"Una vez más, nuestra vida por la libertad" - Por: Gonzalo Himiob Santomé - gonzalo.himiobs@gmail.com - CONTRAVOZ - “Una vez más, nuestra vida por la verdad”“…personas de buena fe o ingenuos, el hecho es que la huelga trascendía, era imposible ocultarla y desentenderse de ella…” Mario Garcés/Nancy Nicholls (Para una Historia de los DDHH en Chile) - Al momento de consignar esta entrega ya eran más de 180 personas a nivel nacional e internacional –estudiantes, presos y perseguidos políticos, sus familiares y ciudadanos en general- las que se habían sumado a la huelga de hambre iniciada el 24 de Septiembre de 2009 por 11 valerosos jóvenes del oriente del país. Se trata sin duda, de una de las manifestaciones de este tipo más contundentes y concurridas de toda la historia latinoamericana. El único antecedente similar lo encontramos en la huelga de hambre de los familiares de los detenidos y de los desaparecidos (AFDD) de la dictadura de Pinochet, que comenzó el 22 de Mayo de 1978. En esa ocasión, además de centenares de muestras de solidaridad, se contabiliza que aproximadamente 190 personas se sometieron a huelga de hambre en el país mientras que aproximadamente 250 personas hicieron lo propio, en solidaridad con los primeros, en otros países. La consigna en aquellas fechas era “Una vez más, nuestra vida por la verdad”. Era un clamor imposible de acallar. Como igualmente es imposible de silenciar la voz del humanismo y de la paz cuando se alza en inteligencia y argumento contra la violencia y el abuso. Nuestros estudiantes, una vez más, están haciendo historia.
Hacen valer posiciones - Hay otras huelgas de hambre que han sido conocidas por el mundo entero. Están, por sólo mencionar algunas, el ayuno que casi llevó a la muerte a Gandhi en Septiembre de 1932, la huelga de hambre del poeta cubano Pedro Luis Boitel, que terminó muriendo a causa de ésta después de 53 días, en 1972; la huelga hambre que terminó con la vida del irlandés Bobby Sands luego de haber permanecido en protesta durante 66 días en 1981, la de la líder birmana Aung San Suu Kyi en 2003, y también las menos conocidas de Hernán Siles Zuazo (1956, 1964, 1982), Domitila Chungara (1978) en Bolivia y hasta la del propio Evo Morales, que se sirvió recientemente (Abril de 2009) de este mecanismo de protesta para impulsar en su país la aprobación –a su favor, por supuesto- de una nueva Ley Electoral. Lo que enlaza a todos los que se sirven de esta manera de hacer valer sus posiciones, normalmente contra el poder –por eso las expresiones de Siles y de Morales son excepciones- es el carácter radicalmente pacífico del medio empleado. Nada de lo que las personas hacen o dejan de hacer durante una huelga de hambre es violento. Nada puede ser tenido –muy a pesar del criterio, surrealista a veces, de nuestra inefable Fiscal General- como criminal o subversivo. Las personas que se someten a éstas hacen de su pasividad, y del riesgo a su propia salud al que se someten, sus armas. Y no hay fuerza más poderosa que la de alguien que renunciado hasta al temor a la propia muerte. No se les puede dañar, y ello es improductivo incluso, porque ellos mismos ya han elegido libremente al daño a sí mismos como herramienta de lucha. Tampoco se les puede “reprimir”, sencillamente, porque no hay ninguna acción externa que controlar. Están en actitud pasiva mirando directamente a los ojos del miedo. Y eso –permítaseme el dislate- al miedo le da miedo.
