Por: Antonio José Monagas
Entender la Universidad en su complejidad, no
es sencillo. Comprender sus problemas, tampoco. Particularmente, cuando las
circunstancias obligan a revisarla desde la crisis que la afecta en casi todas
sus dimensiones. Sobre todo, al reconocer que ésta es una variante de la crisis
de la educación en general.
Pero también es expresión de la tribulación que
padece el Estado venezolano toda vez que no resiste más el modo de cómo el actual régimen continua azorando a la sociedad
y sus instituciones a objeto de moldearla a semejanza de naciones que
confundieron el camino del desarrollo con la senda del empobrecimiento.
Hace casi treinta años, Ernesto Mayz
Vallenilla había advertido sobre el conjuro que pesa sobre la universidad
autónoma. Refirió el asedio no sólo desde afuera. Asimismo, desde adentro lo
que vino convirtiéndose en una temible amenaza de insondables efectos. Mayz
Vallenilla, quien luego de fundar y haber dirigido la Universidad Simón Bolívar
se declaró su humilde “jardinero”, denunció la premonitoria asfixia de la
soberanía universitaria por parte de sediciosos y usurpadores ocultos bajo el
manto de la política cuya misión consistiría en desarticular la Universidad
desde el ámbito de su autonomía. De forma tal que su institucionalidad pudiera
resignarse ante el inminente acoso y afrentosa intrusión por quienes han
buscado entregarla a factores en desavenencia con el curso de su historia de
dignidad, gallardía y resolución.
No obstante el hostigamiento mediante el cual
pretende doblegarse a la Universidad autónoma, deriva de razones de ascendencia
política y social. Sobre todo, en el laberinto en el que se ha convertido el
país cuando la descomposición del sentimiento republicano ha entrado en
conflicto con el devenir que marca el discurso del desarrollo económico. En
medio de tan arrebatadas realidades, son sacudidos importantes sectores del
mundo académico universitario dado los peligros que acechan la institución.
Desde lo que significa el problema de
reconocer autoridades aprisionadas en su propia “autonomía”, que capitulan
vergonzosamente ante crudos aprietos; o lo que representa la ficción jurídica
que exhibe la igualdad de los ciudadanos que integran la comunidad
universitaria para ser elegidos y electores, hasta la pesadez de un
burocratismo excedentario que atosiga la razón abstracta de ser de la
universidad que basa su proceder en la autonomía como condición y determinación
para darse su propio gobierno, son contrariedades alrededor de las cuales sigue
gravitando la existencia de la Universidad
autónoma. Sin embargo, las actuales realidades trascienden los límites de la
tolerancia cuando dan cuenta que detrás de tan graves vicisitudes, están
planteándose imposiciones gubernamentales que revelan su desquicio pues no
terminan de aceptar que la Universidad autónoma jamás podrá arrodillarse ante
alguna ideología política que paute el sometimiento y la sumisión a cambio de
un presupuesto supuestamente “justo y necesario”.
Aunque las distintas coyunturas instarán la
transformación de la universidad ya que ello forma parte de la lucha por la
transformación del país y del mundo, eso no justificará que la Universidad vaya
a esconderse detrás de infundadas consideraciones. Por el contrario, cada día
su conciencia contestataria inspirará reacciones que darán plena cuenta de que
por encima de todo, el miedo no sofocará el entusiasmo del universitario por
demostrar que la Universidad no se amilana. Por más garrotazo que el régimen
pueda propinarle. Aunque las realidades políticas muestren el rostro herido de la
Universidad.
Tomado de:
http://elrepublicanoliberal.blogspot.com/2013/05/antonio-jose-monagas-el-rostro-herido.html
http://elrepublicanoliberal.blogspot.com/2013/05/antonio-jose-monagas-el-rostro-herido.html
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