Por: Carolina Jaimes Branger - @cjaimesb
Arriechi: "lo lamento, porque les confieso que me hubiera encantado que conocieran a mis padres"
Muchos venezolanos que no saben que éste fue un país donde el ascenso social no tenía que ver ni con el color de la piel, ni con la cuna.
En su primer discurso como padrino de una promoción de abogados en la UCAB, el doctor Franklin Arrieche, ex-magistrado del TSJ, habló sobre una pareja de venezolanos que eran "sus personajes más admirados": ella era pobre, analfabeta y madre soltera. Él, pobre y analfabeta como ella, era un experto en talar montañas a punta de hacha.
Habitaban una casita de paredes de bahareque y caña amarga cerca de Carora. Su pobreza, sin embargo, no les impidió tener sueños. Soñaron con tener hijos profesionales, que tuvieran las oportunidades que ellos no tuvieron. Y la Venezuela democrática hizo posible esos sueños. Cuando la Reforma Agraria les permitió acceder a una parcela, sembraron hortalizas y cambures.
Aprendieron a leer y a escribir para poder ayudar y estimular a sus hijos en sus estudios. Leían poesías de José Martí en unas revistas viejas, que estaban escritas en letras más grandes y eran las que les permitía leer su presbicia. Jamás se sintieron inferiores a nadie, ni que lo que ellos no tenían era porque otro se los había quitado. Enfrentaron su pobreza con dignidad y no le tuvieron miedo al trabajo. Y salieron adelante.
"Yo hubiera querido que hubieran venido para presentárselos" dijo el doctor Arrieche, emocionado. "Pero ellos en su humildad decidieron no venir a este recinto. De verdad que lo lamento, porque les confieso que me hubiera encantado que conocieran a mis padres".
El discurso fue interrumpido por un atronador aplauso. El hijo de aquellos caroreños pobres en bienes materiales pero ricos en humanidad había llegado a ocupar el cargo más alto que un abogado puede ocupar en su país y por méritos propios. No como ahora, que "uh, ah". Y tenía la humildad y la grandeza de decirlo y enorgullecerse de sus padres. Eso fue Venezuela. Pero como dijo Chabuca Granda, "la siembra se echó a perder ¡Ah, malhaya!".
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