sábado, 3 de enero de 2009

Medio siglo de Fidel Castro


Por: Enrique Arias Vega - Cuando Fidel Castro entró en La Habana en 1959, una veintena de casinos y varias docenas de prostíbulos ejemplificaban la corrupción del régimen de Fulgencio Batista y su vinculación con las mafias de Estados Unidos. Después de medio siglo de presunta revolución socialista, ha crecido el número de jóvenes que jinetean miserablemente con turistas para obtener unos pesos con que poder sobrevivir, mientras el millón largo de cubanos obligado a huir de la isla liga a ésta definitivamente con los Estados Unidos, ya que las remesas de dólares a sus familiares doblan los ingresos procedentes del turismo. Ese es el ignominioso balance de una dictadura que aún ponderan algunos progres de salón, como Gérard Depardieu, Mayor Zaragoza, Danielle Mitterrand,… que hace dos años acudieron a festejar al déspota cubano en su 80 cumpleaños. Otros intelectuales de izquierda, más avisados, se han ido bajando del tren de la revolución cubana, en feliz frase del poeta José Saramago. En su día lo hicieron Octavio Paz, Julio Cortázar, Han Magnus Enzensberger,… y bien temprano los primeros exegetas del castrismo, como René Dumont, con su elogioso Socialismo en Cuba, o K.S. Karol, autor de Los guerrilleros en el poder. Todos ellos advirtieron que mientras los dictadores latinoamericanos coetáneos de Batista desaparecían —Trujillo, Somoza, Stroessner,…— para ser sustituidos por incipientes democracias, Fidel Castro se convertía en un sátrapa al menos tan venal como aquéllos. Eso, sin contar con los llamados logros de la revolución. Cuando el advenimiento del castrismo, Cuba tenía la quinta renta per capita de América Latina. Hoy día la superan prácticamente todos los países del Caribe, incluida República Dominicana, y naciones del istmo, como Panamá y Costa Rica. El último paso en la degradación económica y social de la isla lo acaba de anunciar Raúl Castro al "eliminar las gratuidades indebidas y los subsidios excesivos para reducir las distorsiones en el sistema salarial". O sea, a apretarse más el cinturón, dicho en román paladino. Ese régimen sin libertades, con presos de conciencia y gente haciendo cola para salir del país sin importarle el riesgo, es el modelo al que quieren conducir a sus compatriotas nuevos aprendices de brujo como Hugo Chávez, Evo Morales y, en menor medida, Rafael Correa. Ellos sabrán porqué. Lo paradójico, con todo, es que ir de visita oficial a Cuba sea el desiderátum de nuestros presidentes autonómicos y que el régimen de Castro aún sea alabado por los papanatas del seudoprogresismo. Y es que, perdida la batalla de las ideas, a causa de su falta de ellas, el mito de una revolución utópica e imposible aún fascina a algunos desde una hábil puesta en escena emocional y de la subsiguiente propaganda mediática.

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