Por Pedro Augusto Mejías
El pasado jueves falleció en su humilde apartamento del barrio El Observatorio del 23 de Enero Apascacio Mata quien fuera nombrado en vida el policía modelo de la extinta Policía Metropolitana de Caracas. De acuerdo con los reportes de prensa “trabajó en el cuerpo policial entre los años 1964 y 1996” y “En 1997 sufrió un accidente de tránsito y le amputaron una pierna. Años después le amputaron la otra, y en el año 2005 sufrió un ACV. Desde ese momento su cuadro de salud se fue desmejorando. Incluso, hasta perdió la voz”.
En un reportaje plasmado en video en la página web de El Universal se lo escucha decir con una voz cansada por el paso de los años que “Ayudar a los ciudadanos es un orgullo”, el narrador indica asimismo que “su hijo tuvo que hacer mil diligencias para lograr que una empresa privada le comprara una silla de ruedas”.
Se señala igualmente que recibió más de 40 condecoraciones y termina el breve reportaje con esta palabras “la honestidad del ser humano vale mucho y así he sido yo toda mi vida, no es que sea conformista sino que en la realidad de la vida el ser humano honrado, eso vale mucho: la honradez”.
Hay en esta historia un dejo de tristeza: el ciudadano modelo, el servidor público que en una ocasión detuvo a la comitiva presidencial por pretender comerse una luz de alto y que fuera felicitado por el primer magistrado, el funcionario que fuera puesto de modelo para las nuevas generaciones de policías termina sus días casi abandonado por el estado al que sirvió, teniendo que recurrir al auxilio de la empresa privada para conseguir una silla de ruedas.
Esta historia nos muestra algunas cosas no sólo en relación con el estado sino con la sociedad que somos: los comentarios del público en la página web de los periódicos son en general muy halagadores, elogiosos y más que merecidos para este ex funcionario, no obstante, no se de alguna iniciativa para reivindicar al funcionario público, para que tengan un retiro digno, y no se trata de una situación aislada, Gustavo Coronel escribía el mes pasado el caso de un exministro que: “…está delicado de salud y está siendo atendido en una institución del estado en un país que no es Venezuela, una institución para personas quienes no pueden pagar la atención médica privada. Su honestidad al servicio de su país ha sido "premiada" con la indigencia, no le ha permitido tener una vejez libre de los acosos de la pobreza.” Gustavo Coronel “Historia de dos ex-ministros” en Las Armas de Coronel,
15 de abril de 2015.
Este drama nos lleva a hablar indefectiblemente del lugar común de la “crisis de valores” que sufrimos como sociedad, porque el mismo día en que falleció Apascacio si pudimos ver las pancartas en la que pobladores de Maracay y su alrededores abogaban por que dejaran tranquilo a Johan Romero, un delincuente convicto y confeso a quien buscaban los cuerpos de seguridad: “Tal es el respeto que le profesan algunos pobladores del estado, que hasta una concentración de motorizados le dedicaron el pasado lunes 11 de mayo para exigirle a los funcionarios del Cicpc que suspendan la persecución que tienen contra Johan, según llegó a divulgar el diario El Aragüeño.” Contrapunto.com 14 de mayo de 2015.
Esta manifiesta inversión de valores, esta degradación como sociedad es una buena parte de lo que explica el colapso político que atravesamos. Escribí hace algunos meses que en Venezuela actuamos movidos más por el miedo que por otra cosa, en mucho, el funcionario público roba en su entorno y a su escala por miedo a terminar como Apascacio.
Y llevado al paroxismo hiperbólico que atravesamos es en definitiva ese miedo y falta de valores lo que ha hecho que la delincuencia expresada en forma de extorsiones, vacunas, secuestros, robos, atracos y hasta bachaqueo se haya convertido en nuestra cotidianidad, porque nos consume el miedo de que lo que tenemos en el bolsillo hoy no valga nada mañana, de que al acabarse las provisiones que tenemos en casa no tengamos la seguridad de reponerlas, en fin, miedo a la inmensa incertidumbre que nos embarga cuando pensamos en nuestro futuro.
Y por eso, esa honestidad de la que se sintió orgulloso Apascacio es hoy algo demodé, no es un bien transable, no reditúa beneficios.
Los venezolanos honestos, los que conforman la Venezuela decente tienen un reto inmenso que trasciende con mucho las batallas electorales y los discursos políticos, el de rescatar lo que somos, aquello que podemos lograr para que no haya que culminar con epílogos como:
“El servidor público honesto está hoy sin recursos, forzado a acogerse a la
protección de servicios de beneficencia en un país extraño. El malandro está
reventándose de dinero y probablemente podría pagarse, con lo que carga en el
bolsillo, un trasplante de corazón.” Gustavo Coronel Op. Cit.
Nos es necesario establecer los valores que nos mueven como sociedad, enarbolarlos, nutrirlos y vivirlos, apagar los miedos que nos consumen, porque el miedo nos ha inmovilizado hasta dejarnos en la inopia moral. Ya basta de relatos de madres en los barrios que le aconsejan al hijo “delinque, lo importante es que no te dejes atrapar”, basta de videos en los que vemos a una pareja con su hijo
unos 7 años robándole la batería a un carro, basta de jefes de cárceles que extorsionan desde sus claustros, basta de altos funcionarios gubernamentales haciendo apología del delito e implementado planes para hundir a las masas en la miseria, el atraso, el oprobio y la vulgaridad, en fin, basta de antivalores, tenemos que educar y vivir para la vida y para la paz.
Descansa en paz Apascacio; nos queda a quienes te sobrevivimos, seguir tu legado y retomar el paso que hemos perdido como nación.
Fuente: http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/ciudad/parroquias/aspacasio-mata-caracas-murio.aspx
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