Por: Enrique Pereira - @pereiralibre - Estuve allí. No precisamente agitando los brazos desde un carro militar. Una cosa es ver la televisión y asombrarse de la situación y otra es rozar la piel de esos seres, bajo un inclemente palo de agua y observar su lánguida mirada agradeciendo la ayuda. Castillito una comunidad agrícola, a un lado de la carretera de oriente, pasando el puente de la población del Clavo, conoció la capacidad destructiva del río Tuy y sus tributarios. Uno pasa por allí y observa hasta donde llegan las marcas de la crecida y le tiembla el cuerpo tan sólo de pensar en cuanta agua pasó por ese lugar. Siembras enteras de cacao, plátanos y frutales cedieron al paso de las turbulentas aguas. A la gente no le queda otra que bajar a la carretera, mendigando ayuda de los pocos vehículos que transitan bajo la fuerte lluvia. La tarde del sábado el cielo se venía abajo en esa zona. Nada bueno auguraba. Los pobladores agradecían la ayuda que llevamos a esos lugares imposibles. Miranda y Falcón llevan la peor parte. Zulia le sigue de cerca. Esta es mucha más agua de la que nuestra poco mantenida infraestructura puede soportar. La carretera que conduce desde Caracas hacía el oriente no aguanta una lluvia más. Derrumbes y más derrumbes y los ríos crecidos reclamando su curso original en muchos lugares. Árboles derribados tomando su cuota del asfalto y una tierra que se sigue aflojando con cada nueva lluvia. Aún si la lluvia dejara de caer esta semana, tomará meses llevar la vía de oriente a condiciones de operación fluidas. Imposible contar la cantidad de laderas que requerirán de maquinaria pesada para estabilizar taludes que están en condición amenazante. El gobierno de Miranda –va mi reconocimiento- bien organizado para el reparto de ayuda, con un norte claro de la acción y un manejo impecable del uso de la ciudadanía para canalizar adecuadamente los apoyos, las entregas controladas y la necesidad imperiosa de llevar calma a la población. Si usted quiere donar algo, hágalo por la vía del Gobierno de Miranda, saben lo que están haciendo. Más que lucir bonitos en las pantallas, manejan un plan operacional de distribución muy bien concebido y con buena comunicación. Suman en lugar de restar. Requieren más aportes pues sostener a las poblaciones que están bajo el agua, que obligará a conducir planes extendidos de ayuda. Al tiempo que esto sucedía, nuestro presidente disfrazado de militar en campaña, hacía alardes de una peligrosísima demagogia, por demás irresponsable, invitando a un pueblo que está bajo una condición extrema, a tomar edificios y hoteles turísticos. A eso no se puede invitar a un pueblo. Sí necesita esa infraestructura, meta al ejército ordenadamente y tómela, pero no invite a un pueblo a esa actividad, pues eso terminará en una anarquía imposible de controlar, con un pueblo invadiendo y saqueando y otro defendiendo lo suyo. No hable en términos genéricos, señale especificadamente cuales tres o cuatro hoteles serán “tomados” por el gobierno y que criterio se usará para llevar gente a esos lugares. Anoche una turba reclamaba frente al Sambil de la Candelaria para que los recibieran allí. El ejército los llevó a la puerta y no los querían dejar entrar. Clase de coordinación gubernamental. El presidente-comandante no ha entendido la magnitud del desastre que tiene bajo su roja boina. Desprecia la ayuda privada y pierde su tiempo en pasear para mostrarse como un bondadoso y preocupado mandatario, que lucha contra la burguesía. Pierde una nueva oportunidad de usar las capacidades privadas para hacer un gran acuerdo gobierno-nación, que nos permita salir de este hueco cuanto antes. Deje de pasear y organice este húmedo país.
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