martes, 28 de junio de 2011

La hipótesis


Por: Eduardo J. Barrios P. - eduardojbarriosp@gmail.com - Desde que en Venezuela y en el mundo se conoció de la enfermedad de Chávez, no ha pasado un momento en dónde no surja un supuesto conocimiento de lo que padece el presidente venezolano, ¡caramba! Lo que si es cierto, es que ha sido el mayor secreto de los últimos tiempos del estado cubano-venezolano, manteniendo en vilo tanto a seguidores como a opositores y, cada cual inventando su propio análisis y cuento. Como el juego es especular, yo también participaré en el mismo. Primero: ¿Es real la enfermedad de Chávez? Solo hay dos opciones, si es real, el presidente está bien enfermo de acuerdo a los especialistas en este campo que, basándose en el parte médico dado por Maduro, emiten un diagnóstico acertado para aquellos que presentan la sintomatología de absceso pélvico y que han tratado a pacientes en su consultorio, señalando que sus síntomas, son de cuidado y dolorosos. Segundo: ¿Es un invento? Si es así, el plan es político y su fin es el de preparar el colchón para su derrota. Tal y como se ve este escenario, la ineficiencia, corrupción, la mentira, la crisis moral y ética, la vialidad deteriorada, la seguridad jurídica, la crisis asistencial, la crisis eléctrica, entre otras, hartó a los venezolanos, pero sobretodo, a miles de sus seguidores que ven con preocupación, que no hay objetivo de país en el proyecto del llamado Socialismo del Siglo XXI, sino la imposición de una ideología de igualar a todos de arriba hacia abajo y, que les cuesta –igual que a los opositores–, conseguir en los estantes de las bodegas y supermercados, alimentos básicos para sus hijos; en las farmacias y boticas, medicinas para sus abuelos y sus padres; en los hospitales, la falta de insumos para curar sus enfermedades; la productividad de sus pequeños y grandes negocios, minada por la crisis eléctrica; la inseguridad social y jurídica que no mira colores, y sufren en carne propia asaltos y confiscaciones. Esta realidad los coloca en una situación de desesperanza y en la necesidad, aun no en efervescencia, de un cambio de presidente y gobierno. Las lecturas en ambos escenario son importantes e indican, que sea cierta su enfermedad o no, la derrota electoral es inminente. Se escuchan rumores de cambios en el cronograma electoral: primero fue, que la elección presidencial se adelantaría a la de gobernadores, alcaldes y legisladores, como la de los concejales que están pendientes desde hace más de un año. Ahora plantean, que las elecciones pendientes y las regionales, se realizarían primero y de último, la presidencial. Si esto es de esta manera, no cabe duda alguna para el chavismo, de la necesidad de evitar la derrota del caudillo y por ende, la desaparición en escena del Socialismo del Siglo XXI. Para ello es menester mantener cuotas importantes de poder en gobernaciones, alcaldías, asambleas legislativas regionales y con concejales afines al proceso. Ya que si la elección es como se estipula en la Constitución venezolana o, como se escuchaba de adelantar la presidencial primero y su derrota cantada, la pérdida de la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, dejaría a la revolución sin poder político. ¿Quién se sacrificará en el PSUV en mostrar su nombre para sustituir a Chávez, el cual no participará debido a su “enfermedad” y, quien deberá ser de su extrema confianza, de manera que no se alce con el coroto si los opositores erramos el tiro? Lo que si es cierto, es que Chávez y sus adláteres, harán oposición violenta y sin compasión. El líder del proceso debe ser colocado de nuevo ya que Venezuela sin él no es nada, según los rojitos. Él come back para el 2018, ya inició su tránsito. ¿Podremos evitarlo? Definitivamente, SÍ. En la selección del candidato que se convertirá en el presidente de todos los venezolanos, está el secreto. ¿Por quién votaremos en las primarias? Eso será responsabilidad de cada cual. Si nos equivocamos en febrero de 2012 y el candidato elegido sea más por vísceras que por madurez y consciencia, este será un blanco fácil tanto de los rojos como de los demócratas y, la ingobernabilidad, en su ignorancia, pedirá a gritos la presencia del caudillo. El destino de Venezuela y el nuestro, depende de nuestra decisión, así de simple.

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