De: Florencio Escardó - Seudónimo Piolín de Macramé
El Médico es el profesional al que llamamos para que confirme el diagnóstico que previamente nos hemos hecho.
Si coincide con nosotros, nos preguntamos porque lo hemos llamado; si no coincide, dudamos de su valor.
Si nos receta, pensamos que es mejor que el organismo se defienda solo.
Si no nos receta, pensamos cómo es que se nos va a pasar la enfermedad.
Cuando nos curamos, nos enorgullecemos de nuestra naturaleza.
Cuando nos empeoramos, maldecimos la torpeza del médico.
Si el médico es joven, decimos que no puede tener experiencia.
Si es viejo, que no debe estar actualizado.
Si sabemos que va al teatro, que no se da tiempo para estudiar.
Si no sabe nada de teatro, que es un inculto que desconoce la vida.
Si se viste bien, que quiere nuestro dinero para darse lujos.
Si se viste mal, que no sabe nada y por eso le va tan mal.
Si te cita varias veces, pensamos que acrecienta las visitas porque quiere aumentar sus honorarios.
Si casi no te cita, que no le importa y abandona al enfermo.
Si nos explica lo que tenemos, que nos quiere sugestionar.
Si no nos explica, que no nos considera suficientemente inteligentes para entenderlo.
Si nos atiende enseguida, creemos que no tiene pacientes.
Si nos hace esperar, que no tiene método y es un desorganizado.
Si nos da el diagnostico de inmediato, que nuestro caso es fácil.
Si tarda en dárnoslo, que no tiene ni idea y carece de ojo clínico.
En síntesis
El médico es el máximo pretexto de nuestra disconformidad.
Estas reflexiones sobre el médico fueron escritas hace más de 50 años por:
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