Por Magda Mascioli García
Pregunta clave que
deberíamos respondernos todas las personas que tenemos en nuestras manos la
gran responsabilidad de ser ductores de jóvenes a todos los niveles, ya que de
nuestra labor dependen aspectos sociales muy importantes.
Soy poco amiga de establecer
parangones con épocas pasadas porque considero que cada época tiene sus
aspectos positivos y no tan positivos, pero es indudable que al día de hoy
tenemos condiciones que han mermado en gran medida los cimientos sobre los que
es imprescindible construir las bases de las sociedades.
Uno de los inconvenientes
con los que nos tropezamos los profesores, es encontrarnos con jóvenes que no
han sido educados en la investigación. Si bien es cierto que disponen de
adelantos tecnológicos envidiables en cuanto a la velocidad de ubicación de la
misma, también es verdad que no les fue enseñada la hermosa experiencia de
adentrarse en una Biblioteca, escudriñar en los anaqueles, revisar los archivos,
armar un trabajo luego de la consulta de varios libros.
Muchas veces al
indicar la elaboración de un informe, se limitan a entrar en Internet, colocan
el criterio de búsqueda y cuando el sistema despliega los diferentes links,
toman el primero, lo abren, lo imprimen, diseñan una carátula espectacular con
colores fantásticos, fotos 3D, etc., lo encuadernan y lo entregan sin siquiera
verificar si, de hecho, lo impreso, cubre los presupuestos del trabajo
requerido. Dan por sentado que si el título del link abierto se parece al criterio
de búsqueda ya el trabajo “está hecho”, y cuando se enfrentan con la realidad
de la evaluación del mismo, simplemente no lo pueden creer.
Y no es que los
jóvenes de esta época sean menos inteligentes o menos dispuestos, sino que
simplemente muchos Profesores hemos olvidado la esencia de nuestra importante
labor que va mucho más allá de suministrar conceptos, enumerar características,
impartir clases magistrales que si bien son importantes desde el punto de vista
didáctico, no siempre cubren esa parte, digamos, intangible de la labor de un
Profesor; y digo intangible porque esa “labor” no se puede calificar como se califica
un trabajo, no queda escrita en los cuadernos de los estudiantes, pero
definitivamente tienen un peso específico inconmensurable porque quedan
grabadas en sus mentes y en sus corazones.
No son pocas las veces
en las que cualquier alumno plantea un tema que nada tiene que ver con lo
establecido en el programa de cátedra. Dependerá de cada Profesor entender que
oportunidades como esas son lingotes de oro en sus manos, porque no pocas veces
dos horas de discusión grupal en un salón de clases, sobre cualquier tema,
logran dejar en los estudiantes (y también en los profesores) un residuo, un
aprendizaje, una experiencia que quizás, más adelante, marque la diferencia en
la vida de cualquiera de ellos cuando se enfrenten a cualquier circunstancia de
la vida. Muchas serán las ocasiones en
las que podrá recurrir a ese “archivo” en su mente y en su corazón.
Es importante
igualmente recordar que los Profesores representan una extensión de la casa en
los colegios, escuelas y universidades. No es la idea sustituir la labor de
padres en el hogar, pero es indudable que la misma debe encontrar en las
escuelas y universidades un terreno fértil de afianzamiento. Por eso es
importante recordar que la labor Profesoral no termina con una clase impartida
sino que va mucho más allá.
Al ser severos, pero
con tasa y medida, estaremos logrando delegar conocimientos (nuestra principal
labor) pero también estaremos sembrando respeto, disciplina y responsabilidad,
armas éstas que marcarán la diferencia cuando los estudiantes salgan de
nuestras aulas.
Y como Profesores,
adicionalmente, estamos obligados a entender que el aprendizaje es una vía en
dos sentidos razón por la que si bien es cierto tenemos conocimientos que
transmitirles, no es menos cierto que también los estudiantes tienen mucho que
enseñarnos.
Ese aprendizaje mutuo,
cuya conducción y monitoreo depende de los Profesores, es base firme para
mejores sociedades.
No perdamos esa
oportunidad.
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