lunes, 21 de julio de 2008
Pensando en voz alta
Caracas, 18 de julio de 2.008 - Pic-Ling Fung, La China - ¿Qué he hecho para que no me quieras? Esa pregunta se la hace uno, muchas veces, cuando al final del día, al final del camino, al final de la vida, siente en la boca, el sabor amargo de la decepción. La frase, suena a bolero despechado, a música de rocola en desuso, suena a verdad. Es la interrogante de quién ha hecho todo lo que consideró pertinente y oportuno, para ganar ese cariño, ese favor, esa correspondencia y que a pesar de esa lealtad, esa solidaridad, ese “restearme por ti hasta la muerte” no es correspondido… no sirvió para nada. Es el gran sentimiento que se alberga en el pecho y en la mente, de todo ser humano, cuando confía ilusionado en alguien que nos habla bonito, que nos enamora, que nos promete villas y castillos…confiando, que cuando él pueda, cuando llegue al poder, cuando sea rico, “se acordará de mí”. Esa más o menos es nuestra historia. El hombre nuevo, quién nada tenía, convenció a muchos, de que él era distinto y mejor a todo lo anteriormente habido, de que en adelante todos iban a conocer el bienestar, la felicidad. y le entregamos, confiados “pueblo, territorio y poder, es decir toda una nación”. Hoy, ya son 10 largos y penosos años, en los cuales nada esta claro…nadie es feliz, todo es contradictorio, dudoso e incierto. Todas las clase sociales, temen por su vida, no hay justicia oportuna para nadie, los bienes y las propiedades, se reparten fuera de nuestras fronteras, sin control previo ni posterior, en “listados” desmejorados y amenazados, nuestros indígenas, afrodescendientes, profesionales, estudiantes, obreros, millones de hombres y mujeres decentes , aún siguen sin empleo, sin vivienda, sin salud… siguen con hambre, pasando necesidades. ¡Venezolanos, ciudadanos todos… no pidas ñapas ni regateos, basta de humillaciones! Llegó la hora, de exigir nuestra cuota-parte de la renta petrolera, de exigir nuestro derecho a vivir bien, como corresponde a un país millonario en petrodólares. El buen padre de familia, le mata el hambre a los de afuera, cuando los suyos tienen la barriga llena. Nosotros, todos los venezolanos, ciudadanos que por más de 50 años, con nuestro incansable trabajo, profesión, esfuerzos, familias, construimos ese gran país que se llama Venezuela, tenemos derecho a sentir que las millonarias ganancias venidas del petróleo son primero de y para los venezolanos y si sobra, serán de todos los demás.
Mascioli Garcia
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