Por: Luis Marin
UNA
EXUNIVERSIDAD PARA UN EXPAÍS
Uno de los aspectos más
desconcertantes del cierre de la Cátedra Pío Tamayo de la UCV es que deberá
incluirse en el “compendio de eventos que nunca ocurrieron” que se está
haciendo tan abundante en este ex país, para usar el neologismo acuñado por su
coordinador, Agustín Blanco Muñoz, que tanto escozor causa entre ciertas
elites.
La posición
consistentemente sostenida por el Vicerrectorado Académico de Nicolás Bianco, a
través de su Gerencia de Información, Conocimiento y Talento, es que el acceso
a la nueva Sale E nunca ha sido impedido y lo ocurrido el 14-07-14 fue un
“malentendido” con los vigilantes de la UCV; muy malentendido, por cierto,
porque al principio se dijo que era con el coordinador de la CPT, luego con “la
encargada de la Sala” que es la misma GICT, por lo que al final no se sabe quién
malentendió qué.
La perplejidad no puede
sino aumentar al leer el “Informe” (s/f ni nº), remitido por la GICT al VRA,
recibido por el Consejo Universitario en fecha 03-10-14, con el objeto de
esclarecer los hechos.
En este Informe, sin
solución de continuidad, se pasa del argumento del malentendido a la afirmación
categórica de que “no podemos ofrecer la asistencia del personal técnico que opera los equipos de la
Sala debido a que no contamos con el trabajador que pueda cubrir el turno
nocturno”, para concluir que el horario de la Sala es de 8:00 a 4:00 pm, por lo
que está a disposición de la Comunidad Universitaria “sólo en ese horario”.
Incluso la Gerencia
llamada de Información, Conocimiento y Talento debe saber que la CPT funciona
los lunes de 6:00 a 8:00 pm desde hace más de 30 años; pero lo que realmente sorprende
es cómo puede discurrir de “una situación confusa”, esto es un “malentendido” a
el horario es de 8 am a 4 pm y ¡punto! Entonces parece como que sí hay un
pequeño problema.
Pequeño, porque en una
Universidad que todavía es la más grande del país debería ser posible conseguir
un humilde técnico que opere unos todavía más humildes equipos sin que eso
signifique una erogación que la lleve al colapso presupuestario. Claro, con algo
de buena voluntad, porque quien se guinda en los bejucos de la jungla
reglamentaria de la Universidad y pasa por las horcas caudinas de la Ley Orgánica
del Trabajo, pone de relieve que no quiere resolver nada y más bien está
haciendo lo que quiere hacer.
Esta es la práctica
cotidiana generalizada en este ex país; el problema nuevo es que esto todavía
es (o era) una Universidad, por lo que debería existir un mínimo aprecio por la
verdad, la transparencia y la honestidad intelectual. Es evidente que cuando se
recurre a subterfugios, omisiones, silencios administrativos, se está
sacrificando por lo menos la función esclarecedora de la Universidad, por no
decir la obligación de ser ejemplo para la comunidad que se supone debe educar.
Las acciones de las
autoridades universitarias son actos públicos y están ante la vista de todos,
quiérase o no, por lo que quedan registradas en la memoria de la comunidad, por
no decir en forma que pueda parecer grandilocuente, en la historia
universitaria.
Parece un hecho duro,
imposible de contradecir, que la CPT fue creada bajo el auspicio del rector
Moros Ghersi y se clausuró durante una encargaduría de Nicolás Bianco.
EL
INFORME DE MARRAS
Es imposible dar
testimonio de los hechos que rodearon el fin de las actividades de extensión de
la CPT, al menos en su hábitat natural, en la Sala E de la Biblioteca Central,
sin hacer referencia al Informe, sin fecha ni número, remitido por la GICT al
VRA, para someterlo a consideración del CU, recibido el 03-10-14, porque compendia
e ilustra perfectamente la situación planteada.
