lunes, 4 de mayo de 2009

Un fin de semana del bueno


Magda Mascioli G. - Llegué a la marcha un poco retrasada. En el camino me encontré con personas conocidas. Llegamos a dos cuadras de la estación del metro de Bellas Artes. Nos quedamos allí represados. Cada bocacalle estaba tapiada, literalmente hablando, por cuatro columnas de policías metropolitanos quienes estaban dispuestos en cuatro filas consecutivas abarcando la calle de pared a pared. A mi lado una pareja de personas mayores, les calculo más de 70 años. El señor, cansado, solicita a los policías le dejen subir por esa bocacalle ya que así llegaría a pie a su casa más fácilmente porque ya estaba agotado. Si mediar palabra, lo empujan fuertemente. Cuando lo empujan, el Señor, dentro de su indignación, los empuja a ellos. Lo cayapean entre 5 esbirros y uno de ellos le golpea el hombro de tal forma que le dislocó el hombro. Ante esa cobardía quienes fuimos testigos arremetimos contra los policías. Muy valientes con hombres ancianos y mujeres. Ayudamos al señor y a su esposa como pudimos. Avanzamos. Cuando estaba cerca de la estación de Bellas Artes comenzó el ataque directo. Estábamos encajonados en la avenida porque lo esbirros tenían las vías de escape tapiadas. Lo demás, ya lo vieron en las noticias. Me alejé junto a muchos, llegué a una estación del metro. Cuando iba en el vagón había gente de la oposición y del oficialismo. Una muchacha tenía la franela de gente del petróleo. Una “señora” al verla, le increpó diciendo que los petroleros coños de madre eran los responsables de lo que estaba pasando porque por cobardes le habían entregado la industria a Chavez solo por cuidar sus trabajos. La muchacha le responde que eso no es así, pero la “señora” no deja de hablar, no deja de insultarla, hasta que logra que la muchacha, toda sudorosa por lo que acabábamos de pasar en la avenida, se pusiera a llorar. En ese momento, tomando aire de donde no tenía le pregunto a la joven: ¿Por qué te pones a llorar? Ella, en medio de sus lágrimas responde que ella no es gente del petróleo, que lo que pasa es que usa esa franela siempre en las marchas por el apoyo que siempre les ha brindado. En ese momento la “señora” dice que es una lástima porque a ella le gustaría poder decirle a alguno de esos coños de madre lo que piensa de ellos. Le digo, bueno señora, salió su número hoy porque aquí tiene a una que sí es de gente del petróleo. No vale la pena dar más detalles porque la escena fue demasiado asquerosa, demasiado baja, demasiado ruin y no solo contra nosotros. Esa “señora” no midió nada de lo que dijo y ofendió de todas las formas posibles con un vocabulario que no lo utiliza ni Lina Ron. La “señora” se bajó justo en ese momento casi empujada por tres personas que le increpaban su comportamiento. Cuando salía le dije que los ciudadanos de este país estamos solos, SOLOS, tanto chavistas como de oposición estamos SOLOS y mientras no entendamos eso sino que sigamos esperando, como ella, que los demás resuelvan, esto no va a terminar. Se cerró la puerta. En ese momento fue cuando me percaté del absoluto silencio que reinaba en el vagón. Chavistas con franelas rojas, no chavistas con franelas de muchos colores, compartimos por tres estaciones más un silencio absoluto. Llegué adonde tenía que llegar. Me senté en un centro comercial porque no podía respirar correctamente y allí, aun cuando muchos digan que las lágrimas son hipócritas, manipuladoras y que son usadas solo para chantajear a los demás, lloré, con amargura, con tristeza, con impotencia. Mucho rato no hice otra cosa sino llorar. Lloré de impotencia por el señor mayor con el hombro dislocado; lloré de indignación al haber sido igualmente empujada y maltratada por unos pm cobardes al tratar