Por: Álvaro Benavides La Grecca - abenavideslagrecca@gmail.com - La comunicación es el instrumento más eficiente para influir sobre el resto de la gente. Comunicarnos con los demás es lo que, después de respirar, los seres humanos hacemos con la mayor frecuencia, porque, como del aire, dependemos también de la relación que establezcamos con nuestros semejantes para vivir. Esa urgencia de comunicarnos con los otros responde a un anhelo sellado en nuestros genes: influir en las personas. Ocurre independientemente de la esfera individual o profesional en la que nos desenvolvemos, si bien hay ámbitos en los que toma dimensiones extraordinarias y se convierte en la fuerza fundamental que nos mueve a todos, aunque estremece con mayor intensidad a quienes hacen vida en los mundos de la política, los negocios, la educación, las artes. Cualquiera que sea el caso, será más influyente quien sepa más y mejor qué quiere lograr y quien haga más y mejor uso de las herramientas que tenemos para influir sobre el resto de la gente. La comunicación es el instrumento más eficiente para el logro de ese propósito. Por eso hay que concebirla y utilizarla en dimensiones que trasciendan lo puramente intuitivo e instintivo, puesto que se trata de un elemento de altísimo valor estratégico para nuestras vidas. Quienes utilizan la comunicación con una motivación más estratégica que intuitiva, alcanzarán más eficientemente sus propósitos, y sus niveles de influencia sobre los demás serán cada vez mayores. Trátese del líder de una institución financiera, o de una organización sindical, no basta con que se conozca en profundidad las técnicas financieras o sindicales para lograr sus propósitos persuasivos. En ambas situaciones esos líderes también deberán manejar con propiedad las técnicas de comunicación y respetar sus principios básicos, porque en ambos casos se busca influir en los demás. El proceso de comunicación ocurre en dos planos paralelos, los cuales, según la habilidad con los que se usen, incrementan o disminuyen su efectividad. Por una parte se encuentra el componente intencional, que es aquello que el comunicador inteligentemente desea transmitir. Por la otra, la parte no intencional, que está siempre presente, y que es lo que el comunicador, a veces sin quererlo, a veces incluso sin saberlo, dice con los diversos recursos para la comunicación con los que vino equipado a este mundo, y que son tan importantes (en ocasiones más) como el verbo. Saber qué comunicar, a quién, cómo y cuándo comunicarlo, e identificar con precisión qué se quiere lograr, son condiciones básicas que el comunicador que quiere influir en los demás, y lograr sus metas, ha de dominar con maestría en cada situación de comunicación, planificada o no, en la que le corresponda participar.
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