NO HERIDO, TORTURADO Y AGONIZANTE
A VER SI ASI SON TAAAN VALIENTES.
¡COBARDES, MASACRADORES DE ANIMALES!
¡ESO ES LO QUE SON!
Y no contentos con todo esto, que es solo una minúscula muestra de esta bestialidad,
lo quieren declarar
"BIEN CULTURAL" en España).
lo quieren declarar
"BIEN CULTURAL" en España).
http://recorta.com/5b3b2c
Y despues tienen el tupé de decir que los salvajes...
somos los "SUDACAS" como nos llaman...
somos los "SUDACAS" como nos llaman...
Toro moribundo antes de ser apuntillado en una corrida en Andalucía
CORRIDAS DE TOROS Y LA CRUELDAD A UN INDEFENSO ANIMAL.
LA ANTESALA DEL HORROR: EL ENCIERRO EN LA OBSCURIDAD
LA ANTESALA DEL HORROR: EL ENCIERRO EN LA OBSCURIDAD
Previamente al inicio de la
corrida, el toro es encerrado en un cajón obscuro llamado «chiquero»,
siniestro preámbulo que tiene el efecto de aterrorizarlo a través de
diferentes procedimientos ilegales pero igual llevados a cabo de manera
regular y ordenada.
Hay que saber que antes de ser transportados a dicho lugar, los toros han vivido toda su vida en campo abierto, rodeados por otros individuos en su medio natural, del que han sido arrancados repentinamente para ser encerrados en cajones de madera de menos de 2 metros cuadrados, donde no tienen ninguna posibilidad de moverse. En semana santa y verano, los camiones están sobrecalentados, y los animales, amontonados sin agua ni comida, pierden de 30 a 50 kilos durante el traslado; algunos de ellos son hallados muertos de asfixia al llegar al chiquero. Enseguida, serán sacados del camión con la misma delicadeza con la que fueron embarcados en él: a golpes de chorros de agua, de palos y tubos, patadas e injurias. Dato macabro: en Francia, los exámenes veterinarios revelan que la mitad de los toros masacrados en las corridas estaban gravemente enfermos. Por ejemplo, Implorante, un toro herido se acerca a uno de sus verdugos.
Hay que saber que antes de ser transportados a dicho lugar, los toros han vivido toda su vida en campo abierto, rodeados por otros individuos en su medio natural, del que han sido arrancados repentinamente para ser encerrados en cajones de madera de menos de 2 metros cuadrados, donde no tienen ninguna posibilidad de moverse. En semana santa y verano, los camiones están sobrecalentados, y los animales, amontonados sin agua ni comida, pierden de 30 a 50 kilos durante el traslado; algunos de ellos son hallados muertos de asfixia al llegar al chiquero. Enseguida, serán sacados del camión con la misma delicadeza con la que fueron embarcados en él: a golpes de chorros de agua, de palos y tubos, patadas e injurias. Dato macabro: en Francia, los exámenes veterinarios revelan que la mitad de los toros masacrados en las corridas estaban gravemente enfermos. Por ejemplo, Implorante, un toro herido se acerca a uno de sus verdugos.
¡Sin comentarios! Enseguida se
declaró su pavor de un toro drogado, pudiendo ser más peligroso al
desconocerse la reacción del mismo. Insensatamente, el matador Curro
Matola abunda en la cuestión afirmando que tal cosa «seria de locos
porque como podría reaccionar un animal drogado, sería una incógnita el
comportamiento de un toro en esas condiciones» (sic); esto no es más que
otra prueba más de que el pseudo «arte» taurino no es más que una
técnica refinada de artificios y sistematismos calculados y
preestablecidos, es decir una vulgar, metódica y repetitiva manufactura.
Así pues, para mantener su mito y convencer al público de la supuesta
ferocidad del animal, los tauricidas se refieren al toro como una a una
bestia brava y salvaje, cuando en realidad, como cualquiera que lo ha
visto de cerca lo sabe, es al contrario un animal doméstico más bien
manso y sociable por naturaleza, un gigantón gentil y bonachón que no
tiene carácter fuerte y menos aun agresivo, salvo como cualquier animal,
cuando se encuentra en estado de desafío territorial, y/o confrontado a
la agresión (como prueba recordemos la anécdota del ya citado Curro
Matola, quien frente a las cámaras acariciaba a un toro mientras decía
con desenvoltura a un periodista: «Es uno de mis mejores amigos; se
llama Temple, y lo crié con biberón.
