"Se puede robar todo a un hombre, excepto su estilo. El estilo es inviolable". Ernest Hello
Cantinflas diría "que estilacho, que estilacho", para referirse a la intervención del presidente Alvaro Uribe de Colombia, de su homóloga Michelle Bachelet de Chile y del anfitrión dominicano Leonel Fernández, quien con gran sagacidad política recogió las palabras demagógicas de Hugo Chávez de Venezuela y de Cristina Fernández de Argentina, las reviró y las hizo concluir en un Acuerdo de Paz entre Colombia y Ecuador y, de pasó, obligó, sin querer queriendo, como diría el Chavo del Ocho, a Nicaragua y Venezuela sumarse a la mayoría, en una Cumbre de Río en que solamente los ideólogos del siglo IXX y XX Ortega, Chávez y Correa, atacaron al "imperio", que no tenía nada que ver con el asunto a discutir. Si bien es cierto que en la Cumbre de Río, celebrada esta vez en Santo Domingo, República Dominicana, se silenciaron, por ahora, los tambores de guerra (y, a pesar de que la DISIP ya estaba creando problemas ese mismo día en territorio colombiano, lo que pudo haber desencadenado una tragedia de grandes proporciones) , también es cierto, visto desde la distancia y desde la neutralidad de un Chile fuerte pero neutral, que Alvaro Uribe Vélez, presidente de Colombia con un 80% de popularidad, fue el gran triunfador de la jornada, dando una clase magistral de diplomacia, política, sabiduría, fuerza de la razón, ponderación, confianza, educación y respeto a sus adversarios… En otras palabras, Uribe, con ponderación, sin insultar a nadie, dejó en claro que a) las FARC son terroristas; que los terroristas atentan en contra de la democracia, c) que la democracia debe defenderse de las minorías enfermas de maldad, y que en Colombia ha habido un gran avance democrático en los últimos años a pesar, muy a pesar de los bandidos y de sus aliados. Por otro lado, y la verdad sea dicha, el ilustradísimo presidente ecuatoriano Rafael Correa quedó ante el mundo como un pobre patán, manejado por oscuros intereses e ideologías caducas. Su verborrea y pirotecnia de insultos, epítetos y adjetivos calificativos, lo dejaron como el mayor imbécil ilustrado de la historia americana, por ahora, del siglo XXI. Hugo Chávez, sagaz, sibilino, escurridizo, bromista, parecía niño de las monjitas platenses y habló de paz, y de más paz mientras sus tanques bordeaban la frontera con Colombia. Chávez Frías, aplicando lo mejor de la estrategia leninista, dio un paso atrás, dejando que sus aliados Correa y Ortega se embarraran solos. Llamó a la paz y la reconciliació n mientras su canciller hablaba pestes en contra del "imperio" y de su supuesto lacayo Uribe. Chávez, militar al fin, sabe que soldado que arranca sirve para otra batalla y, necesitaba ante los ojos del mundo, una salida digna. ¿Cómo podía replegar sus tropas, que en una fenomenal metida de patas lo hacía aparecer como agresor? Solamente con una acuerdo entre las partes y un apretón de manos, más el consabido sobajeo al interlocutor, Chávez tendría la posibilidad de replegar sus fuerzas. Él sabía que no tenía posibilidades bélicas pues nadie, solamente un loco, lo podía apoyar. Ni siquiera recibió el apoyo de Cuba, país que guardó discreto silencio. Alvaro Uribe V., consiguió, en definitiva, un respaldo unánime con la declaración del Grupo de Río en Santo Domingo, pues allí se especificó que los países de la región "reiteran su compromiso de combatir las amenazas a la seguridad de todos los Estados por parte de grupos irregulares" ; es decir, de las FARC y ELN que actúan en Panamá, Ecuador, Perú, Brasil y, obviamente, Colombia. Quienes buscaban una condena en contra de Uribe y de Colombia, salieron con las colas entre las piernas y tuvieron que acordar, además del respeto a la soberanía "la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados", punto de acuerdo que llevaba nombre y apellido y, que según se dijo en pasillos, fue propuesto por Michelle Bachelet de Chile, quien lo había adelantado antes de ir a la Cumbre. El nombre y apellidos de este punto de acuerdo no era otro que el de Hugo Chávez Frías, quien se ha caracterizado por su abierta intervención en países como Nicaragua, Cuba, Colombia, Perú, Bolivia, Uruguay, sólo por nombrar a unos cuantos. Chávez, en su retroceso, tuvo que aceptar sin chistar este acuerdo. Con este triunfo internacional, Alvaro Uribe ha regresado a su país para trabajar con más fuerza en el exterminio del narco terrorismo de izquierda (FARC-ELN) y de derecha (Paracos), cuestión que se le está facilitando con las deserciones de una guerrilla o bandolerismo y, por supuesto, deberá estar alerta pues si bien ganó esta batalla, la guerra ideológica en contra de la democracia colombiana continúa pues la idea de estos grupos anárquicos y formales, oficiales y extraoficiales es acabar con lo que ellos llaman "democracia burguesa" y ya vimos como jóvenes chilenos, mexicanos y quizás de que otras naciones estaban siendo adoctrinadas y preparadas para la insurgencia por el autocalificado comandante Raúl Reyes, quien de puro macho murió en pijamas, como dijeron sus admiradores Chávez, Ortega y Correa. En otras palabras, no murió con las botas puestas como mueren los verdaderos revolucionarios como lo fue Emiliano Zapata. E-mail: conchamhgmail.com, Colegio de Profesionales de la Prensa, Radio y TV de Chile A.G. Nº 1454.