Comienza con la tesis
del malentendido, pasando por los temas de personal, horario, presupuesto; pero
añade: “Es absolutamente falsa e irresponsable la aseveración de que el VRA
haya decidido cerrar la citada Cátedra, muy por el contrario pareciera que son
los organizadores de la Cátedra los que no tienen la disposición de solventar
esta lamentable situación”.
Pero no se queda allí,
agregando: “… se dan el lujo de estigmatizar y despreciar a ciertos sectores de
la sociedad, decir medias verdades y manipular situaciones para provecho de sus
propios y extraños intereses”.
Concluyendo en un
petitorio: “… solicitamos a la Cátedra Pío Tamayo que cesen las acusaciones
temerarias e irresponsables contra las autoridades de la UCV y particularmente
contra el Vicerrector Académico…”.
Debe recordarse por un
instante que no citamos a Venezolana de Televisión, ni un programa de José
Vicente Rangel, sino un Informe de la GICT del VRA de la UCV, asombro aparte, es
ineludible realizar un mínimo análisis crítico de su contenido.
Es falsa e
irresponsable la aseveración de que el VRA haya decidido cerrar la CPT, dicen; siendo
un hecho cierto e incontrovertible que la CPT está cerrada, al menos en lo que
respecta a la Sala E, que era su lugar de funcionamiento hasta el 14-07-14.
Dejemos a un lado la afirmación de que los organizadores de la CPT se cerraron
a sí mismos suponemos que para empañar la brillante gestión de Nicolás Bianco,
porque eso sí que no resiste ningún razonamiento lógico, no digamos una crítica
racional.
La palabra lujo, que de
algún modo se emparenta con lujuria, supone algún tipo de placer asociado a dos
elementos inseparables: uno, lo costoso; otro, lo superfluo. De manera que resulta
todo un enigma resolver por qué en la mente de la GICT del VRA de la UCV “estigmatizar
y despreciar” es un lujo.
Ahora bien, ¿qué
sectores son esos? ¿Cuándo, en qué forma la CPT ha estigmatizado y despreciado
a alguien? ¿A qué o a quién se están refiriendo?
A menos que decir que
Arturo Uslar Pietri, José Gil Fortoul, et
al., eran gomecistas no sea una verdad histórica sino una manera de
estigmatizar y despreciar no a ellos personalmente sino a sectores de la
sociedad que ellos supuestamente representarían.
Decir que personas de
apellido de mucho lustre utilizan el inmenso poder de que disponen para
practicar el feo vicio del auto homenaje, no es estigmatizar ni despreciar a
ningún sector de la sociedad, sino advertir que individuos concretos se
eternizan en cargos otrora electivos y se dan a sí mismos premios y
condecoraciones, bautizan instituciones con sus nombres, despreciando, ellos
sí, a quienes merecerían siquiera un ínfimo gesto de agradecimiento de la
colectividad por la que se han sacrificado.
Sería abusar de la
paciencia detenerse en cada palabra desatinada del “Informe”; pero no se puede pasar
por alto la afirmación de que la CPT manipula situaciones para provecho de sus
“propios y extraños intereses”.
¿Qué quieren decir? Además,
¿a qué “extraños intereses” se refieren? A menos que la identificación de las
autoridades con el régimen haya llegado al punto que todo al que ellas repudian,
sólo por ese motivo, se convierte en agente de un poder extraño, como la CIA,
el imperialismo, etcétera, según la fantástica mitología cubana.
Pero lo realmente desalentador
es que absolutamente nadie en el Consejo Universitario, ni representantes de
los profesores, estudiantes o egresados, haya dedicado un instante a hacer o
hacerse estas preguntas.
Que un lenguaje
conspirativista y malicioso haya obtenido carta de ciudadanía en la UCV al extremo que nadie lo cuestiona y ni siquiera
pide aclaratorias porque todo se da por sobreentendido es completamente desolador.
En cambio, los miembros
del CU dieron muestras elocuentes del más absoluto desconocimiento no sólo
del percance actual de la CPT sino
incluso de sus actividades habituales, que ha ejercido por más de 30 años.