Nació aquí en casa». Matola
hasta besa al toro, antes de añadir con orgullo «ahora ha crecido, y es
un toro bravo; no deja de ser un toro bravo, y pues entonces hay que
llevar el cuidado lógicamente que se tiene que llevar con un animal de
estos». Vuelve a acariciarlo, le coge ambos cuernos y se pone a jugar
con ellos, balanceando la cabeza del plácido animal, ese «mejor amigo»
que acabará sus días en un ruedo. En estas condiciones, 24 horas antes
de entrar en la arena, el toro ha sido sometido a un encierro en las
tinieblas para que al soltarlo la luz y el barullo de los espectadores
lo aterren y trate de huir saltando las barreras, lo que produce la
falsa imagen que se quiere dar del toro, es decir la de una bestia
brutal y acometedora (durante un coloquio universitario en México, un
especialista taurino, frente a una audiencia compuesta por veterinarios,
zoólogos y etólogos, se atrevió a afirmar que «el toro es un
depredador»...). Muy al contrario, por su naturaleza misma de bovino
herbívoro, la tendencia natural del toro, evidentemente, es huir, no
atacar. El afeitado, corte y lijado en el hueso vivo del toro
Como lo indica la
historiadora Elizabeth Ardouin-Fugier en su magnífico estudio Historia
de la corrida en España, del siglo XVIII al siglo XXI, la mentada
bravura del toro «es un producto en gran parte artificial de la
selección zootécnica… contraria a la probabilidad general de la
repartición estadística de la bravura en su especie, es decir de una
aptitud relativamente rara», concluyendo que «el toro de combate es un
animal desnaturalizado». Sin duda, nuestro especialista arriba eludido
tenga la original concepción de que los toros son cazadores de las
sabanas africanas.
Sin embargo, además del estado
de angustia y desorientación que sufre el toro al salir a la luz del
ruedo, se encuentra de antemano ya disminuido y ansioso, pues en el
chiquero ha sido objeto de ciertos «cuidados» especiales por parte de
los «artistas del toreo». De hecho está ya debilitado, pues para
entonces lo han golpeado repetidamente en los testículos y los riñones, a
patadas y dejándole caer costales de arena de cien kilos estando
inmovilizado, y le han inducido diarreas al poner laxantes, sales y
sulfatos en la comida que se le ha proporcionado; es la razón por la
cual a menudo los toros salen al ruedo completamente batidos. Un estudio
realizado a los toros que usan en corridas, sale a relucir en evidencia
el empleo de unos 25 kilos de sulfato de sosa y sulfato de magnesio, o
sal de Epson en cada animal sacrificado durante las ferias; «cuatro o
cinco kilos de sal de Epson por toro de este laxante - advierte Martínez
Carrillo, es una cantidad brutal». Por otro lado, le han sido untadas
masas de grasa o vaselina en los ojos para nublar su visión (otras veces
se le inyecta tinta china en los globos oculares o se le rocía con
aerosol paralizante...), se le han tapado las fosas nasales con
algodones y sus oídos con papel periódico mojado. En las patas, se le
han clavado astillas entre los pesuños o se le ha aplicado alguna
substancia abrasiva como aguarrás, que le produzca ardor, escozores, y
le impida mantenerse quieto, lo que facilitará que el torero no desluzca
en su actuación frente a un toro que, en condiciones normales, no
tendría la menor iniciativa de atacarle. Por si las dudas, para proteger
al valeroso torero, se ha tenido la precaución de «afeitarle» los
cuernos al toro, es decir recortárselos con sierras y lijas, a sabiendas
que no son otra cosa que huesos vivos.
Evidentemente, además de lo intensamente doloroso de esta operación de unos 25 a 30 minutos de duración (se serruchan y liman 5 a 10
cm de cuerno sin anestesia alguna, el equivalente a que se nos hiciera
esto en los dientes...), el toro pierde con ello orientación y a la hora
del combate no es capaz de apuntar bien al objetivo en el momento de
embestir. Cabe resaltar, siempre en lo que concierne a la lima de
cuernos, que se dispone de necropsias efectuadas por la Facultad de
Veterinaria de la UNAM a petición de la Delegación Benito Juárez de la ciudad de México, en lo referente a animales lidiados en la
Plaza México; los resultados, muy evocadores y contundentes, demuestran
que todos los animales analizados habían sido afeitados, ¡pero también
que ni siquiera cumplían con la edad requerida para la lidia!. Otra
precaución tomada en cuenta, es que se le han colgado
sacos de arena en el cuello durante horas y/o le han golpeado el lomo
con láminas y maderos.
