidentes, Chávez aceptó humildemente su mortalidad. De sopetón, la irrupción de un padecimiento cuyo alcance continuamos ignorando, lo ha obligado a abandonar sus maneras de chulo de barrio. El gesto trémulo no podía ocultar el temor que produce saberse con fecha de caducidad. Ni asomo del sujeto candanguero en los infinitos Aló Presidente dominicales aderezados con corridos mexicanos. Su comparencia en La Habana era un réquiem acompañado de violoncello. Lástima que todo este tiempo el líder bolivariano se haya intoxicado con las lecturas de Noam Chomsky y Eduardo Galeano. Pena por este militar cuyo héroe es Fidel Castro, ese otro enfermo del cuerpo y del alma, que hoy hace las veces de médico brujo en la convalecencia que comparten. Ojalá hubiese caído en sus manos el clásico de Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas. Pero qué iba a saber este golpista de lo que la reconocida intelectual escribió a finales de los años setenta sobre el estigma del cáncer, y la noción errónea de que se trata de una vergonzante maldición que hay que ocultar para no sufrir el ostracismo social. Sontag, que libró su lucha particular contra este mal con las armas de la transparencia y la divulgación, vivió una vida larga y plena, consciente de que el hermetismo y las mentiras sólo contribuyen a minar el espíritu y la carne. Si alguna vez Chávez hubiese tenido un instante de introspección en vez de alimentar su vena autoritaria y pendenciera, el sino de su mandato habría sido bien distinto. Al principio contó con la adhesión de millones de venezolanos fatigados por la corrupción de los partidos tradicionales. Tristemente, este personaje narcisista y fanfarrón quiso ser el protagonista absoluto de su revolución socialista del siglo XXI, acompañado de aliados siniestros como los hermanos Castro, Daniel Ortega, Gadafi o el mismísimo Ahmadineyad. El eje del mal como metáfora de la enfermedad ideológica hasta hacer metástasis en la dialéctica de la materia. En esta ocasión un demudado mandatario no se atrevió a invocar la muerte y se limitó a decir “retornaré”, a modo de mensaje críptico a un pueblo que se ha hundido en el laberinto de su confusión. Ironías de la vida, mientras recibe los mejores y más exclusivos tratamientos en Cuba, en su país los médicos han iniciado una huelga por las pésimas condiciones de los hospitales públicos. Hoy Venezuela es una nación a la deriva con un presidente ausente y muy enfermo, más preocupado por su supervivencia y la continuidad de su mandato, que por la precaria situación del pueblo que lo eligió. ¿Se puede uno enfermar por ósmosis? El debilitamiento político y físico de Chávez ha coincidido con el ocaso de su maestro. Tanta es su identificación con la cienciología castrista, que en la hora de su afección se mira en el espejo del anciano enfermo que le ha cedido el trono a su hermano menor, Raúl. ¿Se acerca el momento de nombrar vicepresidente a Adán, ideólogo de la familia Chávez Frías? Hace tan solo unos días su hermano mayor declaró que la lucha armada no es descartable para asegurar la continuidad del chavismo. El fantasma de la sucesión dinástica y la lucha por el poder anda suelto en Venezuela. Hugo Chávez ha estrenado el gesto arrugado que infunde el miedo a la muerte. Una nueva mueca que lo confina a dar la batalla por su salvación. Es la oportunidad de que los venezolanos recuperen la vida. Ojalá que no desperdicien la lección de esta inesperada metáfora.
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