Por: Ana Julia Jatar - anajulia@mns.com - Los derechos humanos son eso, derechos que ha conquistado la raza humana contra la opresión de un monarca y la discriminación por raza, etnia, género, religión o ideología, gracias al sacrificio de los héroes que han dado su vida desde tiempos milenarios hasta el presente. Hace unos días, en una cárcel cubana murió otro ser humano libre, a pesar de los barrotes impuestos por el régimen que lo oprimía. Orlando Zapata Tamayo decidió morir en una huelga de hambre y desafiar con este último acto de libertad al gobierno totalitario de Raúl Castro. Por eso, da asco ver al Presidente venezolano relatar con fervorosa emoción como Raúl le puso la mano en el hombro para calmarlo y evitar que su altercado con el presidente Uribe llegara a problemas mayores en la Cumbre en la Riviera Maya. No sorprende entonces que Chávez haya tildado de mafiosa a la CIDH por haber reportado las descaradas violaciones de nuestros derechos por parte de este gobierno. Tampoco debe extrañarnos que el Gobierno insulte al Poder Judicial Español porque el juez Velasco anuncie una averiguación sobre posibles colaboraciones entre el Gobierno y las organizaciones terroristas ETA y FARC. Los derechos humanos, herederos de la noción de derechos naturales como el derecho a la vida y al libre albedrío, son los pilares de las constituciones modernas. Por cierto, muy presentes en la actual venezolana. Pero, como dijo Henri Falcón al salirse del PSUV, esta "revolución" de Chávez viola constantemente la Constitución. En otras palabras, si sigues esa revolución, violas la carta magna. Y es que Chávez ha creado, como todo totalitario, un enemigo interno definido como todo aquel que no lo siga sin pensar. Si tienen alguna duda miren lo que pasó con la finca de los padres de Valentina Quintero. Chávez ha dejado de ser presidente de todos los venezolanos para convertirse en el líder de unos venezolanos contra otros. La discriminació n se prohíbe en la Declaración Internacional de los Derechos Humanos de 1948, como resultado del acto de contrición que hiciera la humanidad luego de verse reflejada en el espejo del genocidio de la II Guerra Mundial. Y es que todo crimen de odio lleva en su gestación algún elemento de discriminación. Toda guerra civil lleva consigo también la creación de un enemigo interno que se deshumaniza, que se convierte en un bicho raro al cual no importa desaparecer del mapa. Cuando se acaba la empatía, se acaba el respeto a la vida del otro. Por eso en Ruanda, en 1994, los hutus convirtieron en cucarachas a los tutsis y eliminaron a 70% de esa etnia en pocos días, los nazis a las ratas judías y el Gobierno cubano a los gusanos contrarrevolucionarios. Por ello, en un esfuerzo de reafirmación de la universalidad de ese intangible llamado dignidad humana, el mundo se puso de acuerdo para condenar la discriminació n sesenta años atrás. Pero qué le importan al gobierno de Chávez la dignidad humana y el respeto. Desde Miami, médicos cubanos que lograron escapar de Venezuela han acusado a nuestro Gobierno de violar sus derechos fundamentales y someterlos a esclavitud moderna, es decir, a obligarlos a trabajar bajo vigilancia con un sueldo miserable para pagar una deuda que tiene el Gobierno venezolano con el cubano. No debe sorprendernos, entonces, que la CIDH haya encontrado en Venezuela violaciones de todo tipo a la dignidad humana y que el juez Velasco nos alerte sobre conexiones de nuestro Gobierno con organizaciones terroristas. Tampoco sorprende que el militar que nos gobierna diga que el informe es pura basura y su secretario, Santiago Cantón, un excremento puro. Sobran las palabras, qué vergüenza.
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