Asimismo, a menudo se le ha introducido una aguja rota en los genitales para impedir que se siente o se acueste, lo que por supuesto, aunado a todo lo precedente, hace que el toro esté ya muy cansado y alterado al entrar a la refriega, y lo obligará a mantener la cabeza baja durante la faena.
Finalmente, cuando por fin lo van a soltar, poco antes de echarlo al ruedo, le clavan en el lomo una roseta colorida; es el primer arpón de puntas aceradas del que será víctima, conocido como la «divisa».
Asimismo, a menudo se le ha introducido una aguja rota en los genitales para impedir que se siente o se acueste, lo que por supuesto, aunado a todo lo precedente, hace que el toro esté ya muy cansado y alterado al entrar a la refriega, y lo obligará a mantener la cabeza baja durante la faena.
Finalmente, cuando por fin lo van a soltar, poco antes de echarlo al ruedo, le clavan en el lomo una roseta colorida; es el primer arpón de puntas aceradas del que será víctima, conocido como la «divisa».
Esto no es lo último que se le
clavará en este estado, pues aún falta un detallito más: uno o dos
piquetillos sigilosamente administrados correspondientes a la inyección
de algún medicamento fraudulento que ayude a mermar al toro, a
aminorarlo, a vaciarlo de su energía vital. Nunca se es demasiado
prudente.
He aquí pues algunos de los productos con los que la canalla taurina aturde discretamente al toro: fenilbutazona, rompun (de Bayer, que se traduce en un sedado sin estado cataléptico y una relajación muscular generalizada, así como el ralentizamiento del ritmo respiratorio de duración variable según la dosis), vetranquil (Lathevet), sernylan (Parke-Davis), parkersernyl (Parke-Davis), y tantos otros. Dichos medicamentos pueden producir una especie de sensación hipnotizante y tranquilizante derivado de la fenotiacina, que por cierto es empleado por la mayoría de los contratistas de las cuadras de picar para drogar a sus caballos…
He aquí pues algunos de los productos con los que la canalla taurina aturde discretamente al toro: fenilbutazona, rompun (de Bayer, que se traduce en un sedado sin estado cataléptico y una relajación muscular generalizada, así como el ralentizamiento del ritmo respiratorio de duración variable según la dosis), vetranquil (Lathevet), sernylan (Parke-Davis), parkersernyl (Parke-Davis), y tantos otros. Dichos medicamentos pueden producir una especie de sensación hipnotizante y tranquilizante derivado de la fenotiacina, que por cierto es empleado por la mayoría de los contratistas de las cuadras de picar para drogar a sus caballos…
Ya hemos dicho que tratando
impúdicamente de justificar sus inaceptables actos, los taurinos
pretenden que los toros «no sienten»; cualquiera que ha visto un toro en
el campo nota de inmediato que al menor contacto de un insecto el
animal se sacude o espanta al parásito con la cola o un movimiento
brusco del pellejo, esto a pesar de su espeso pelaje y gruesa piel. Uno
se pregunta por qué toman los taurinos a sus interlocutores cuando
quieren hacerles creer que un toro no siente los tremendos arpones de
las banderillas, o la espada que le atraviesa y desgarra las entrañas de
par en par. Es que, además de su crueldad salaz y su profundo egoísmo,
la falacia y la mala fe son otros atributos característicos de estos
individuos, que están dispuestos a lo que sea con tal de gozar con el
objeto de su mórbida perversión.
Pero bueno, como hemos visto previamente, alevosamente manipulado, golpeado, herido, deshidratado, enclaustrado, cegado y completamente desorientado, y ya sufriendo del dolor intenso que le produce la divisa ensartada en los músculos del lomo, el toro, con la vista nublada por la grasa, recorre al galope el ruedo, deslumbrado y medio cegado, en una actitud de furia aparente. En realidad, cuando el toro desemboca en el ruedo es un animal inquieto o aterrorizado que, herido y desorientado en un lugar extraño, busca desesperadamente una salida.
Pero bueno, como hemos visto previamente, alevosamente manipulado, golpeado, herido, deshidratado, enclaustrado, cegado y completamente desorientado, y ya sufriendo del dolor intenso que le produce la divisa ensartada en los músculos del lomo, el toro, con la vista nublada por la grasa, recorre al galope el ruedo, deslumbrado y medio cegado, en una actitud de furia aparente. En realidad, cuando el toro desemboca en el ruedo es un animal inquieto o aterrorizado que, herido y desorientado en un lugar extraño, busca desesperadamente una salida.