de defender al señor; lloré ante el recuerdo de otro señor de 88 años quien tenía un cartel que decía “Yo estoy ya de salida pero con mis 88 años estoy aquí defendiendo el país”, y preguntarme qué habrá sido de él ya que estaba sentado donde lo habíamos dejado para que descansara y estaba solo; lloré de tristeza ante la gran cantidad de insultos recibidos por una “señora” que se dio el lujo de decir cualquier tipo de barbaridades por esa boca; lloré ante el recuerdo de mi compañero de gdelp a quien se le murió su mamá sin haber podido venir a verla antes de que ella se fuera; lloré por esa mamá que no pudo ver a su hijo antes de partir; lloré por José Vilas, muerto a manos de un esbirro mientras estaba en una de las calles de San Antonio protestando; lloré por los comisarios, condenados a 30 años y a quienes, esta “señora” también ofendió. Lloré con muchísima tristeza porque en contra de mí misma, no me quedó otra que aceptar que la mayor carga de odio está del lado de la oposición. Los chavistas recalcitrantes nos odian a los opositores solamente; pero opositores como esta "señora" odian, insultan, amenazan, le desean desgracias a los demás, tal como lo hiciera esta “señora”, de manera increíblemente hostil, agresiva e indiscriminada. Una de las cosas que dijo, para darles una idea, fue: “Le entregaron la industria a Chavez y ahora todos se fueron al exterior a darse la gran vida. Ojala se mueran por vendidos, por traidores. Malditos”. Y en medio de mis lágrimas me decía a mí misma, con una mueca, más que con una sonrisa: Con amigos y aliados como esta señora y como aquel que está en el “exilio” con una comitiva de más de 20 personas entre personal doméstico, choferes, guardaespaldas, asesores, etc. ¿Quién necesita a Chavez? Es como que si alguien le dice a usted que es su amiga y mientras tanto le cuenta a otros que la realidad de todo es que para tratarla tiene que hacer un gran acopio de paciencia y que por eso la tolera. No se. También recordé lo que me dijera un amigo hace pocos días: Magda, naciste en el tiempo equivocado. Puede ser, le dije. Pero lo cierto es que estoy aquí y son personas como esta “señora” y no los chavistas de a pie, quienes me hacen preguntarme si Chavez es realmente responsable de todas las miserias de corazón que hemos ido viendo en este país, de ambos lados, o si en realidad el pueblo venezolano no es tan noble de corazón como mi papá, italiano, creía. Que ironía ¿verdad? Me tomó tres días de medicamentos y ejercicios respiratorios para medio controlar el espasmo bronquial junto a unas cuantas aplicaciones de ungüento para aliviar el dolor de la rodilla luego de un empujón. Las lágrimas me sirvieron para limpiar mis ojos del "gas del bueno"… pero el dolor del alma, ese, no se cómo aliviarlo. La verdad es que no se cómo aliviarlo. Pero Dios sabe lo que hace. De eso sí no tengo el menor resquicio de duda. Aunque no pueda entender bien, Él siempre sabe lo que hace.

www.prensadesolidaridad.blogspot. com

2 comentarios:

  1. Sra. Magda: este artículo francamente me llegó al corazón, pero no se preocupe que los buenos siempre ganan, ya lo verá, ya lo verá, mas temprano que tarde, seguro estoy, el esfuerzo que están haciendo miles y miles de ciudadanos que dijimos basta, hasta aquí, es insospechado y a la sra que se encontro en el Metro, mejor que se pase para el bando de los rojitos, a esa no la necesitamos, es mas si lograramos que se pasara, le estaríamos haciendo un gran daño a la revolución.
    Saludos solidarios

    ResponderEliminar
  2. Saludos kiko. No te olvides que como decía mi mamá, hay de todo en todas partes. Ojalá que se alivie el corazón de muchos para poder encontrar el punto de encuentro. Gracias. Magda

    ResponderEliminar

Su Comentario