ANALÍTICA . Por: Emilio Figueredo - No habrá alternativa democrática si no hay un entendimiento claro entre la sociedad civil y los partidos políticos. Es una realidad inocultable que cada día que pasa hay una mayoría creciente que está en desacuerdo con los postulados fundamentales del denominado socialismo del siglo XXI; sin embargo, esa inmensa fuerza opositora carece del vector necesario para lograr el impacto que pueda derrumbar el muro, por demás, agrietado del chavismo. Los vectores de toda fuerza social en una democracia o en una lucha por restablecerla son los movimientos políticos. En la Venezuela actual existen partidos políticos y organizaciones civiles que reagrupan a una porción relativamente exigua de la población. Si la esperanza de la mayoría de la población es la de detener el caos y la destrucción del país, tal como lo hemos conocido, es indispensable que la sociedad civil, los partidos políticos, los estudiantes y la población en general, se unan en un movimiento electoral para poder detener en 2010 al Gobierno y al PSUV. Ese movimiento electoral, o mejor dicho esa alternativa democrática, debe tener un rostro claro y convincente. No puede seguir representada solamente por una míriada de pequeños partidos políticos que a duras penas, sumados todos juntos, no superan el 15% de aceptación por parte de la población en general. En política, como en la guerra, no se puede triunfar sin unidad de mando y organizaciones dedicadas a tiempo completo al oficio del combate. Pero estas organizaciones requieren necesariamente del apoyo entusiasta y convencido de amplios sectores de la población. En esta etapa de la lucha por restablecer una democracia funcional se requiere un sacrificio de los partidos y un reconocimiento por parte de la sociedad civil de que sin una organización política que la conduzca el triunfo será una mera ilusión. ¿Cual debe ser esa nueva organización política que enfrente con éxito a la maquinaria del Estado y al PSUV? Es difícil determinarla porque es una experiencia nueva en la historia política del país. En otros países y en otras circunstancias se organizaron los llamados frentes populares. Aquí pareciera que el camino es diferente; sin embargo, sin unidad de comando y de acción será muy difícil vencer. Tal vez no sea una mala idea para lograrlo entenderse en un objetivo común, con una sola estrategia y bajo una misma organización. Una tarjeta única de la alternativa democrática para las elecciones de 2010 le daría ciertamente un rostro a esa Venezuela que desea de verdad un cambio político, económico y social. Más que demonizar a los partidos políticos es tiempo de unir esfuerzos para convencerlos de que separados no vamos para el baile y que aunque sea un lugar común, en la unión está la fuerza. No desesperemos, no descalifiquemos, no soñemos con soluciones mágicas. Sólo con constancia, coherencia y corazón podremos labrar un mejor futuro. Manos a la obra
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