A eso le pueden llamar una
fiesta, ver como sufre un animal con un modo de secuencia anterior al
momento de la fiesta en el que le suministran drogas. Como existe gente
con la capacidad de asistir y apoyar esta crueldad a los toros, ver como
les hacen daño, es lo mas inhumano que puede existir, y aun peor
sabiendo el proceso que le aplican al toro dias antes al momento de la
corrida.
Tomado de:
http://www.peninsulaanimal.com
http://www.peninsulaanimal.com
Fuente México y el Mundo Unidos Contra el Maltrato de los Animales.
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El sufrimiento de los toros en espectáculos taurinos
Por:
Jordi Casamitjana
Zoólogo
CAS International
Descargue esta conferencia en PDF.Zoólogo
CAS International
La perspectiva de un etólogo
En este artículo me centraré
en el tema del sufrimiento de toros y vacas en espectáculos taurinos
del mundo. Este es simplemente un artículo de opinión científica, no un
artículo científico empírico, pero está basado en mi conocimiento como
zoólogo especializado en comportamiento animal (etólogo), así como en el
hecho de que he presenciado (y grabado) la mayoría de los tipos de
espectáculos taurinos del mundo, los cuales visité en los últimos dos
años con la intención de estudiarlos detalladamente.
Trataré de contestar a
varias preguntas. En primer lugar, si los toros y las vacas sufren en
corridas de toros y actividades asociadas; en segundo lugar, si conozco
algún estilo de tauromaquia donde los toros no sufran; y en tercer lugar
si podemos decir que algunos actos (o partes) dentro de las actividades
de la tauromaquia no producen sufrimiento alguno.
El sufrimiento y el dolor
son rasgos biológicos que han evolucionado en animales durante cientos
de millones de años y están presentes en prácticamente todo el reino
animal gracias al proceso de selección natural. Esto es porque tienen
una función fundamental para la supervivencia informando al animal sobre
qué es lo que tiene que evitar. El dolor, en particular, informa a un
animal sobre qué estímulos específicos tiene que evitar (por ejemplo,
fuego). Para este fin el animal tiene receptores del dolor y una memoria
que le permite recordar lo que le
El sufrimiento tiene la misma función, pero en vez de informar al animal sobre un estímulo a evitar, le informa sobre una situación a evitar. Por lo tanto, para experimentar sufrimiento el animal necesita percibir su ambiente, ser capaz de desarrollar estados de ánimo que coordinen respuestas comportamentales, y ser capaz de cambiar situaciones adversas o simplemente evitarlas. Ningún científico dudaría de que todas estas características están presentes en todos los mamíferos, debido a sus cerebros relativamente grandes y su comportamiento complejo.
El sufrimiento tiene la misma función, pero en vez de informar al animal sobre un estímulo a evitar, le informa sobre una situación a evitar. Por lo tanto, para experimentar sufrimiento el animal necesita percibir su ambiente, ser capaz de desarrollar estados de ánimo que coordinen respuestas comportamentales, y ser capaz de cambiar situaciones adversas o simplemente evitarlas. Ningún científico dudaría de que todas estas características están presentes en todos los mamíferos, debido a sus cerebros relativamente grandes y su comportamiento complejo.
Desde un punto de vista biológico, zoológico y evolutivo podemos estar seguros que la inmensa mayoría de especies de animales en el planeta tierra hoy, y ciertamente todos los mamíferos, tienen la capacidad para sufrir. Al menos tenemos la confirmación de que uno de ellos, la especie humana, puede explicar verbalmente sus propias experiencias y describirlas en efecto como sufrimiento; o, en otras palabras, algo adverso que no quieren experimentar otra vez, y que empeora su estado de ánimo.
El hecho de que podemos
preguntar a los humanos sobre sufrimiento y dolor permite que podamos
correlacionar tales experiencias con factores que podamos observar en su
fisiología y comportamiento. Una vez que establezcamos las
correlaciones apropiadas, podemos buscar fácilmente las mismas 'claves'
(o ‘indicadores’) en otras especies para identificar 'cuándo' los
individuos que las forman sufren. Indicadores neurológicos o endocrinos
específicos son comúnmente usados por biólogos y veterinarios, mientras
que expresiones faciales, el lenguaje corporal y el comportamiento son
usados por etólogos.
Por tanto, uno puede señalar si los toros sufren en las actividades taurinas sólo observando detalladamente su comportamiento durante ellas.
