Por: Teódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com - Ahora corren presurosos los “politólogos” y los “lastres” que se amparan en seudónimos a lanzar acusaciones de “antipolítica” a todo aquel que trate de vislumbrar una salida por encima de estos que no hacen oposición ni recuerdan el drama nacional de deterioro y caída sino que se muestran tan ponderados en la organización de unos candidatos a unas elecciones peligrosas. “Antipolítica”, gritan, ignorando el concepto mismo, tergiversando descaradamente, mintiendo para llamar a todos a que caigan postrados frente a los encantos mediadores del personaje tranquilo y frente a los entreveros de quienes no ven otro problema en el país que la consecución de una unidad y de un modo de seleccionar que son absolutamente secundarios frente al mar de fondo que preside una crisis de grandes y graves proporciones. Lo de la última encuesta que indica que todos los que están allí sentados representan apenas el 9 por ciento les parece un “dato estadístico circunstancial” y seguramente eyaculan con las declaraciones de todos los lunes del “partido” que es señalado como el poseedor del 0,1 por ciento de las preferencias nacionales. El programilla de televisión indica porcentajes de encuestas con descaro, señalando, por ejemplo, que el noventa y tanto por ciento dice que se producirá la lluvia de “maná”, esto es, que el 9 por ciento logrará la unidad, pero se abstiene, impúdicamente, de indicarle a los oyentes cuantos votaron en sus encuestas fantasmagóricas. Han conseguido la acusación de “antipolítica” para desdeñar la evidencia de que el país no los quiere, que de encuesta en encuesta se reducen, que son unas portavoces sobrevivientes gracias a los medios que han decidido mantenerlos vivos con encuestas engañosas y con espacio tutelar a las necedades que dicen cada lunes, con la falsificación vil de que aquí el único problema radica en que el 9 por ciento consiga la “unidad”, obviando que el país está siendo destruido ante su silencio cómplice. En cuanto me resguarda nadie me venga con “antipolítica”, cuando este año he publicado seis e-books defendiendo la política, reclamándola, colocándola por encima de la economía por ejemplo, proclamando a los cuatro vientos que no hay cansancio de la política sino todo lo contrario, esto es, de la falta de política. Lo que sucede es que para los “lastres” y los politólogos cómplices, la política es la que se ejerce en las reuniones de los comandos partidistas del 9 por ciento, la que se construye descubriendo “estadistas” o manifestando sin pudor los enamoramientos por los hombres, primero el gran “estadista” y luego el viajero convertido en su propio Ministro de Relaciones Exteriores mientras le toca ser candidato presidencial. No tienen ideas los Hernández y los lastres de que cosa es política fuera de los contubernios. Para ellos “política” son los “buenos contactos” y las “jaladas de bolas” oportunas. Para otros política implica sentido de nación, interpretación de las realidades y, sobre todo, hacer oposición, lo que ellos sólo hacen con palabrerío insulso. Política es diseño de república, estrategias y tácticas para enfrentar el problema puntual venezolano, concepciones de país, rediseño institucional, ideas transformadoras y sustitutivas de la agotada democracia representativa. No entienden, no saben, son francotiradores enanos que se permiten el tupé de llamar así a quienes vemos en la inmensa población que no quiere saber de pasado ni de presente un chance único de producir una transformación redentora y la construcción de una democracia del siglo XXI. Son expresiones burdas, estos seudónimos y estos enmascarados de “politólogos”, del pasado que no retornará, la encarnación seudointelectual de las viejas mañas, las únicas en las cuales conciben la “política”. Estos manipuladores de la “antipolítica” como arma acusatoria son resabios del escondite, de la reunión secreta, de la buena amistad con el dueño del medio que ofrece pantalla, del subterfugio de los viejos métodos; son arañitas que van tejiendo su tela en procura de que algo caiga y algún día cobren sus halagos incendiados o sus posturas de freno a toda innovación que se asome porque las innovaciones le suenan trágicas, enemigas de sus estructuras mentales, contrarias a sus procedimientos engañosos, a sus prácticas soterradas. Los manipuladores de la “antipolítica” como arma acusatoria no saben sino de encuentros subterráneos para arreglar la candidatura de fulano o tratar de colar la aspiración de zutano, mientras las encuestan repiten que se deshacen, que ya pertenecen al territorio de un solo dígito (9 %). Nada saben de una sociedad organizada, de una sociedad instituyente no dejándose burlar, de una organización social comunicada que se libera de dictaduras partidistas y las reduce a un miembro más de una complejidad social múltiple. No, para ellos son protagonistas y condenables artífices de la “antipolítica” los que no se postran frente a los “dirigentes” huecos y sin seso donde pueden (ellos) cumplir su papel de alabarderos, de limpiadores de escudos oxidados, de cometintas que salen a defender lo indefendible. La política es otra cosa. El líder es el que suministra insumos en procura de la decisión de la multitud. El líder no es el que se ampara detrás de una estructura alicaída y prácticamente inexistente a decirnos a los venezolanos lo que tenemos que hacer y en las omisiones criminales en las que tenemos que caer para hacerle el juego a sus cálculos electoralistas y de omisión frente a una responsabilidad que ignoran. La política no es contubernio, placidez fingida, tibieza asumida “para armonizar en procura de la unidad”. La política es combate, ideas, concepciones, delineación de medios no cobardes de enfrentar la dictadura. Tienen demasiado lastre para saber que es política. Tienen el lastre de su pasado extremista y ya sabemos que los conversos son inestimables. Los conversos se arrugan en su arrepentimiento, se meten debajo de las alas neoliberales y de los empresarios televisivos, proclaman la bondad de los fariseos que les pasan el brazo por encima del hombro y de allí van a acusar de “antipolítica” a quienes no medramos en los tabernáculos de la política enferma, cancerosa, podrida y detestable. Soy un político, he dicho miles de veces, y se lo reitero a estos nuevos cruzados de la falsificación seudointelectual y de las armas que recogen en el fango.
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