Por: Julio César Arreaza B. - Cuando escuchamos de boca del rector de la seguridad ciudadana, Rodríguez Chacín, que las muertes producidas por crímenes pasionales y ajustes de cuentas entre bandas, no han de contabilizarse como bajas, porque carecen de impacto alguno sobre la sociedad, nos persuadimos que estamos delante de un régimen forajido que muestra su feo y desnaturalizado rostro manifestando su desprecio total hacia el ser humano. Retrata de cuerpo entero la catadura moral de sus indignos dirigentes, violadores consuetudinarios de los derechos humanos, para quienes la vida no vale nada, ni siquiera la de los inocentes que caen tendidos como consecuencia de una bala perdida. Gente así jamás debería estar al frente de las funciones de gobierno. Resulta oportuno hacer algunas consideraciones sobre el origen de la violencia. La realidad muestra al venezolano propicio a la convivencia. Las sociedades la alcanzan dentro de un clima de violencia tolerable, pero no en el desmadre actual. El asesino tiene una causa estructural. Desde sus primeros años de vida se identifica con la violencia. Su propia vida no vale nada. El origen reside en una relación muy dañada con la figura materna. A partir del primer año de vida, se nota una carencia afectiva total. La edad crítica de este asesino se encuentra entre los 18 y 25 años, si no muere antes. Se convierte en una máquina para matar. Se le pasa buscando respeto e importancia. Hay descuido y desatención para él,..No me importas. La vecindad ni la escuela lo soportan. No consiguen nada por el afecto sino por la imposición. Busca respeto dentro del grupo matando. Quiere ser carteludo. Obtiene cartel en una conjugación fatal que combina mayor número de muertes a cuestas con el menor número de años de vida. Mientras más joven y más cantidad de asesinatos más carteludo. Busca así llamar la atención, tener prestigio, lujo, oro y mujeres. Hace falta una efectiva política de prevención en la que participen dinámicamente el Estado y la sociedad en su elaboración y desarrollo. La educación católica ofrece un conjunto de principios y valores que resultan siempre útiles a los fines de asegurar un clima idóneo de convivencia social. El 26 de marzo fue presentada en Maracaibo, un movimiento denominado Iglesia Católica Reformada. Se trata de una usurpación fraudulenta que aspira ser la alternativa de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y busca confundir a los feligreses usando el mismo culto, simbología, indumentaria, nomenclatura, títulos y prácticas sacramentales y litúrgicas que la Iglesia Católica. No pueden llamarse católicos porque no están vinculados por la obediencia ni al Papa ni a la jerarquía católica. Entre los promotores de esta nueva agrupación hay dos sacerdotes provenientes de la Iglesia Católica que abandonaron su ministerio en momentos diversos y ambos renegaron públicamente de la recta fe católica con sus actitudes y palabras. Uno de ellos contrajo matrimonio civil, emitiendo hace meses declaraciones en la prensa que provocaron escándalo, dolor y confusión entre los que fueron sus feligreses. Había sido suspendido de sus facultades ministeriales, con prohibición expresa de celebrar cualquier sacramento. El otro sacerdote con una espuria ordenación episcopal, incurrió en la sanción que tiene la Iglesia Católica para cualquiera de sus miembros como es la excomunión. Los católicos no nos vamos a dejar dividir y arrastrar por confrontaciones inescrupulosas y engañosas, estamos comprometidos a fomentar un clima de respeto y convivencia entre todos los venezolanos. El régimen se empeña en disminuir la importancia de la iglesia católica, esa es la lógica diabólica de quien pretende impulsar a como dé lugar un proyecto de dominio total de la sociedad, el cual incluye dominar a la Iglesia. Desea tener una iglesia sometida a él. Esta conducta es clásica de los regímenes comunistas que se mueven en torno al pensamiento único y encarnan en sí una especie de religión laica. Queda demostrado que hoy y ayer la Iglesia Católica no se doblegará ante el poder temporal, efímero y cobarde.
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