Desde el punto de vista de la definición de tauromaquia, ya podemos concluir que por supuesto los toros tienen que sufrir durante espectáculos taurinos, ya que se definen comúnmente como “cualquier actividad donde ganado vacuno se estresa, agota, hiere y/o mata para entretenimiento, celebración o deporte”. El estrés, el agotamiento, las heridas y la muerte son todas causas de sufrimiento y todos los mamíferos tratan de evitarlos cuando pueden.
Pero la cuestión es averiguar si hay variación en este tema respecto a los distintos tipos de actividades taurinas. Tales actividades se pueden dividir en 'corridas de toros' y ‘fiestas' populares. La primera tiene lugar en plazas de toros donde los toros (o vacas) se encuentran con alguna gente especialmente entrenada para el ‘espectáculo’ (toreros, novilleros, etc.). La segunda tiene lugar en calles públicas o en campo abierto, y los toros o las vacas se encuentran con muchos miembros del público en general que no han sido especialmente entrenados para la ocasión. Por lo referente a las ‘corridas de toros’, hay cuatro estilos distintivos: el "estilo español", el "estilo portugués" y dos estilos franceses, la “Course Camarguaise" y la “Course Landaise".
No todos los estilos incluyen la matanza del toro - este sólo ocurre en el español y el portugués, (aunque en Portugal la matanza no se hace en público). El toro no es herido a propósito en todos los estilos, sólo en los estilos español y portugués, pero en todos los estilos el toro o vaca es estresado y agotado.
Por lo referente al sufrimiento por estrés, que ya está reconocido universalmente como un problema real de bienestar animal (y humano, por supuesto), se puede ver claramente en el comportamiento de toros y vacas en todas las actividades taurinas, desde fiesta populares que incluyen ‘vaquillas’ o ‘encierros’, a las corridas españolas. Por ejemplo, en todas las corridas de Course Landaise, en el ruedo se ata la vaca por los cuernos (en este estilo se usan vacas en lugar de toros) con una cuerda, se le tira repetidamente y se la provoca para que embista. El lenguaje corporal y el comportamiento de la vaca son claros. No sólo mueve a menudo su cabeza mostrando que no quiere ir donde los toreros la tiran, sino que también intenta correr repetidamente hacia la puerta por la que entró al ruedo, con el fin de huir y evitar la situación 'adversa'. No es sorprendente que la vaca no quiera ir hacia donde se le tira, ya que al otro extremo de la cuerda será provocada repetidamente y finalmente se le clavará una vara estrecha puntiaguda que, naturalmente, le producirá dolor. Cuando como consecuencia de esto la vaca, con miedo y respondiendo instintivamente al dolor, corre rápidamente otra vez hacia la puerta de salida (claramente marcada en este estilo de corridas), un toreros salta acrobáticamente por encima de ella en su camino (o la esquiva usando varias posturas establecidas), que es el objetivo del "espectáculo".
El dolor de tirar con la cuerda, a veces violentamente como yo he podido grabar en vídeo, girando la cabeza de la vaca con el potencial de tirones musculares en el cuello, y el uso repetido del palo puntiagudo, es la situación adversa que la vaca trata de evitar, sobre todo si ha sido usada ésta antes para acontecimientos similares. El hecho de que esto ocurra continuamente, sin dar a la vaca ningún respiro, convierte lo que sería una simple experiencia negativa en una situación fuertemente estresante, ya que por causa de la cuerda la vaca es incapaz de escapar a la experiencia negativa a pesar de intentarlo repetidamente. Además, la vaca se acuerda de lo que le pasó la última vez, y la ansiedad causada por la anticipación de lo que va a pasar ayuda a aumentar su sentimiento de sufrimiento. De hecho, este espectáculo no se podría realizar sin la cuerda, ya que la vaca nunca colaboraría después de haber experimentado la situación una vez (ya que la selección natural le ha dotado de una memoria para que pueda evitar situaciones que producen sufrimiento).
Algunas fiestas populares, como los ‘bous ensogats’ (festejo propio de la Comunidad Valenciana y del sur de Cataluña: “bous” es toros, y “ensogats” se podría traducir como “ensogados”), también usan cuerdas atadas a la cornamenta de toros o vacas de forma similar a la Course Landaise, pero en estos casos el sufrimiento por estrés es aún mayor, ya que el número de gente provocando al animal y la duración del evento son mucho mayores también. En el caso de los toros ‘embolados’, las bolas de fuego colocadas en la cornamenta añaden un componente fuerte de miedo y sufrimiento al que ya han generado las cuerdas y la provocación de la gente, ya que, como todo el mundo sabe, los mamíferos responden instintivamente huyendo del fuego (y aún responden más rápido si se han quemado en el pasado, lo que no es inusual en el caso del ganado que ha sido marcado con hierro ardiente, saliendo de fuego, en la ganadería donde se crió).
