Apreciado Hermann: No fue fácil para mí escribirte esta carta y menos
hacerla pública y abierta. No me dejaste alternativa. El tema trasciende
lo personal, pues afecta a todos los venezolanos en esta dura etapa de
nuestra experiencia republicana. Cierto que no hemos sido en el sentido
castizo de la palabra amigos, pero sí buenos compañeros, a los cuales
les ha correspondido compartir momentos relevantes en nuestras vidas.
Así, compartimos aulas universitarias, actividades de promoción
política, y ante todo y la estelaridad del proceso constituyente el año
1999.Nos une nuestra formación común socialcristiana. Ambos fuimos
discípulos de Rafael Caldera (recuerdo el libro que escribiste sobre la
DC, dedicado al maestro y estadista), y laboramos conjuntamente en la
Organización Demócrata Cristiana de América. Bebimos en el humanismo
cristiano, en las encíclicas sociales, en Maritain y Mounier, haciendo
ambos lo posible por incorporar su espíritu a la Constitución
bolivariana, siendo que para nosotros, los hombres y mujeres de
formación socialcristiana, la política no tiene una legalidad
independiente de la ética, muy por el contrario, la política debe
guiarse en torno a fundamentos, contenidos y objetivos éticos. Por ende,
ni el pragmatismo desasistido de doctrina, ni el oportunismo forman
parte de nuestra visión de la política. Además, nos une nuestra vocación
bolivariana, sobre lo cual, te lo confieso ahora, aprendí mucho de ti,
pues sin mucho menos caer en las garras de los cultores de Bolívar,
aprecié la valoración de su pensamiento vivo que tú diestramente sabías
insuflar en discursos y escritos dedicados al Libertador.
El destino quiso que el proceso constituyente nos encontrara
nuevamente juntos. Ambos fuimos tal vez los asesores más cercanos al
Presidente Chávez en materia constitucional. Participamos
protagónicamente en todas las fases del proceso, y asumimos junto a
distinguidos compatriotas, bajo tu atinada dirección, la ardua tarea de
redactar en la comisión constitucional el proyecto definitivo de
Constitución, presentado para su sanción por la ANC y su aprobación
definitiva, primera vez en nuestra historia, por el pueblo soberano en
el referéndum convocado al efecto.
Firmé la Constitución y me retiré nuevamente al mundo universitario,
con mucha frustración por lo que anteveía (los hechos posteriores me
dieron la razón) como la entronización de un régimen que interpretaría
arbitrariamente nuestra Ley Superior, poniéndola al servicio de sus
objetivos autoritarios, reñidos con la axiología constitucional y en
desmedro del postulado que considera a la Constitución por sobre todo
como el escudo de nuestras sagradas libertades. Tu postura sobre el
particular en estos tormentosos años no la he seguido en detalle, pero
sí me constan, pues fueron públicas y notorias, tus actitudes críticas e
independientes respecto al régimen, que te llevaron incluso a plantear
vigorosamente, “la marcha sin retorno”, como una acción decisiva de
desobediencia civil para proteger la Constitución frente al uso y abuso
despótico del poder, dedicado a pisotear los valores y principios por
ella consagrados.
En suma, es en resumen el propósito de esta misiva, me extrañaron con desconcierto y desazón, para no decir repugnancia, tus últimas declaraciones, donde le ofreces un espaldarazo al régimen actual, por cierto atenazado por la mácula de la ilegitimidad, en abierta contradicción con tus posiciones precedentes, enfilando injustamente tus dardos contra la oposición democrática, esa que hoy valientemente defiende, resistiendo con gallardía la tenebrosa represión, los valores constitucionales.
Tú, Hermann, conoces tan bién como yo la realidad de un régimen reñido con la Constitución, con sus valores, principios e instituciones más preciados, pues muy por el contrario, y bajo la égida de la dictadura cubana, ha construido una “legalidad” para y anticonstitucional, una “legalidad” carente de legitimidad.
Creo, con Kant, en la conciencia moral del hombre. Su voz interior es
terrible; cuando pretendemos huir de ella nos persigue como una sombra.
Yo la tengo tranquila, deseo que tú la tengas también.
Afectuosamente,
Mas claro imposible
ResponderEliminarAsi es.
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