Su ignorancia es sólo
comparable con el silencio de los partidos del gobierno y de la MUD que también
desconocen a la CPT y que no se dan por
enterados de que la estén cerrando, practicando el viejo arte de mirar para
otro lado y subir el volumen al radio para no escuchar lo que clama al cielo.
Sabemos cuál es el
argumento de la MUD, que la libertad de cátedra “no sube cerro” y que no le
importa a las grandes masas, preocupadas por conseguir el sustento y regresar
vivos a sus casas. La Universidad, para ellos, importa menos que la harina PAN.
Para el CU el punto es
saber quién es responsable institucional de la Cátedra, quién responde
administrativa y académicamente por ella y aquí es donde aparece el asunto político
que hasta ahora no se había declarado explícitamente.
La verdad es que las
autoridades de la UCV se sienten incomodas con las situaciones y las opiniones
que se producen en la CPT, por las que reciben presiones tanto del gobierno
como de la oposición oficial.
No debe olvidarse que
por aquí han pasado Diego Arria, María Corina Machado, Juan Carlos Sosa
Azpúrua, Francisco Usón, Otto Gebauer y la lista podría ser interminable,
algunos de estos actos fueron saboteados y los invitados agredidos brutalmente
sin que se produjera ningún pronunciamiento ni se esbozara la menor condena de
las autoridades que son al menos responsables de la seguridad en esta
institución.
Esto es suficiente para
comprender que estas autoridades quieran guardar distancia, sea para abrir paso
a sus propias ambiciones políticas, una para ser diputado, otro para ser
rector, sea para seguir en cargos que se han vuelto vitalicios y hereditarios.
Apuestan todas sus
fichas al burdo materialismo ruso del hecho cumplido: nadie será reivindicado,
todo sucumbirá en el silencio y el olvido.
ENTRE
HONORES Y GLORIA
El Informe insiste cansonamente
en llamar “Francisco de Miranda” a la nueva Sala E, como queriendo subrayar que
es así como se llama y no de otra manera, lo que es una respuesta indirecta a la solicitud de bautizarla con el
nombre de José Pío Tamayo, que se ha tramitado desde hace años sin que las
autoridades de la UCV se hayan dignado responder ni siquiera negativamente.
Esto releva de dar explicaciones
políticamente incorrectas, indefendibles o simplemente impublicables, aunque no
sean difíciles de imaginar. Lo mismo les ha ocurrido a los que debían llevar a cabo
el deseo expresado por el comandante difunto de trasladar los restos de Pío
Tamayo al Panteón Nacional.
Los comunistas no
reconocen a JPT como un precursor porque lo consideran un idealista, dentro de
la tradición stalinista que todavía predomina entre su dirigencia. En esto,
como en tantas otras cosas, el comunismo se copia de la Iglesia Católica: sólo
eleva a los altares a quien le haya prestado grandes servicios.
La Universidad que es
una gran administradora del prestigio social también ha estado controlada por
los comunistas o la izquierda en general, dominando en ella los mismos
criterios; pero cuando las dignidades se reparten por cuotas partidistas se
tornan en su contrario, se vuelven indignas.
Ciertamente JPT no
tiene credenciales académicas, no recibió premios, títulos, doctorados honoris causa, ni reconocimientos de
ningún tipo; sólo el encarnizamiento criminal del tirano militarista
bolivariano de turno y de sus serviles adulantes, que truncaron su vida antes
de que llegara a realizarse plenamente. ¿Hay alguna diferencia con la situación
actual?
Con unas autoridades
habituadas al rito burocrático del “pásamelo por escrito”, al “vamos a nombrar una comisión”, diligencias
de las que no se vuelve a saber nada; con amigos que callan, muchos por
interés, otros por indiferencia, pocos porque cayeron en la trampa de creer que
toda demanda a estas autoridades es un ataque contra la UCV, podemos ser
fácilmente ignorados.
Abolida la esperanza en
el Juicio Final y también en el Juicio de la Historia, sólo queda el testigo:
un hombre que ve y recuerda.
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