El caso de sufrimiento por agotamiento también es básico en cualquier actividad taurina. Éste se ve muy bien en fiestas populares, como son los encierros y las ‘vaquillas’, donde se fuerza a estos animales a correr sin parar; pero otro ejemplo claro es el que se puede ver en las plazas de toros donde se realizan Courses Camargaises. En este estilo, el toro -al que no se le mata o hiere a propósito- es constantemente provocado por "corredores" que usan un instrumento metálico en su mano para tratar de cortar cordeles atados entre los cuernos del toro, lo que les da puntos en lo que básicamente es un espectáculo de competición entre corredores. Esto ocurre continuamente mientras el toro persigue a cada corredor sin pausa.
Después de un rato se puede ver la expresión facial del toro con la lengua fuera y levantamiento de su cabeza (cada vez menos y menos), indicadores claros de agotamiento causado por el correr sin parar. Los bóvidos en general no tienen mucha resistencia física dado su peso, lo que explica cómo sus depredadores naturales, como por ejemplo los lobos, basan su cacería en agotarlos. De hecho, los corredores en la Course Camargaise cuentan con este agotamiento para ser capaces de acercarse lo suficiente al toro para cortar el cordel entre sus cuernos. Por supuesto que el toro no se quiere agotar e intentaría huir a la menor oportunidad, pero la plaza de toros circular no le da esa opción, y no tiene más remedio que intentar embestir a los que le provocan.
A menudo se pueden ver toros y vacas en estas situaciones produciendo gemidos y vocalizaciones similares. Muchos animales que sufren no expresan su sufrimiento de un modo claro como para que lo podemos entender, ya que la expresión de sufrir sólo tiene una función biológica principal cuando hablamos de especies sociales en las que el sufrimiento de un individuo puede ser comunicado a otros, permitiéndoles aprender que situación deben evitar sin tener que sufrir la experiencia ellos mismos. En el caso de los primates, las expresiones faciales informan a otros sobre el sufrimiento ya que la mayor parte de los primates son muy sociales. En el caso del primate humano, el llanto es otro ejemplo de comunicación de sufrimiento. Los bóvidos, el grupo de mamíferos al que el ganado vacuno pertenece, viven en manadas, y por lo tanto sí tienen una vida social, aunque no tan compleja como en primates. Cualquier persona que ha visto una manada de toros en una dehesa se puede dar cuenta de que desarrollan relaciones entre varios individuos (se reconocen, juegan, se pelean, se evitan, se atraen, se buscan, etc.), es decir que no están simplemente comiendo en el mismo lugar. Por lo tanto, también habrá cierta comunicación entre toros y vacas sobre experiencias negativas, y en este caso esta comunicación toma mayoritariamente la forma de vocalizaciones. Los toros que vocalizan durante los espectáculos taurinos no ‘se quejan' sin razón; de hecho llaman a otros toros para decirles que algo ‘malo está pasando aquí’. Esta llamada puede tomar la forma de ‘pedir ayuda', o simplemente 'advertir sobre el peligro', y sólo estudios más detallados pueden descifrar el significado preciso, pero no cabe duda de que este significado se refiere a una situación adversa, y por tanto nos indican también la existencia de sufrimiento (de la misma manera que oír a alguien llorando o gritando en pánico nos lo indica).
El estrés y el agotamiento no solo son causas de sufrimiento en las actividades taurinas donde no se hiere al toro o vaca a propósito, sino que son también elementos claves en las corridas de toros del estilo español y portugués, donde sí se les hiere y se les mata. Por ejemplo, en las corridas de toros portuguesas, en las cuales el torero principal está en un caballo, cada caballo sólo provoca al toro para que le persiga dos o tres veces y es inmediatamente sustituido por un caballo 'fresco' (cada torero va a la corrida con varios caballos), lo que significa que el toro se está cansado mientras el caballo se mantiene descansado. Ocurre lo mismo en las corridas al estilo español con caballos en las que se mata al toro públicamente, llamadas ‘rejoneos’.
