En toda vida, como en todo mar, hay calmas ecuatoriales y alísios del Sudeste, tornados y placideces, escollos y arrecifes. Nos hace falta, pues, una estrella, para que nos lancemos a la ruta sin riesgo de perdernos, como nuestro horizonte; y quisiéramos encontrar la más potente, la más luminosa, la estrella de mayor magnitud para que así, aun entre el vaivén de la marejada, su luz no nos faltase nunca. Despues de leer y pensar he querido quedarme con la mía unicamente: la estrella de mi sentimiento, que espero me guíe con buen viento hacia todas las ensenadas donde poder guarecer la ilusión contra las duras borrascas. Este sentimiento mío, unido a mi emoción, van a formar una devoción que será la verdadera estrella guiadora.
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