Sueños de Navidad - Por Humberto J. Saras G. - Los seres humanos, en su mayoría, viven cada noche, mientras duermen, extrañas, imaginarias y misteriosas aventuras. En los tiempos precientíficos, los sueños fueron considerados como mensajes sobrenaturales o metafísicos y la lectura de los mismos estuvo a cargo de muy pocas personas. En la actualidad, para numerosos intérpretes, la base de la vida onírica es un estado especial de la actividad psicológica que se considera superior a la normal. Los sueños nacen, como afirman algunos estudiosos de los procesos mentales, de estímulos anímicos y representan manifestaciones de fuerzas psíquicas que durante el día se hallan impedidas de desplegarse libremente. Sin embargo, en Navidad, los sueños constituyen, especialmente para los niños y adolescentes, la mejor manera de asegurarse algo y disfrutarlo a plenitud, aunque en la realidad fáctica esto sea poco probable. Es una forma imaginaria de disponer ellos de un bien, a pesar de vivir convencidos de que materialmente nunca llegue a sus manos o llegue algún día. Ahora bien, así como los niños en época de Navidad sueñan con divertirse con sus juguetes preferidos y los jóvenes con regalos propios de su edad, la población adulta sueña con una sociedad mejor. Nadie niega que el supremo anhelo de todo pueblo civilizado sea la convivencia pacífica y democrática, así como el deseo de vivir en naciones prósperas y seguras, en las cuales se privilegien las libertades ciudadanas, el estado de derecho y la justa distribución de la riqueza. Estamos en un momento crítico y controvertido, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. Como se sabe, a medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. Sin embargo, para soñar con un mundo menos imperfecto y más vivible, es indispensable comprender que la Navidad es una bendición de Dios, un obsequio de la vida, un regalo del corazón, un tesoro de la espiritualidad y una fuerza del amor. En Navidad debemos soñar con reconciliarnos, perdonar, olvidar, socorrer a los desvalidos y regocijar a los ancianos. La vida es una sola, por consiguiente, hay que soñar con lo que se debe soñar, ir a donde se debe ir, hacer lo que se tiene que hacer, ser lo que se debe ser, porque solamente tenemos una vida y una oportunidad para realizar nuestros ideales, sueños y esperanzas. Congratulaciones, de nuestra parte, a todos los que sueñan en un porvenir mejor en estas festividades espirituales.
Tomado de:
http://www.elinformador.com.ve/noticias/opinion/columnas/suenos-navidad/30837
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