Este agotamiento es indispensable ya que en el tercer acto de las corridas portuguesas un grupo de ocho toreros a pie llamados ‘forcados’ intentarán inmovilizar al toro simplemente usando sus manos, lo que no conseguirían si el toro no estuviera ya totalmente agotado tanto por perseguir continuamente a los caballos como por la pérdida de sangre provocada por las numerosas banderillas que el torero a caballo ya le ha clavado.
Además, se puede decir que aunque se agota a los toros en el ruedo, éstos ya llegan estresados al pisar por primera vez la arena. Independientemente de los rumores a menudo mencionados por los críticos de la tauromaquia de diversos tipos de abusos que los toros reciben antes de una corrida (que puede que nunca ocurrieran, ocurrieran en el pasado pero ya no ocurran dada su ilegalidad, o aún tengan lugar en algunas casos) mi experiencia de ver a toros durante el transporte normal o en las áreas donde ellos esperan antes de que sean forzados uno tras otro a entrar en el ruedo, me hace concluir que ellos ya se sienten estresados. Esto no es de extrañar, especialmente si nos referimos a toros que vivían en una situación de relativa libertad de movimiento en las dehesas sin demasiado contacto humano, a los que de repente se les fuerza a pasar por una serie de situaciones totalmente nuevas, con mucha gente alrededor, que restringen claramente su libertad de una forma radical.
A veces, durante el trasporte se ata al toro por sus cuernos al techo del camión y es transportado así a la plaza. En esta situación durante bastante tiempo el toro no será capaz de moverse mucho, ni incluso para rascarse si lo necesita, y además de esta restricción física debemos añadir las altas temperaturas que se pueden registrar dentro de estos camiones durante un día soleado. Cualquier persona que haya visto toros en dehesas podrá recordar que se les ve a menudo descansando a la sombra, lo que indica que claramente son sensibles al exceso de temperatura, y lo tratan de evitar si pueden.
Por lo contrario, si no lo pueden evitar, y encima se les restringe su movimiento colocándolos en una ‘celda’ cerrada que de por sí se mueve mucho sin aviso, esto debe generar al animal mucho estrés. En el caso de las Course Landaise o Camargaise donde los toros y vacas no mueren durante el ‘espectáculo’, esta situación suele ocurrir dos veces, en la ida y la vuelta a la plaza, y a veces varias veces durante la vida del animal, añadiendo a las causas físicas del estrés otras psicológicas, en la forma de la ansiedad que provoca la anticipación de lo que va a pasar, ya que estos animales tienen buena memoria, característica no sólo de la mayoría de mamíferos sino especialmente de los sociales o de los que viven en manadas (ya que tienen que acordarse de quién es quién en su grupo).
Por lo referente a las ‘celdas’ donde ponen a los toros a la espera de entrar al ruedo, a menudo se les ve comportándose como cuando una manada se encuentra en peligro. Si aún están juntos (ya que se les separa al final) se acercan unos a otros y se cubren sus espaldas el uno con el otro, mirando en todas las direcciones, y fijando constantemente sus ojos a cualquier fuente posible de peligro si la pueden identificar (lo que a menudo no pueden, lo que les genera más ansiedad). Los toros que son transportados a una plaza y colocados en este tipo de espacios estarán en este estado constante de alarma, incapaces de entender lo que les está pasando y, por tanto, sin saber cuál es la mejor respuesta que pueden escoger. El dolor también es usado a menudo como método para moverlos de un lugar a otro, en la forma de varas puntiagudas que se les clava cuando no responden a instrucciones verbales, y por tanto esto se añadirá a su estrés. Tampoco es de extrañar que cuando al final salen al ruedo sin la compañía de sus miembros de manada (ni ganaderos con los que quizás hayan desarrollado una relación relativamente amistosa) parezcan bravíos y excitados, ya que ésta es la reacción normal de un animal que ya está estresado y se encuentra de repente en medio de un ruedo con gente gritando por todas partes, y nada que puedan usar para protección.
Ya en el ruedo, cuando al principio los toreros los empiezan a provocar con el capote o verbalmente, y luego en el caso de los estilos español y portugués, hiriéndolos con la puya (estilo español) o las banderillas (ambos estilos), el comportamiento del toro toma una de dos formas: el intento de escapar a la situación adversa o tratar de encararla si no parece haber una salida. Esta segunda es la más común.
