No es novedad afirmar que el idioma está vivo, que cambia y se adapta a los modismos y usos masivos. Es por eso que surgen nuevas palabras y nuevas acepciones para diferentes términos, aunque a veces nos puedan parecer chocantes o que «está mal» escribirlas o decirlas de tal o cual manera.
Desde hace varios años, la Real Academia Española (RAE) viene proponiendo una serie de adaptaciones gráficas al español de palabras extranjeras, a pesar de que estas están muy incorporadas. Precisamente, para muchos, estas adaptaciones son las que resultan chocantes.
Entre las destacadas, que figuran en el diccionario panhispánico de dudas, podemos resaltar las siguientes: «Pirisin» (por piercing);
«Suvenir» (por souvenir);
«Frízer» (por freezer);
«Jipi» (por hippie),
«Ranquin» (por ranking);
Fuagrás (por foie gras o foie-gras).
Distinto es el caso de los términos que ya están aceptados —e incluso recomendados— por la RAE:
«Güisqui» (whisky);
«toballa» (toalla); «bluyín» (jean, pantalón vaquero); «cederrón» (CD-ROM);
«oenegé» (por ONG);
«alverja» (arveja) y
«almóndiga» (por albóndiga).
Esta última, si bien la RAE la reconoce, señala que no debe usarse y que es propia del habla popular de algunas zonas.
Es preciso tomar como ejemplo dos palabras particulares para desarrollarlas por separado, como «calor» y «murciégalo».
«Calor». El uso femenino de este término es común en el español clásico y medieval, por lo que no es extraño encontrar «la calor» en libros antiguos. Con el paso del tiempo, se incorporó masivamente como masculino, por lo que hoy se considera vulgar utilizarlo como femenino y se recomienda su empleo en masculino.
«Murciégalo». Esta grafía fue la que se utilizó por mucho tiempo, debido a que viene del latín «mus», «muris», ratón, y caecŭlus, diminutivo de caecus, ciego; luego se adoptó el término «murciélago». Sin embargo, y a diferencia de «calor», ambas formas son igualmente recomendadas para su empleo.
Otro caso curioso es el de la palabra «cebiche», debido a que la RAE acepta como válidas varias variantes, como «ceviche», «seviche» y, en menor medida, «sebiche».
Fuente: http://www.queleer.com.ve
Desde hace varios años, la Real Academia Española (RAE) viene proponiendo una serie de adaptaciones gráficas al español de palabras extranjeras, a pesar de que estas están muy incorporadas. Precisamente, para muchos, estas adaptaciones son las que resultan chocantes.
Entre las destacadas, que figuran en el diccionario panhispánico de dudas, podemos resaltar las siguientes: «Pirisin» (por piercing);
«Suvenir» (por souvenir);
«Frízer» (por freezer);
«Jipi» (por hippie),
«Ranquin» (por ranking);
Fuagrás (por foie gras o foie-gras).
Distinto es el caso de los términos que ya están aceptados —e incluso recomendados— por la RAE:
«Güisqui» (whisky);
«toballa» (toalla); «bluyín» (jean, pantalón vaquero); «cederrón» (CD-ROM);
«oenegé» (por ONG);
«alverja» (arveja) y
«almóndiga» (por albóndiga).
Esta última, si bien la RAE la reconoce, señala que no debe usarse y que es propia del habla popular de algunas zonas.
Es preciso tomar como ejemplo dos palabras particulares para desarrollarlas por separado, como «calor» y «murciégalo».
«Calor». El uso femenino de este término es común en el español clásico y medieval, por lo que no es extraño encontrar «la calor» en libros antiguos. Con el paso del tiempo, se incorporó masivamente como masculino, por lo que hoy se considera vulgar utilizarlo como femenino y se recomienda su empleo en masculino.
«Murciégalo». Esta grafía fue la que se utilizó por mucho tiempo, debido a que viene del latín «mus», «muris», ratón, y caecŭlus, diminutivo de caecus, ciego; luego se adoptó el término «murciélago». Sin embargo, y a diferencia de «calor», ambas formas son igualmente recomendadas para su empleo.
Otro caso curioso es el de la palabra «cebiche», debido a que la RAE acepta como válidas varias variantes, como «ceviche», «seviche» y, en menor medida, «sebiche».
Fuente: http://www.queleer.com.ve
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