Por: Magda Mascioli G.
¿Qué siente
una mamá cuando se ve ante el féretro de un hijo? No lo puedo saber. Lo puedo inferir,
pero no saberlo a ciencia cierta. Tampoco puedo saber si una mamá quiere menos
o más a su hijo en función de lo que haya hecho o haya dejado de hacer en su
vida. Y cuando hablo de ellas, las mamás, es en general, independientemente de su edad, su
educación, su instrucción, su nivel socioeconómico, el color de su piel, su
nacionalidad, sus creencias.
Una de las
cosas que me preocupa de nosotros, comenzando por mí, es que en determinadas
circunstancias nos negamos a separar una cosa de otra o, peor aún, mezclamos o
supeditamos una cosa a otra, adosamos una cosa a otra, en especial cuando tenemos
el ánimo exacerbado o cuando nos empeñamos en no ver más allá de lo que
queremos ver.
Como
siempre digo, puedo hablar por mí, y tal cual lo voy a hacer en la seguridad de
que no es lo que muchos querrán leer, como es costumbre, pero eso no importa porque mi conciencia
se antepone a la aprobación ajena.
Al margen
de todo (y no por eso estoy restando a cada cosa, a cada situación, a cada
desgracia su real y verdadera importancia y trascendencia) me voy a ubicar en
hechos específicos.
Una mamá
llora a su hijo y unos hijos lloran a su padre. ¿A cuántas madres no hemos
visto llorar a sus hijos? En la morgue, en las guerras, a las puertas de las penitenciarias,
en los hospitales, en las clínicas, en los accidentes, en la calle. Honestamente y con el corazón
en la mano ¿Hay diferencia entre los llantos de las mamás que lloran a sus
hijos?
Uno de los
argumentos que muchos esgrimen es que muchas madres han llorado a sus hijos e
hijos han llorado a sus padres, porque ese hijo que hoy es llorado no hizo lo
que debió haber hecho. Digamos que no falta razón, pero pregunto: ¿Eso hace
menos dolorosas, menos válidas o menos merecedoras de respeto las lágrimas de esa madre que hoy llora a su
hijo y a quien muy probablemente le vienen a su mente todas las demás que han
llorado antes que ella y solo Dios sabe cuántas cosas más?
Hace 5 días
escribí aquí mismo sobre el sentido de pertinencia y sobre las formas y maneras
de decir las cosas. Un sentido y unas formas que definitivamente no son
conocidos por quienes se han erigido a sí mismos como líderes de la oposición.
Y léase bien, digo LIDERES DE LA OPOSICION, y no LIDERES DE LOS CIUDADANOS DE
OPOSICION… hay grandes y quizás infranqueables diferencias entre una cosa y
otra, a menos que haya una rectificación de por medio por parte de unos y una
real y consciente observación, y análisis, de parte de los otros.
Nada de lo
que se dijo anoche se debíó decir porque como primera cosa, no había necesidad habida
cuenta que los venezolanos no somos estúpidos; y por otra, no era ni el momento
ni la forma.
Si tanto se
sabía al respecto como para hacer acusaciones taxativas y directas de ese
calibre y se tenían las pruebas al respecto, debieron decirse en su momento, no
anoche, no a posteriori, no de esa forma acusatoria donde no se excluyó ni
siquiera el entorno familiar directo. Porque al no excluirlos explícitamente,
se les incluyó tácitamente.
Fue un
discurso basado en lo que se supuso los ciudadanos de oposición queríamos
escuchar con el objetivo de capitalizarlo luego, como muchas veces lo hemos visto
hacer de lado y lado, y lograr o recuperar así un liderazgo que a todas luces
es absolutamente inexistente. Lo mismo a
uno que a otro.
Ni los
venezolanos que lloran a su líder (que lo era) y acompañaron y acompañan su memoria,
ni los venezolanos que lo adversamos pero que sabemos, en gran mayoría,
respetar la muerte, necesitábamos de ninguna de esas explicaciones
absolutamente extemporáneas e irrespetuosas.
Y sí. Yo sí
las califico de irrespetuosas. Porque faltar el respeto no es solamente
insultar sino también cuando se hacen a un lado las delicadezas, las sutilezas
que se deben tener ante situaciones específicas, en especial cuando se está
ante el dolor de una mamá, sea quien sea; y en especial cuando ya, en forma
reiterada, se está haciendo referencia a una abuela cuya memoria también merece
respeto.
Sin embargo
debo decir que anoche estuve de acuerdo con dos afirmaciones:
Una: que se
tiene miedo de perder la confianza de la gente.
Al respecto
aclaro: no se puede perder lo que a ciencia cierta no se ha tenido. Porque lo
que se dio, en una mayoría considerable, fue un beneficio de duda, no la confianza...
La otra:
que fue un discurso miserable.
Sí lo fue…
de ambos lados.
Porque tan miserable es utilizar la memoria y el cuerpo de una
persona fallecida (negándole inclusive cristiana sepultura en el llano como
muchas veces lo expresó como última voluntad) para soportar en él un liderazgo
que no se ha ganado y que por ende no se tiene ni se puede endosar… como
miserable es hacer acusaciones a destiempo, sin pruebas y obviando el dolor que
hay que RESPETAR, con miras a recuperar un supuesto liderazgo que no se tiene.
El silencio
sepulcral que se escuchó durante la primera exposición y posterior a ella, se
podía cortar con una tijera. Ni un aplauso en ninguna casa, en ningún apartamento.
Ni un grito de acuerdo. Ni un susurro. Lo
único que se escuchó fue el silencio denso y profundo como único comentario.
El silencio
sepulcral que se escuchó durante la segunda exposición y posterior a ella, se
podía cortar con una tijera. Ni un aplauso en ninguna casa, en ningún apartamento.
Ni un grito de acuerdo. Ni un susurro. Lo
único que se escuchó fue el silencio denso y profundo como único comentario.
ESA es la
calle.
Una calle
que llora a su líder pero que sabe muy bien que algo no está claro…
Una calle que
quizás no lo llora, pero que sabe respetar a pesar de todo…
Parecen dos
calles… pero es una sola…
Interesa a
ambos extremos que sean dos calles, pero NO SEÑORES… ¡ES UNA SOLA!
Porque
silencio hubo durante y después de la primera exposición y silencio
hubo durante y después de la segunda exposición.
Ambas
calles, que son consideradas por los extremistas de ambos lados, como de su propiedad,
se unieron sin convocatorias, sin panfletos, sin franelas, en un profundo,
denso y determinante silencio.
Calle que
no necesita de explicaciones porque ha aprendido a observar y a analizar…
Calle que
no espera que se le presenten explicaciones y aclaratorias porque la tragedia
la vive en carne propia, independientemente de su afiliación política
Calle que
definitivamente, ha aprendido a mirar y no solo a ver.
¿No lo
quieren entender ninguno de los dos extremos y nos condenarán a una camorra
rastrera de dos gallitos mediocres a ver cuál de los dos es más guapetón,
retrechero, burlón, maratonista y pendenciero?
¿Eso es lo que van a hacer?
¡OK!
Contigo me informo con gusto de la verdadera situación que se vive en Venezuela. Por tv sólo nos cuentan lo que interesa... Depende de qué cadena conectemos, unas u otras patrañas, pero sólo eso, patrañas.
ResponderEliminarHermoso país destrozado por la corrupción política que esperemos que tenga fin algún día. Besitos.
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ResponderEliminarHola Campanilla. Un abrazo. Magda
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