Las plazas de toros son de hecho ‘ruedos’ (o 'círculos') para que el toro no pueda encontrar una esquina donde protegerse contra los ataques. También son circulares para que el toro, después de un par de vueltas, no pueda identificar donde está la entrada e intente escapar por donde salió. Sin embargo, en la desesperación, a veces los animales intentan, y a veces con éxito, saltar por encima de las tablas para escaparse, como yo he presenciado y grabado varias veces en corridas al estilo francés (que a veces tienen lugar en plazas donde las tablas son un poco menos altas que en las plazas españolas). En estos casos se ve como es bastante difícil ‘convencer’ a la vaca o toro para que vuela al ruedo (probando así que reconocen que en el ruedo es donde está la situación adversa que tienen que evitar), y solo vuelven cuando se les fuerza con dolor (en la Camargue usan para este fin unas varas con tres puntas metálicas llamadas ‘tridentes’, las que se clavan repetidamente en los lomos de los animales).
Dado el diseño de las plazas, la respuesta más común no es intentar escapar sino darse la vuelta hacia el atacante y tratar de apartarlo con sus cuernos. Este es un comportamiento que puede ser visto en muchos herbívoros cuando están siendo cazados por depredadores naturales o gente. Por ejemplo, los ciervos cazados por cazadores que usan manadas de sabuesos, como en el caso de la práctica en Inglaterra de la caza de venado (ahora prohibida), se comportan huyendo durante horas, pero cuando ya están agotados y no pueden correr más (a menudo cerca de ríos para que se puedan refrescar al estar hiper-térmicos), los ciervos entonces se dan vuelta hacia los sabuesos y tratan de apartarlos con su cornamenta. A este fenómeno se le llama en inglés “stag at bay” (literalmente “ciervo macho mantenido a raya”) y es cuando el cazador humano se acerca y pega un tiro al venado. Los toros en corridas de toros responden, por lo tanto, como si ellos no tuvieran ninguna opción además de embestir, ya que todas las rutas de escape han sido cortadas y camufladas, y ellos ya están heridos, lo que provoca este comportamiento como ‘último recurso’. Su agotamiento ya no les permite escoger la huida como la respuesta más efectiva, y el dolor despierta su instinto de defenderse, de la misma manera que las mordeduras de los sabuesos (o lobos) despiertan este comportamiento en el ciervo que ya ha sido alcanzado por ellos. Por lo tanto, el comportamiento del toro es consecuente con lo que se podría describir en inglés como “bull at bay”.
En otras palabras, la embestida del toro no debería ser interpretada como un ataque (y el término "combate" usado para describir la tauromaquia no es un nombre apropiado), sino como un modo de apartar a los atacantes (una forma de defensa), para evitar la situación adversa. En consecuencia, las embestidas de los toros en una plaza son en sí mismas otro ejemplo de indicador comportamental de sufrimiento.
Además del estrés, el agotamiento y ahora las heridas causadas por las armas, el toro finalmente afronta la espada del matador, que, más a menudo que no, inflige heridas internas terribles al toro que permanece vivo por un tiempo considerable. Entonces es cuando podemos ver varias expresiones faciales que cualquiera, etólogo o no, puede interpretar fácilmente como indicadores de sufrimiento severo.
El comportamiento final del toro lo confirma aún más. Éste trata de andar hacia las tablas, donde debe estar la salida, como su última tentativa de escaparse, o por lo menos de cubrir su espalda después de tanto ataque y defensa en vano. A veces el toro se acerca despacio hacia un torero que no parece ser hostil en aquel momento (por ejemplo, uno que esté sentado en la base de las tablas), como si estuviera buscando ayuda, o quizás incluso piedad.
Los toros, animales por otra
parte muy pacíficos que se pasan la mayor parte de su tiempo comiendo
hierba, durmiendo y jugando el uno con el otro, son forzados a sufrir
tales ordalías que no sólo les infligen un sufrimiento físico y
psicológico serio, sino que también les obliga a comportarse de un modo
que no se comportarían normalmente; o sea, embistiendo a otras criaturas
para que los dejen en paz, dándoles la falsa reputación de ser
'bravos', reputación que cualquier otro herbívoro tendría si fuera
sometido a las mismas circunstancias.
Por lo tanto, mi experiencia directa en el tema me lleva a concluir que mis respuestas a las tres preguntas que me hice al principio son: sí, toda la evidencia comportamental muestra que los toros y las vacas sufren en las corridas de toros; sí, ellos sufren en todos los tipos de corridas de toros y actividades taurinas, hasta en aquellas que no terminan con sus muertes; y sí, todos los aspectos de cualquier actividad taurina, desde el transporte a la muerte, son por sí mismos causas de su sufrimiento.
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