Cantinflas diría "que estilacho, que estilacho", para referirse a la intervención del presidente Alvaro Uribe de Colombia, de su homóloga Michelle Bachelet de Chile y del anfitrión dominicano Leonel Fernández, quien con gran sagacidad política recogió las palabras demagógicas de Hugo Chávez de Venezuela y de Cristina Fernández de Argentina, las reviró y las hizo concluir en un Acuerdo de Paz entre Colombia y Ecuador y, de pasó, obligó, sin querer queriendo, como diría el Chavo del Ocho, a Nicaragua y Venezuela sumarse a la mayoría, en una Cumbre de Río en que solamente los ideólogos del siglo IXX y XX Ortega, Chávez y Correa, atacaron al "imperio", que no tenía nada que ver con el asunto a discutir. Si bien es cierto que en la Cumbre de Río, celebrada esta vez en Santo Domingo, República Dominicana, se silenciaron, por ahora, los tambores de guerra (y, a pesar de que la DISIP ya estaba creando problemas ese mismo día en territorio colombiano, lo que pudo haber desencadenado una tragedia de grandes proporciones) , también es cierto, visto desde la distancia y desde la neutralidad de un Chile fuerte pero neutral, que Alvaro Uribe Vélez, presidente de Colombia con un 80% de popularidad, fue el gran triunfador de la jornada, dando una clase magistral de diplomacia, política, sabiduría, fuerza de la razón, ponderación, confianza, educación y respeto a sus adversarios… En otras palabras, Uribe, con ponderación, sin insultar a nadie, dejó en claro que a) las FARC son terroristas; que los terroristas atentan en contra de la democracia, c) que la democracia debe defenderse de las minorías enfermas de maldad, y que en Colombia ha habido un gran avance democrático en los últimos años a pesar, muy a pesar de los bandidos y de sus aliados. Por otro lado, y la verdad sea dicha, el ilustradísimo presidente ecuatoriano Rafael Correa quedó ante el mundo como un pobre patán, manejado por oscuros intereses e ideologías caducas. Su verborrea y pirotecnia de insultos, epítetos y adjetivos calificativos, lo dejaron como el mayor imbécil ilustrado de la historia americana, por ahora, del siglo XXI. Hugo Chávez, sagaz, sibilino, escurridizo, bromista, parecía niño de las monjitas platenses y habló de paz, y de más paz mientras sus tanques bordeaban la frontera con Colombia. Chávez Frías, aplicando lo mejor de la estrategia leninista, dio un paso atrás, dejando que sus aliados Correa y Ortega se embarraran solos. Llamó a la paz y la reconciliació n mientras su canciller hablaba pestes en contra del "imperio" y de su supuesto lacayo Uribe. Chávez, militar al fin, sabe que soldado que arranca sirve para otra batalla y, necesitaba ante los ojos del mundo, una salida digna. ¿Cómo podía replegar sus tropas, que en una fenomenal metida de patas lo hacía aparecer como agresor? Solamente con una acuerdo entre las partes y un apretón de manos, más el consabido sobajeo al interlocutor, Chávez tendría la posibilidad de replegar sus fuerzas. Él sabía que no tenía posibilidades bélicas pues nadie, solamente un loco, lo podía apoyar. Ni siquiera recibió el apoyo de Cuba, país que guardó discreto silencio. Alvaro Uribe V., consiguió, en definitiva, un respaldo unánime con la declaración del Grupo de Río en Santo Domingo, pues allí se especificó que los países de la región "reiteran su compromiso de combatir las amenazas a la seguridad de todos los Estados por parte de grupos irregulares" ; es decir, de las FARC y ELN que actúan en Panamá, Ecuador, Perú, Brasil y, obviamente, Colombia. Quienes buscaban una condena en contra de Uribe y de Colombia, salieron con las colas entre las piernas y tuvieron que acordar, además del respeto a la soberanía "la no injerencia en los asuntos internos de otros Estados", punto de acuerdo que llevaba nombre y apellido y, que según se dijo en pasillos, fue propuesto por Michelle Bachelet de Chile, quien lo había adelantado antes de ir a la Cumbre. El nombre y apellidos de este punto de acuerdo no era otro que el de Hugo Chávez Frías, quien se ha caracterizado por su abierta intervención en países como Nicaragua, Cuba, Colombia, Perú, Bolivia, Uruguay, sólo por nombrar a unos cuantos. Chávez, en su retroceso, tuvo que aceptar sin chistar este acuerdo. Con este triunfo internacional, Alvaro Uribe ha regresado a su país para trabajar con más fuerza en el exterminio del narco terrorismo de izquierda (FARC-ELN) y de derecha (Paracos), cuestión que se le está facilitando con las deserciones de una guerrilla o bandolerismo y, por supuesto, deberá estar alerta pues si bien ganó esta batalla, la guerra ideológica en contra de la democracia colombiana continúa pues la idea de estos grupos anárquicos y formales, oficiales y extraoficiales es acabar con lo que ellos llaman "democracia burguesa" y ya vimos como jóvenes chilenos, mexicanos y quizás de que otras naciones estaban siendo adoctrinadas y preparadas para la insurgencia por el autocalificado comandante Raúl Reyes, quien de puro macho murió en pijamas, como dijeron sus admiradores Chávez, Ortega y Correa. En otras palabras, no murió con las botas puestas como mueren los verdaderos revolucionarios como lo fue Emiliano Zapata. E-mail: conchamhgmail.com, Colegio de Profesionales de la Prensa, Radio y TV de Chile A.G. Nº 1454.
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