Protesta pacífica - Nuestros estudiantes ya han demostrado en otras oportunidades –por ejemplo, en la conquista contra la reforma constitucional de 2007- que no están ganados a los métodos de la protesta violenta y que con otros más inteligentes y creativos pueden obtener logros significativos y concretos. En el caso reciente de esta impresionante huelga de hambre en Venezuela, los resultados de esta contundente forma de protesta reivindican nuevas victorias no sólo para el movimiento estudiantil, sino además para la ciudadanía en pleno. Y digo esto porque una vez más el movimiento estudiantil –merced la pureza de sus pretensiones y la legitimidad que a pulso se ha ganado en el colectivo- sirvió de canalizador legítimo de un deseo colectivo de libertad y de paz que ahora expresa sin ambages el país entero y que incluso llegó a mover la simpatía de algunos oficialistas. Pero quizás el mensaje más importante que se está transmitiendo a Venezuela y al mundo no se expresa en la libertad de Julio Rivas, en las acciones legitimadoras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o en las importantes muestras de solidaridad nacionales e internacionales que se han sumado a los ánimos libertarios de nuestros jóvenes y de nuestros presos políticos. Los logros más importantes se identifican con el reconocimiento –ya indiscutible- a nivel nacional e internacional de la realidad de la persecución por motivos políticos en Venezuela y, lo que es más importante, con la reivindicación de la expresión pacífica, pero vehemente, de protesta como forma dura, pero sin duda efectiva de reclamo social y político. Se ha dado una lección de humanismo a los inmediatistas y a los cultores del belicismo fratricida; se ha enseñado al país que sí es posible alcanzar metas concretas y tangibles, poco a poco pero sin descanso, sin necesidad de recurrir a la violencia o a esa tan perversa “intolerancia a la inversa” que muchos de la oposición radical cultivan y que les lleva a ser tan parecidos a aquello contra lo que luchan.
Disonancias lamentables - No estamos, sin embargo, a salvo aún. La intolerancia –a veces de bando y bando- sigue en su trono y la persecución por motivos políticos en el país no ha cesado. Se han ganado batallas contra el oprobio y contra la irracionalidad y eso, aunque satisfactorio en sí mismo, también amerita lecturas y análisis un poco más fríos y desapasionados que los que la emoción nos permite por el momento. Por eso dejo al lector una última reflexión: Quizás debamos todos -quienes no estamos de acuerdo con este gobierno y quienes aún le soportan- volver un poco la vista hacia adentro y revisar nuestras maneras y desempeños, no siempre necesariamente tolerantes hacia los demás o verdaderamente cónsonos con lo que el país necesita en este momento histórico. No puedo hablar por los oficialistas, pero en cuanto a algunos de los que apoyaron la protesta, y que sí conozco, hay que decir en honor a la verdad –y fui de esto, como mediador designado por los estudiantes durante la huelga, testigo de primera mano- que hay mucho que cuestionar. Sobretodo de las maneras en las que muchos asumieron, incluso dentro del mismo movimiento estudiantil y desde ciertos sectores de oposición –o que se dicen de oposición- la huelga, sus implicaciones y sus consecuencias. Deseos de protagonismo, críticas duras pero carentes de proposiciones, improvisaciones personalistas perniciosas y hasta descalificaciones absurdas e irrespetos contra quienes ayudaban de buena fe fueron también algunas de las notas que, en la hermosa melodía generalizada, se escucharon lamentablemente en disonancia.
La vida por la verdad - Y es que a veces el principal enemigo a vencer no está afuera, sino adentro, de nosotros mismos. Y eso se ve cuando uno se percata de que no todos entienden que en ciertas etapas históricas hay que dejar de lado las propias aspiraciones para respetar a quienes sí están dispuestos -como los chilenos de 1978 y nuestros huelguistas de 2009- a dar la vida por la verdad.
http://www.diariolavoz.net/seccion.asp?pid=18&sid=1050¬id=310127
Hacen valer posiciones - Hay otras huelgas de hambre que han sido conocidas por el mundo entero. Están, por sólo mencionar algunas, el ayuno que casi llevó a la muerte a Gandhi en Septiembre de 1932, la huelga de hambre del poeta cubano Pedro Luis Boitel, que terminó muriendo a causa de ésta después de 53 días, en 1972; la huelga hambre que terminó con la vida del irlandés Bobby Sands luego de haber permanecido en protesta durante 66 días en 1981, la de la líder birmana Aung San Suu Kyi en 2003, y también las menos conocidas de Hernán Siles Zuazo (1956, 1964, 1982), Domitila Chungara (1978) en Bolivia y hasta la del propio Evo Morales, que se sirvió recientemente (Abril de 2009) de este mecanismo de protesta para impulsar en su país la aprobación –a su favor, por supuesto- de una nueva Ley Electoral. Lo que enlaza a todos los que se sirven de esta manera de hacer valer sus posiciones, normalmente contra el poder –por eso las expresiones de Siles y de Morales son excepciones- es el carácter radicalmente pacífico del medio empleado. Nada de lo que las personas hacen o dejan de hacer durante una huelga de hambre es violento. Nada puede ser tenido –muy a pesar del criterio, surrealista a veces, de nuestra inefable Fiscal General- como criminal o subversivo. Las personas que se someten a éstas hacen de su pasividad, y del riesgo a su propia salud al que se someten, sus armas. Y no hay fuerza más poderosa que la de alguien que renunciado hasta al temor a la propia muerte. No se les puede dañar, y ello es improductivo incluso, porque ellos mismos ya han elegido libremente al daño a sí mismos como herramienta de lucha. Tampoco se les puede “reprimir”, sencillamente, porque no hay ninguna acción externa que controlar. Están en actitud pasiva mirando directamente a los ojos del miedo. Y eso –permítaseme el dislate- al miedo le da miedo.
