Desde
la primera etapa de su Gobierno, Hugo Chávez, se planteó como un reto
la creación de un hombre nuevo. Ese hombre que le era indispensable al
Socialismo del siglo XXI para echar raíces en Venezuela.
Para
tal reto, ideó misiones educativas a todos los niveles, en especial a
nivel preescolar, primario y secundario. Una de las más emblemáticas fue
la Misión Robinson, creada en julio de 2003 para erradicar el
analfabetismo, que según cifras no verificadas del Gobierno, alcanzaban
para ese año 1,5 millones de venezolanos, 300.000 más que los 1,2
millones que había arrojado el Censo Nacional de 2001.
Las
tempranas maquinaciones de las estadísticas del Gobierno, más una
aceitada maquinaria publicitaria, hicieron que parecieran creíbles los
¨logros¨ que anunciaban en la Misión Robinson. Tan creíbles que en
octubre de 2005, la Unesco declaró al país libre de analfabetismo
afirmando que Venezuela estaba dando “su más relevante contribución en
la marcha común hacia la educación para todos”.
Pero,
como nada está oculto bajo el sol, cuando en 2011 se realizó el Censo
Nacional, la verdad salió a la luz, cuando el propio Instituto Nacional
de Estadística (INE) tuvo que informar que 4,9% de la población era
analfabeta (es decir de una población de 28.946.101 habitantes, de 1,4
millones venezolanos no sabían leer ni escribir). Un pobrísimo
resultado: Desde 2003 a 2011, es decir en ocho años, la revolución tan
solo había logrado alfabetizar menos de 100.000 venezolanos, del 1,5
millón que estimaron; pero en ese lapso se sumaron unos 200.000 más
analfabetos de los que existían en 2001.
La
realidad es que la Misión Robinson es otra promesa fallida, de las
tantas que acumula la revolución bolivariana, que apenas muestra la
punta del iceberg del gran fracaso que registra en materia educativa.
En el afán de ideologizar y adoctrinar a los niños y adolescentes, el Gobierno ha dejado de lado, por ejemplo:
1)
El contenido de la instrucción. Ha eliminado del contenido curricular
materias básicas como matemáticas, física, química y biología, así como
también las materias sobre moral y cívica. Además ha distorsionado la
historia, para justificar la desinstitucionalización democrática y la
imposición del Plan de la Patria.
2)
La calidad de la instrucción. Esta vez está cada vez más golpeada por
la creciente escasez y falta de preparación de los docentes. Una
profesión que está muy mal pagada, que no ofrece atractivo ni recompensa
a quienes la escogen como ruta de vida. Hoy un docente apenas devenga
Bs.9.301,37, Bs.2.000 por encima del salario mínimo, y menos de un
tercio de la canasta alimentaria familiar que para julio se ubicaba en
Bs.28.363,22, según el Cenda- Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores.
3)
La infraestructura de los centros educativos. En general, los planteles
de educación públicos muestran grave deterioro, y muchos adolecen de
insalubridad. Según informa la prensa de este lunes, el 40% de los
22.543 planteles, que este año acogerán a unos 7,5 millones de
estudiantes (uno de cada cuatro venezolanos), presentan importantes
fallas en su infraestructura. La promesa de construir 14.000 centros
educativos quedó en el aire. La desvergüenza es que esta semana el
Ministerio de Educación informó en su cuenta twitter que
inaugurará 183 planteles y para diciembre completará los 200. El detalle
es que, según fuentes, en su mayoría las ¨nuevas¨ escuelas son centros
remodelados, es decir la planta escolar no se incrementa.
4)
El cumplimiento del cronograma escolar. Que se recuerde desde hace más
de una década no se cumple en su totalidad el calendario escolar de 180
días. El Gobierno privilegia aspectos políticos sobre la disciplina
escolar. Por cualquier evento inventado para lisonjear los valores o
ídolos de la revolución se le resta días al cronograma escolar, tal como
sucede en cada aniversario de la muerte del caudillo Chávez o procesos
electorales. Este año lectivo comienza, por ejemplo dos días después del
fijado por el Ministerio de Educación, sin que este explique el porqué.
En
consecuencia, el hombre nuevo socialista está muy lejos de acercarse a
los estándares de capacitación e instrucción internacionales. Un
lamentable retroceso educativo con respecto a los niveles de excelencia
alcanzados en la segunda mitad del siglo XX, que condenan a Venezuela al
atraso en su desarrollo industrial, tecnológico y social.
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