Protesta pacífica - Nuestros estudiantes ya han demostrado en otras oportunidades –por ejemplo, en la conquista contra la reforma constitucional de 2007- que no están ganados a los métodos de la protesta violenta y que con otros más inteligentes y creativos pueden obtener logros significativos y concretos. En el caso reciente de esta impresionante huelga de hambre en Venezuela, los resultados de esta contundente forma de protesta reivindican nuevas victorias no sólo para el movimiento estudiantil, sino además para la ciudadanía en pleno. Y digo esto porque una vez más el movimiento estudiantil –merced la pureza de sus pretensiones y la legitimidad que a pulso se ha ganado en el colectivo- sirvió de canalizador legítimo de un deseo colectivo de libertad y de paz que ahora expresa sin ambages el país entero y que incluso llegó a mover la simpatía de algunos oficialistas. Pero quizás el mensaje más importante que se está transmitiendo a Venezuela y al mundo no se expresa en la libertad de Julio Rivas, en las acciones legitimadoras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o en las importantes muestras de solidaridad nacionales e internacionales que se han sumado a los ánimos libertarios de nuestros jóvenes y de nuestros presos políticos. Los logros más importantes se identifican con el reconocimiento –ya indiscutible- a nivel nacional e internacional de la realidad de la persecución por motivos políticos en Venezuela y, lo que es más importante, con la reivindicación de la expresión pacífica, pero vehemente, de protesta como forma dura, pero sin duda efectiva de reclamo social y político. Se ha dado una lección de humanismo a los inmediatistas y a los cultores del belicismo fratricida; se ha enseñado al país que sí es posible alcanzar metas concretas y tangibles, poco a poco pero sin descanso, sin necesidad de recurrir a la violencia o a esa tan perversa “intolerancia a la inversa” que muchos de la oposición radical cultivan y que les lleva a ser tan parecidos a aquello contra lo que luchan.
Disonancias lamentables - No estamos, sin embargo, a salvo aún. La intolerancia –a veces de bando y bando- sigue en su trono y la persecución por motivos políticos en el país no ha cesado. Se han ganado batallas contra el oprobio y contra la irracionalidad y eso, aunque satisfactorio en sí mismo, también amerita lecturas y análisis un poco más fríos y desapasionados que los que la emoción nos permite por el momento. Por eso dejo al lector una última reflexión: Quizás debamos todos -quienes no estamos de acuerdo con este gobierno y quienes aún le soportan- volver un poco la vista hacia adentro y revisar nuestras maneras y desempeños, no siempre necesariamente tolerantes hacia los demás o verdaderamente cónsonos con lo que el país necesita en este momento histórico. No puedo hablar por los oficialistas, pero en cuanto a algunos de los que apoyaron la protesta, y que sí conozco, hay que decir en honor a la verdad –y fui de esto, como mediador designado por los estudiantes durante la huelga, testigo de primera mano- que hay mucho que cuestionar. Sobretodo de las maneras en las que muchos asumieron, incluso dentro del mismo movimiento estudiantil y desde ciertos sectores de oposición –o que se dicen de oposición- la huelga, sus implicaciones y sus consecuencias. Deseos de protagonismo, críticas duras pero carentes de proposiciones, improvisaciones personalistas perniciosas y hasta descalificaciones absurdas e irrespetos contra quienes ayudaban de buena fe fueron también algunas de las notas que, en la hermosa melodía generalizada, se escucharon lamentablemente en disonancia.
La vida por la verdad - Y es que a veces el principal enemigo a vencer no está afuera, sino adentro, de nosotros mismos. Y eso se ve cuando uno se percata de que no todos entienden que en ciertas etapas históricas hay que dejar de lado las propias aspiraciones para respetar a quienes sí están dispuestos -como los chilenos de 1978 y nuestros huelguistas de 2009- a dar la vida por la verdad.
http://www.diariolavoz.net/seccion.asp?pid=18&sid=1050¬id=310127
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